jueves, 26 de octubre de 2023

LOS CATÓLICOS EN DEMOCRACIA


Por DARDO JUAN CALDERÓN

En grandes predios, para mantener la cohesión y mansedumbre del ganado, cada tanto es necesario reunirlo y hacerlo pasar por los corrales y mangas formando ordenadas filas, dejarlos un rato allí,  tirarles algún tentempié para que guarden un buen recuerdo y que luego de volver a experimentar la intemperie, vuelvan mansos al llamado. De esta manera no cuesta tanto la recogida cuando hace falta cargar para la faena.

Cierto es que siempre hay algún bicho arisco que no entra, y el que no entra una vez, se hace mañoso y suele no entrar nunca más. A esos, algún día hay que mandarles criollos aguerridos de lazo y facón para carnearlos a campo abierto.

No pretendo ninguna originalidad con la analogía entre el manejo del ganado y la sociología de masas. La necesidad de reunir es cada vez mayor y las elecciones, cada vez más repetidas, mantienen la cohesión y mansedumbre de las torpes ideas políticas de la turba. La masa se siente convocada, y en eso adulada, a expresar sus “diversas opiniones” dentro del cada vez más angosto brete democrático. A la puerta de salida los administradores señalan los que irán al matadero, los que serán ordeñados y los que volverán al campo magro a reproducirse para agrandar o mantener el ganado (es triste verlos criar sus hijos para repetir sus suertes).

Ya dije una vez que por muy extrañas y diferentes razones uno se hace arisco, logra zafar del arreo y ya no lo llevan nunca más. ¡No me vas a señalar! y si quieres mi carne vas a tener que irme a buscar al campo con gente baqueana de lazo y cuchillo. No digo que la actitud, así en solitario, no tiene algo de ridículo, pero cuando a pesar de tu inteligencia el corazón no te dio para ser mensual de la factoría (que es lo que eligen los más vivos),  entre la opción de obedecer imbécil al arreo, esto es un poco más estético, se presta al menos para inspirar una milonga como aquel Jacinto Chiclana.

Los animalitos van a la manga por diferentes razones: por costumbre, porque van los otros y no quieren mostrarse diferentes, porque esperan una comidita, por miedo a los perros y los azotes, y quizá otras que se pueden considerar, siempre muy justificables y razonables todas. Pero los animales cuasi racionales, que son el resultado de la masificación, todavía tienen arrestos de algo parecido al espíritu y también necesitan ser engañados con promesas de felicidad y placeres… hasta, a veces, con razones altruistas para la vanidad. Para ello se contratan, además de brutos peones de arreo, bellos aduladores que escriben eslogans,  componen himnos, enarbolan banderas y ponen caritas. Es decir, el verdadero opio del pueblo, en diversas dosis y con saborizantes de derecha, de izquierda, de bienestar, de odio, de revancha, de resentimiento o de lujuria. Ahora, ¡oh bella sorpresa! luego de la democratización de la Iglesia, ¡también hay saborizantes católicos en las opciones! ¿cómo fue que llegamos a ser una opción democrática posible, después de tanto antidemocratismo católico? La sorpresa les encanta, ríen y bailan, la reciben como una bendición del cielo ¡pueden amarnos! ¡y podemos acallar esa conciencia integrista! Argumentados con cierto milenarismo ramplón, se esgrimen promesas y apariciones que hablan de un reino de maravillosa justicia que vendrá previo al cataplum, y, como no hay otra cosa, deberá surgir de alguno de estos aduladores de masas, ¡abracadabra! como salen flores de la mierda.

 Se han escrito filípicas para estos pobres católicos, por otros pobres católicos, demostrando cuales son los “dogmas políticos” que se están negando con sus pecaminosas prudencias más que carnales. Y lo mejor es que estos Catones, censores de la moral política, son de lo más prudentes con respecto a los Dogmas de la Fe. Lo cierto es que ambos han sido arreados a uno u otro brete, el de los aduladores políticos o el de los aduladores religiosos que surgieron de la Segunda Reforma Protestante (Concilio Vaticano II), y unos y otros se señalan los pecados y apostasías con profusas citas del Magisterio Eclesiástico en un caso, o del magisterio político en el otro, haciendo las delicias censoras del Tucho Fernández, que ha prohibido el lenguaje discriminativo entre católiques.

