Marx y sus hijas, con su amigo Engels. Dos de las
hijas de Marx que aparecen en la foto, Laura y Eleanor, revolucionarias y
feministas, se suicidaron en la edad adulta, ya muerto su padre.
Ante el nefesto (en el primer sentido que a la
palabra le atribuye la RAE) “Día Internacional de la Mujer”, compartimos este
importante texto sobre el marxismo y su vinculación con la ideología de género
y el feminismo.
La ideología de género no solo está siendo utilizada por los
movimientos neocomunistas para, según su doctrina, "explotar las
contradicciones" como instrumento de transformación social, sino que
pertenece a los orígenes mismos de la ideología marxista.
Lo explica el escritor y profesor Paul Krause en un reciente artículo en Crisis Magazine.
El marxismo y la revolución de
género
por Paul Krause en Crisis Magazine
La revolución de género es fundamentalmente
marxista.
Tanto si la gente es consciente de ello como si
no, la raíz de la ideología de
género es marxista, y su táctica es la construcción de la sociedad
igualitaria a través de la eliminación de la división de género. Y la
revolución de género es otra punta del ataque total a la familia.
Una obra casi
desconocida durante 65 años
Hablando de cómo la división del trabajo comenzó en
las antiguas sociedades tribales y se desarrolló a partir de ahí,
desencadenando así la desigualdad que proviene de esta división del trabajo,
Marx dice: "Ahí se desarrolló la división del trabajo, que originalmente
no era más que la división del trabajo en el acto sexual, luego esa división
del trabajo que se desarrolla espontáneamente o 'naturalmente' en virtud de
la predisposición natural."
La ideología alemana de Marx y Engeles fue
escrita en 1845, antes de la publicación de El capital en 1867, pero no
se publicó completa por primera vez hasta 1932, cuando lo hizo el Instituto
Marx-Engels-Lenin de Moscú. Ninguno de los primeros teóricos del comunismo pudo
leer la obra.
El origen de la desigualdad, la división del
trabajo, es "la división del trabajo en el acto sexual". Es esta
división del trabajo en el acto sexual la que reconoce la distinción entre lo
masculino y lo femenino, la que establece la conciencia de la división de la
que fluyen todas las divisiones del trabajo posteriores y la creciente
desigualdad.
Si el acto sexual y la división entre géneros es la
raíz misma de toda desigualdad, el único
medio por el que esta desigualdad puede ser negada es a través de
la androgenización de la naturaleza humana, en la que la diferencia sexual entre hombre y mujer sea abolida.
Las marxistas
feministas
Las lectoras feministas de Marx, como Simone de Beauvoir y Shulamith Firestone, aprovecharon esta visión supuestamente profunda
de Marx.
En su libro El segundo sexo, Beauvoir
articuló el punto de vista de que la masculinidad es lo dado metafísicamente y la
"creación" de la feminidad somete las mujeres a los hombres como el otro inferior.
En La dialéctica del sexo, Firestone
vinculó la opresión de la mujer a la "división sexual del trabajo",
en la que la mujer era como el proletariado controlado por el macho
capitalista. Firestone, que dedicó su obra a Beauvoir, coincidía con su heroína
en que hasta que las mujeres pudieran separarse de los hombres y hacerse con
el control de los medios sexuales
de reproducción, sería imposible que surgiera una sociedad igualitaria y
liberadora.
Firestone escribió: "En el caso del feminismo,
el problema es moral: la unidad
familiar biológica siempre ha oprimido a las mujeres y a los niños, pero
ahora, por primera vez en la historia, la
tecnología ha creado condiciones previas reales para derrocar estas condiciones 'naturales'
opresivas, junto con sus refuerzos culturales. En el caso de la nueva
ecología, encontramos que independientemente de cualquier postura moral,
solo por razones pragmáticas de supervivencia, se ha hecho necesario liberar a
la humanidad de la tiranía de su biología".
El marxismo
economicista
En este sentido, los ideólogos de género, empezando
por las feministas marxistas de mediados del siglo XX, fueron unos lectores más fieles de Marx que
cualquiera de sus lectores economistas de finales del siglo XIX que
fundaron los diversos partidos comunistas y socialistas inspirados en los
escritos económicos de Marx.
Los lectores masculinos de Marx solo se centraron
en la dialéctica económica del capitalismo-proletariado; ninguno prestó
atención a la verdadera tipología de la dialéctica material y a la raíz de la
desigualdad, que no es el capitalismo, el agrarismo o la esclavitud, sino el
acto sexual en sí mismo. ¿Cómo ha ocurrido esto?
La ideología alemana, aunque fue escrita hacia 1846, no se publicó hasta 1932. Siguió
siendo uno de los escritos inéditos de Marx -como los Manuscritos
económicos, de 1844- y no estuvo a disposición de los lectores hasta
su publicación a principios de la década de 1930.
Los marxistas clásicos de la variedad económica
fueron lectores de El manifiesto comunista y El
capital, pero se perdieron la
génesis misma de la ideología marxista, que permaneció desconocida hasta 1932.
Las lectoras feministas de Marx que leyeron La ideología alemana pudieron
posteriormente tener la visión total del marxismo y su plena comprensión que
los marxistas político-económicos del marxismo clásico y sus partidarios
implantados no habían tenido.
