Publicado originalmente el 1 de septiembre de 2020.
Tenemos el agrado de publicar esta valiosa entrevista que en enero de 1972 le hiciera el semanario oriental “Azul y Blanco” al egregio sacerdote argentino Julio Meinvielle. Se trata de una nota de calidad, posiblemente inédita desde aquél momento, y que hemos transcripto fielmente.
¡AQUÍ, BUENOS AIRES!
Entrevista con el Padre Julio Meinvielle[1]
Por Nuestro Enviado Especial
Germán Carlos Zaffaroni
Hace calor en Buenos Aires, la gente va y viene, se entrechoca y vuelve sobre sus pasos, cada cual por su camino, en su mundo, con su alma. Abordamos un taxi y cruzamos la majestuosa Avenida 9 de Julio.
Mucho humo, muchos automóviles en un ciudad convulsionada que mezcla la espiritualidad de viejas casonas coloniales –símbolo y estandarte de una época que aparenta tocar a su fin- y gigantescos rascacielos que parecen desafiar a Dios en una pretendida imposición del hombre sobre Su espíritu.
Nos acomodamos en el asiento y pensamos. Buenos Aires… Capital de una nación en continuo estado de gravidez libertaria y espiritual que, como nuestra Patria, no ha podido llegar a la cumbre de la independencia y de la soberanía.
¿Cuántos son los personajes, héroes, sabios, etc., que conviven con los casi diez millones de habitantes metropolitanos?
Las luces del anochecer iluminan melenas y barbas que se entremezclan grotescamente con recortadas cabelleras masculinas. Es el producto de una civilización demente y controvertida, de una sociedad perdida en una constante evolución -¿o involución?- hacia lo desconocido, lo cambiante. Es la demostración urbana del cambio por el cambio.
Un tórrido calor acecha al peatón. Evidentemente el verano ayuda a que los gritos estentóreos y las impaciencias se agudicen.
De pronto… un frenazo. Hemos llegado. Estamos en la esquina de las calles Independencia y Salta.
Pagamos el viaje y descendemos. El calor es más agobiante aún. Caminamos por Independencia hasta el 1194.
Antes de llamar miramos el antiguo edificio. Hay muchos años y muchos recuerdos sobre sus viejas paredes.
Un minuto después golpeamos sobre la añeja puerta siempre entreabierta. Nos atiende un hombre alto, de contextura fuerte, entrado en años. Cabeza redonda y casi totalmente calva. Ojos de mirar fuerte claro que traslucen pureza de corazón y humildad espiritual.
Viste una larga y negra sotana. Su sonrisa deja entrever una actitud hospitalaria.
Nos extiende su diestra al tiempo que nos invita a pasar. Es el Padre Julio Meinvielle.
Pasamos a un recinto humilde y limpio. El ambiente es monacal y acogedor a la vez.
Nuestra vista recorre las paredes cubiertas de libros. Sobre la mesa más libros, acompañados de papeles y anotaciones.
Allí está el fruto de cuarenta años de trabajo, estudio y meditación. La soledad del Padre Meinvielle, que por cierto es mucha, subsiste muy acompañada. El ambiente desborda espiritualidad. Intelectualidad. Compañía.
A una invitación suya tomamos asiento y comenzamos la charla.
Padre, ¿considera el momento actual de la Iglesia más crítico que en el siglo del Protestantismo?
-El momento actual es para la Iglesia mucho más crítico que el del protestantismo, y ello por diversas y fáciles razones. El protestantismo fue un movimiento localizado y por lo mismo no tan extendido ni tan profundo. En cambio el progresismo actual es un movimiento universal, al menos para todo el Occidente y de mayor profundidad en cuanto a su penetración. Ya no hay verdad que se mantenga incólume. Incluso la existencia de Cristo y de Dios es cuestionada. En realidad, el progresismo, en su variante liberal burguesa o en la proletaria comunista, termina con toda expresión religiosa. Se marcha hacia una secularización o ateización de la existencia humana.
-¿Cuál es para Ud. la raíz del actual caos en el catolicismo?
