Por DARDO JUAN CALDERÓN
En grandes predios, para mantener la cohesión y mansedumbre del ganado, cada tanto es necesario reunirlo y hacerlo pasar por los corrales y mangas formando ordenadas filas, dejarlos un rato allí, tirarles algún tentempié para que guarden un buen recuerdo y que luego de volver a experimentar la intemperie, vuelvan mansos al llamado. De esta manera no cuesta tanto la recogida cuando hace falta cargar para la faena.
Cierto es que siempre
hay algún bicho arisco que no entra, y el que no entra una vez, se hace mañoso
y suele no entrar nunca más. A esos, algún día hay que mandarles criollos
aguerridos de lazo y facón para carnearlos a campo abierto.
No pretendo ninguna
originalidad con la analogía entre el manejo del ganado y la sociología de
masas. La necesidad de reunir es cada vez mayor y las elecciones, cada vez más
repetidas, mantienen la cohesión y mansedumbre de las torpes ideas políticas de
la turba. La masa se siente convocada, y en eso adulada, a expresar sus
“diversas opiniones” dentro del cada vez más angosto brete democrático. A la
puerta de salida los administradores señalan los que irán al matadero, los que
serán ordeñados y los que volverán al campo magro a reproducirse para agrandar
o mantener el ganado (es triste verlos criar sus hijos para repetir sus
suertes).
Ya dije una vez que
por muy extrañas y diferentes razones uno se hace arisco, logra zafar del arreo
y ya no lo llevan nunca más. ¡No me vas a señalar! y si quieres mi carne vas a
tener que irme a buscar al campo con gente baqueana de lazo y cuchillo. No digo
que la actitud, así en solitario, no tiene algo de ridículo, pero cuando a
pesar de tu inteligencia el corazón no te dio para ser mensual de la factoría
(que es lo que eligen los más vivos),
entre la opción de obedecer imbécil al arreo, esto es un poco más
estético, se presta al menos para inspirar una milonga como aquel Jacinto
Chiclana.
Los animalitos van
a la manga por diferentes razones: por costumbre, porque van los otros y no
quieren mostrarse diferentes, porque esperan una comidita, por miedo a los
perros y los azotes, y quizá otras que se pueden considerar, siempre muy
justificables y razonables todas. Pero los animales cuasi racionales, que son
el resultado de la masificación, todavía tienen arrestos de algo parecido al
espíritu y también necesitan ser engañados con promesas de felicidad y placeres…
hasta, a veces, con razones altruistas para la vanidad. Para ello se contratan,
además de brutos peones de arreo, bellos aduladores que escriben eslogans, componen himnos, enarbolan banderas y ponen
caritas. Es decir, el verdadero opio del pueblo, en diversas dosis y con
saborizantes de derecha, de izquierda, de bienestar, de odio, de revancha, de
resentimiento o de lujuria. Ahora, ¡oh bella sorpresa! luego de la
democratización de la Iglesia, ¡también hay saborizantes católicos en las
opciones! ¿cómo fue que llegamos a ser una opción democrática posible, después
de tanto antidemocratismo católico? La sorpresa les encanta, ríen y bailan, la
reciben como una bendición del cielo ¡pueden amarnos! ¡y podemos acallar esa
conciencia integrista! Argumentados con cierto milenarismo ramplón, se esgrimen
promesas y apariciones que hablan de un reino de maravillosa justicia que
vendrá previo al cataplum, y, como no hay otra cosa, deberá surgir de alguno de
estos aduladores de masas, ¡abracadabra! como salen flores de la mierda.
Se han escrito filípicas para estos pobres
católicos, por otros pobres católicos, demostrando cuales son los “dogmas
políticos” que se están negando con sus pecaminosas prudencias más que
carnales. Y lo mejor es que estos Catones, censores de la moral política, son
de lo más prudentes con respecto a los Dogmas de la Fe. Lo cierto es que ambos
han sido arreados a uno u otro brete, el de los aduladores políticos o el de
los aduladores religiosos que surgieron de la Segunda Reforma Protestante (Concilio Vaticano II), y unos y otros
se señalan los pecados y apostasías con profusas citas del Magisterio
Eclesiástico en un caso, o del magisterio político en el otro, haciendo las
delicias censoras del Tucho Fernández, que ha prohibido el lenguaje
discriminativo entre católiques.