El pecado no es votar ni tragarse el Vaticano II, el verdadero pecado de ambos bandos es haberse hecho burgueses. Y las verdaderas citas que los debieran alcanzar, para intentar corregirlos de su odioso optimismo, son las del Magisterio Literario del Desprecio. León Bloy, Louis- Ferdinand Céline y otros genios son los que arrojan verdadera luz en estos tiempos imbéciles.

Influido por las más groseras de las adulaciones humanistas, los católicos de uno u otro color se sienten muy capaces de una acción efectiva, en cualquier plano. Adoran la pose, se hacen vanidosos y hasta bravucones, ¡han devenido en optimistas! (todos los idiotas ven el porvenir rosado). Abandonan el mínimo sentido orgánico y a pesar de sufrir y reventar mil veces, no aprenden nada, en realidad son holgazanes de alma, incapaces de un esfuerzo generacional. Han dejado de levantar a los dañados del camino y sólo hacen lo que “se ve”, lo que “parece”. Adoran la pantalla y el escenario mucho más que al Altar. ¡Van a cambiar al mundo! ¡Van a reformar el Universo! ¡Flash! ¡Flash! ¡Foto, foto!

A ver si recuerdan algo con esta oportuna cita del Magisterio del Desprecio: “La superioridad práctica de las grandes religiones cristianas está en que no doraban la píldora. No trataban de aturdir, no buscaban al elector, no sentían la necesidad de agradar, no meneaban el trasero. Ellas agarraban al Hombre en la cuna y le decían cuatro frescas autoritarias. Lo ponían en su lugar sin ambajes: “Tu, pequeña podredumbre informe, no serás nunca más que una porquería… Desde el nacimientoeres sólo mierda… ¿Me oyes? … ¡Es la evidencia misma, es el principio de todo! Sin embargo quizás … quizás… mirándolo bien … acaso tengas una pequeña posibilidad de hacerte perdonar el ser como eres, tan inmundo, tan excremencial, increíble… Es poner buena cara a todas las penas, pruebas y miserias de tu breve o larga existencia. En la perfecta humildad… ¿La vida? cerdo, ¡no es más que una áspera prueba! ¡No te hagas mala sangre! ¡No le busques cuatro patas al gato! ¡Salva tu alma, y es ya suficiente! Puede ser que al fin de tu calvario, si eres extremadamente regular, un héroe de “cerrar la boca”,  reventarás dentro de las formas. Pero no es seguro … con mucho un punto menos pútrido al reventar que al nacer … y quizás … cuando entres en la noche más respirable que la aurora … ¡Pero no te hagas ilusiones! ¡Eso es todo! … ¡No te equivoques! ¡No especules sobre grandes cosas! ¡Para una bosta es el máximo!

¡Eso era serio! ¡Y dicho por los verdaderos Padres de la Iglesia! ¡Que conocían su utensilio! ¡Que no se pagaban de ilusiones!

¡La aspiración a la felicidad: esta es la enorme impostura! ¡Esto es lo que complica la vida! Que hace a la gente tan venenosa, crápula, intragable. No hay felicidad en la existencia, no hay más que desgracias más o menos grandes, más o menos tardías, visibles, secretas, diferidas, solapadas… “Es con las gentes felices que se fabrican los mejores condenados”. El principio del diablo sigue en pié.”(MEA CULPA Louis-Ferdinand Céline)

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Hay algo extraño en estas elecciones: aparecieron católicos, sedicentes tradicionalistas, y no fueron execrados, no escupieron en su faz los espantosos argumentos de acusación acumulados por siglos, ni siquiera se tocó el tema. ¿Será que ya no picamos? ¿Esperaban el momento preciso?  O  ¿Nos aman? … ¿No estarán - como dice el buen Ferdinand – por convertirnos en carne de cañón?

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