- Esta pregunta merecería ser descompuesta en distintos niveles. Pero le podemos dar una respuesta global. Hasta hace unos años, aproximadamente unos treinta, el Catolicismo de la Iglesia tenía enemigos y por de pronto el enemigo natural de que habla el apóstol San Pablo en la Primera Carta a los Tesalonicenses (2,14), “los judíos, que dieron muerte al Señor Jesús, a nosotros nos persiguen, no agradan a Dios y están contra todos los hombres”. Los judíos fabrican, de vez en cuando, a los otros enemigos de la Iglesia, a los masones y a los comunistas, a quienes seleccionan de entre los “goim” o gentiles. Pero hoy la Iglesia no tiene enemigos visibles porque éstos han sabido infiltrarse dentro de sus filas y han llegado a “copar” posiciones claves y a manejar las palancas de mando de la Iglesia misma. De aquí que el proceso de la Iglesia no se realice desde fuera sino de adentro mismo. Es un proceso de autodestrucción.
-¿Teniendo en cuenta la reiterada prescindencia por parte de algunos obispos y jerarquías eclesiásticas de las enseñanzas papales se puede prever un cisma en los próximos años?
-Yo no creo que pueda haber cisma en la Iglesia. Porque no nos iremos de la Iglesia por mucho que esto pretendan los enemigos que se han adueñado de la Iglesia misma; y ellos –los enemigos infiltrados- tampoco se han de ir, pues quieren destruirla desde dentro.
Tendremos que soportar este tiempo de autodestrucción hasta que Dios intervenga y ponga las cosas en su debido lugar.
-¿En qué estado considera usted, se encuentra la Revolución Mundial, que tiende a destruir nuestros valores esenciales?
-La Revolución Mundial, que está trabajando desde hace siglos en esta lucha contra la Iglesia y contra las nacionalidades, está a punto de lograr su objetivo, que es el de la implantación de la tiranía universal del Anticristo. Pero antes de que logre ese objetivo, me inclino a creer que veremos el Reino Universal de la Virgen. María reducirá a polvo, y bien pronto, a todos los enemigos y sólo después logrará el Anticristo su breve reinado universal.
-Respecto del Nacionalismo, Padre, ¿considera usted que se reincorporará finalmente para restaurar los esquemas Naturales sobre los que se debe regir la vida de todo hombre?
-El Nacionalismo es una expresión temporal que quiere la implantación de los valores naturales del hombre en la Cultura, en la Economía y en la Política. Un Nacionalismo sano no ha de mirar esos valores como bienes en sí y de una estima absoluta sino que ha de integrarlos en un contexto histórico de validez universal que se llama la Cristiandad. Creo que, a corto plazo, caminamos hacia la restauración de la Cristiandad. A plazo corto digo, porque la historia se mueve hoy a un ritmo aceleradísimo. Pero la Cristiandad no ha de ser posible si, previamente, no se cumple la purificación universal de que hablan todos los mensajes marianos.
-Finalmente, Padre Meinvielle, quisiéramos que dirigiera un mensaje para el pueblo uruguayo en este difícil momento por el que atraviesa frente a la subversión político-religiosa.
-Aquí está la clave del momento actual para nuestros hermanos, los uruguayos, y para nosotros, los argentinos. Es un momento de conversión interior, individual y colectiva, en el sentido de encontrarnos con los valores (...)[2] la supervivencia y grandeza de nuestros pueblos y cuyo olvido ha determinado sus ruinas.
Frente al liberalismo y al marxismo disgregador que nos convierte en polvo, profesamos nuestra creencia en que la Virgen Madre ha de brindarnos una vez más nuestra salvación individual y colectiva, aún en estas nuestras Patrias terrenas.
-Hace una pausa y nos invita con un refresco. Habla del calor y del Uruguay.
Manifiesta un vivo interés por nuestros problemas. Le pedimos algunas fotos para publicar junto con el reportaje.
Nos acerca tres fotos que guardamos, y dos de sus obras que nos obsequia.
Se tratan de “Política Argentina 1940-1956” –en la que sitúa al lector frente al discutido y siempre vigente problema del peronismo- y “De la Cábala al Progresismo” en la que fundamenta su posición frente a la actual subversión espiritual y moral.
Miramos el reloj. Es tarde, en el Aeroparque nuestro avión debe estar calentando sus motores.
El Padre Meinvielle se despide amablemente acompañándonos hasta la puerta de la vieja casona.
Nos retiramos dejando atrás un semblante lleno de vida –y cuarenta años de sacrificio, meditación, estudio y trabajo por la Verdad-
La calle nos recibe con su calor pegajoso. Por un momento habíamos olvidado que estábamos en Buenos Aires.
[1] Publicado el miércoles 19 de enero de 1972 por el semanario “Azul y Blanco”, Montevideo, Uruguay. Se ha copiado fielmente el original.
[2] El original está borrado en las tres o cuatro palabras que siguen.
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