El pecado no es votar
ni tragarse el Vaticano II, el verdadero pecado de ambos bandos es haberse
hecho burgueses. Y las verdaderas citas que los debieran alcanzar, para
intentar corregirlos de su odioso optimismo, son las del Magisterio Literario del
Desprecio. León Bloy, Louis- Ferdinand Céline y otros genios son los
que arrojan verdadera luz en estos tiempos imbéciles.
Influido por las
más groseras de las adulaciones humanistas, los católicos de uno u otro color
se sienten muy capaces de una acción
efectiva, en cualquier plano. Adoran la pose, se hacen vanidosos y hasta
bravucones, ¡han devenido en optimistas! (todos los idiotas ven el porvenir
rosado). Abandonan el mínimo sentido orgánico y a pesar de sufrir y reventar
mil veces, no aprenden nada, en realidad son holgazanes de alma, incapaces de
un esfuerzo generacional. Han dejado de levantar a los dañados del camino y
sólo hacen lo que “se ve”, lo que “parece”. Adoran la pantalla y el escenario
mucho más que al Altar. ¡Van a cambiar al mundo! ¡Van a reformar el Universo!
¡Flash! ¡Flash! ¡Foto, foto!
A ver si recuerdan
algo con esta oportuna cita del Magisterio
del Desprecio: “La superioridad
práctica de las grandes religiones cristianas está en que no doraban la
píldora. No trataban de aturdir, no buscaban al elector, no sentían la
necesidad de agradar, no meneaban el trasero. Ellas agarraban al Hombre en la
cuna y le decían cuatro frescas autoritarias. Lo ponían en su lugar sin
ambajes: “Tu, pequeña podredumbre
informe, no serás nunca más que una porquería… Desde el nacimientoeres sólo
mierda… ¿Me oyes? … ¡Es la evidencia misma, es el principio de todo! Sin
embargo quizás … quizás… mirándolo bien … acaso tengas una pequeña posibilidad
de hacerte perdonar el ser como eres, tan inmundo, tan excremencial, increíble…
Es poner buena cara a todas las penas, pruebas y miserias de tu breve o larga
existencia. En la perfecta humildad… ¿La vida? cerdo, ¡no es más que una áspera
prueba! ¡No te hagas mala sangre! ¡No le busques cuatro patas al gato! ¡Salva
tu alma, y es ya suficiente! Puede ser que al fin de tu calvario, si eres
extremadamente regular, un héroe de “cerrar la boca”, reventarás dentro de las formas. Pero no es
seguro … con mucho un punto menos pútrido al reventar que al nacer … y quizás …
cuando entres en la noche más respirable que la aurora … ¡Pero no te hagas
ilusiones! ¡Eso es todo! … ¡No te equivoques! ¡No especules sobre grandes
cosas! ¡Para una bosta es el máximo!”
¡Eso era serio! ¡Y dicho por los verdaderos Padres de
la Iglesia! ¡Que conocían su utensilio! ¡Que no se pagaban de ilusiones!
¡La aspiración a la felicidad: esta es la enorme
impostura! ¡Esto es lo que complica la vida! Que hace a la gente tan venenosa,
crápula, intragable. No hay felicidad en la existencia, no hay más que
desgracias más o menos grandes, más o menos tardías, visibles, secretas,
diferidas, solapadas… “Es con las gentes
felices que se fabrican los mejores condenados”. El principio del diablo
sigue en pié.”(MEA CULPA Louis-Ferdinand Céline)
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Hay algo extraño en
estas elecciones: aparecieron católicos, sedicentes
tradicionalistas, y no fueron execrados, no escupieron en su faz los espantosos
argumentos de acusación acumulados por siglos, ni siquiera se tocó el tema.
¿Será que ya no picamos? ¿Esperaban el momento preciso? O ¿Nos
aman? … ¿No estarán - como dice el buen Ferdinand – por convertirnos en carne
de cañón?
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