Contra la
familia
Entre los nuevos lectores de Marx se
encontraban pederastas abusadores sexuales como Michel Foucault y sus afines, que se alinearon con las
feministas radicales en la táctica del nuevo marxismo que era, bajo esta nueva
luz, el auténtico marxismo que todos, desde Eduard Bernstein, Vladimir Lenin y León Trotsky se habían perdido.
El nuevo marxismo -es decir, el auténtico marxismo-
revelado ahora gracias a la publicación de La ideología alemana, no
hace la guerra contra el capitalismo o las fuerzas económicas en sí, sino
contra lo que causó que las fuerzas de la producción económica condujeran a la
división -y por tanto a la desigualdad- en primer lugar: el género y la familia. (¿No suena
familiar?)
Para el marxista de género debe haber una guerra
total contra todas las ciencias, disciplinas e instituciones que sostienen la
distinción de género entre el hombre y la mujer porque, mientras esta división entre los sexos viva,
la desigualdad prosperará porque la división entre el hombre y la
mujer implica que hay una "predisposición natural" a diferentes
deseos y talentos que sirve para dividir a los humanos, lo que lleva a la
distribución desigual del trabajo, que es el género de la desigualdad.
La familia se convierte
en el enemigo a batir por la ideología de género porque en ella, según la
dogmática marxista, se encuentra el germen de la desigualdad.
Papá ya está en
casa (Roger Wilkerson)
Después de comentar cómo los orígenes de la
desigualdad estaban en el acto sexual, Marx escribió: "Con la división del
trabajo, en la que están implícitas todas estas contradicciones, y que a su vez
se basa en la división natural del trabajo en la familia y en la separación de
la sociedad en familias individuales opuestas entre sí, se da simultáneamente
la distribución, y de hecho la distribución desigual... cuya primera forma se
encuentra en la familia, donde la
esposa y los hijos son los esclavos del marido. Esta esclavitud latente
en la familia, aunque todavía muy burda, es la primera propiedad, pero incluso
en esta primera etapa corresponde perfectamente a la definición de los
economistas modernos según los cuales es el poder de disponer de la fuerza de
trabajo de otros."
Por lo tanto, la familia debe ser destruida por la ideología de género. La
propia noción de familia implica propiedad y distinción en lugar de
universalidad e igualdad.
Además, la unidad familiar es la primera estructura
que engendra la desigualdad. Porque la familia es la manifestación de la
división sexual del trabajo original.
Volvamos a lo que dijo Firestone sobre que la familia siempre oprime a las mujeres y
a los niños. Está sacado
directamente de Marx, el recién descubierto Marx del siglo XX.
La guerra contra el
género es una guerra contra la familia porque la división sexual del trabajo, que es la raíz de toda
desigualdad según Marx, está implantada en la familia, e influye en el Estado y
sus leyes.
El sueño del igualitarismo
requiere, desde la disposición marxista, la erradicación de la división de género porque es la
división de género la raíz de toda desigualdad.
Aquí es donde la nueva ideología de género cierra el círculo. La propia
naturaleza del género refuerza la desigualdad que proviene de la división
sexual del trabajo.
Adiós a la
naturaleza, adiós al amor
El objetivo de la ideología de género es la
erradicación del género porque, según Marx y sus fieles intérpretes, la erradicación del género es el primer
peldaño para derribar la división sexual del trabajo, que es la
causa de toda desigualdad y opresión en el mundo.
Así, desmantela el bloque de construcción de la
unidad familiar opresiva que instaló este pecado original de la división de
género hace mucho tiempo.
El marxismo -y su
versión feminista- no entiende casi nada del amor, y todo lo ve en clave de
trabajo, producción y opresión... también la familia y la relación entre
hombres y mujeres
Mientras la naturaleza permanezca, la división
permanecerá; y mientras la división permanezca, existirá la desigualdad.
Y esto implica la superación de la
naturaleza porque la naturaleza tiene una división de los sexos.
En la medida en que la familia es esa "célula
original" de la vida social, como sostiene la Iglesia y sabían los más
venerables filósofos de la antigüedad (como Aristóteles y Cicerón),
eso significa también que el ataque
a la familia -que es la guerra de género- se concibe como una guerra santa liberadora.
Mientras existan las familias, existirá la división
sexual del trabajo. Si las familias y la división sexual del trabajo existen,
la igualdad no puede ser alcanzada.
Quien se alía con la
revolución de género se alía con la destrucción de las familias y de las enseñanzas de la Iglesia.
El sueño del yo que se hace a sí mismo y el sueño
de un mundo libre de la desigualdad forjada por la división sexual es el marxismo ortodoxo.
La consecuencia (no) pretendida de esta guerra es
que sin la familia no hay afectividad de primer orden; así, el amor muere también en el mundo
moderno porque el amor es intensamente particular y nace de esa división sexual
del trabajo y de la familia que el marxismo pretende erradicar.
Dado que la igualdad, y no el amor, es el objetivo
del marxismo, el amor tampoco
puede existir en una utopía marxista.
Sabemos que el amor es necesario ahora más que
nunca. Sin embargo, sin las
familias el amor se marchitará.
FUENTE: “Syllabus Errorum” / “Religión en Libertad”.
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