Mañana comienza la Semana Santa. Actualmente no es posible vivir
corrientemente la semana litúrgica más importante del año, dado que la Iglesia
atraviesa su Pasión. Pero es menester santificarla de algún modo, verbigracia,
procurando entender dicha Pasión.
En ese sentido, ofrezco aquí, por vez primera en español, el
testimonio de Mark Winckler, intérprete de italiano en el Vaticano en el álgido
período 1944-45. Este hombre conoció muy de cerca a Montini (Pablo VI) y a otros prelados
que tomaron parte activa y planificada en la destrucción de la Iglesia. Su
testimonio es demoledor; pero hay un pasaje que quiero resaltar: “Todavía
hay mucho que decir sobre Montini, pero lo esencial está ahí. Este nuevo
Anacleto II, al no tener un San Bernardo que lo denunciara, ni una Cristiandad
que lo combatiera, pudo aplicar impunemente (aquí abajo) el plan del
Anticristo.” Quienes quieran ver en Lefebvre un San Bernardo moderno, están equivocados. Lefebvre, con su heterodoxa doctrina de la
obediencia, con sus sinuosidades, esterilizó la reacción del tradicionalismo.
Por su culpa y de sus erróneas e inéditas enseñanzas, durante 50 años se han
visto como Papas a quienes no lo son, frustrándose una verdadera reacción.
BRUNO ACOSTA
Estimado
señor:
Atenderé con gusto su demanda. La mayoría de los sacerdotes a quienes ofrecí mi testimonio gentilmente respondieron que no me creyeron. Muy mal para ellos.
Yo
era intérprete en el Estado Mayor de junio en Italia (1944-1945) y había sido
invitado a formar parte del "grupo de amistad del patriarcado
romano", cuyo capellán, el Obispo Sergio Pignedoli (hecho cardenal por
Pablo VI y por un momento en equilibrio con Luciani, después de la muerte del
mencionado Pablo VI), trabajó para preparar los espíritus de los príncipes para
un cambio de orientación. De hecho, algunos se convirtieron en masones, como
Giulio Sacchi, actual Gobernador de la Ciudad del Vaticano. Dado que mi nombre
me hizo pasar por judío (pues varias familias judías lo adoptaron para pasar
inadvertidas), fui invitado a asistir a la primera reunión de la "alta
judería" romana post fascista. Después de eso, los marranos del Vaticano
me presentaron a Montini, judío por parte de madre, convertida en ocasión del
matrimonio y también por parte de la familia paterna (cf. "Libro de
Oro" de la nobleza italiana). Pignedoli, íntimo de Montini (se convirtió
en su coadjutor en Milán), fue encargado por él de sondearme y prepararme para
ser su corresponsal en París. Fue el 2 de enero del 45, en ocasión de una
recepción, cuando Pignedoli me presentó al Príncipe de Napoli-Rampolla,
sobrino-nieto del Cardenal y Venerable de la Logia Masónica Rampolla, filial de
la Logia de Zúrich de la "Ordo Templi Orientis" a la que
pertenecieron tanto el Cardenal Rampolla como su sucesor Gasparri. Montini, a
quien todo lo predisponía a ser tomado por la masonería, no sólo por su
familia, sino por sus especiales costumbres (numerosos escándalos tapados),
ingresó en la Secretaría de Estado bajo Gasparri. Su afiliación a la logia
Rampolla me fue claramente afirmada por Pignedoli, quien era miembro y deseaba
que yo fuera iniciado. La futura elección de Montini, el cambio de orientación
de la Iglesia, la apertura al mundo, la democratización y la sovietización de
las estructuras, el ecumenismo, todo esto me fue dicho con un tono de voz un
poco alterado, pero sin demasiados rodeos, mientras caminábamos hacia [la casa]
del Príncipe de Nápoles, dignatario, por otra parte, de la Orden de Malta,
donde los F∴M∴ se han infiltrado en gran número desde el siglo XVIII.
Todavía
hay mucho que decir sobre Montini, pero lo esencial está ahí. Este nuevo
"Anacleto II", al no tener un San Bernardo que lo denunciara, ni una Cristiandad
que lo combatiera, pudo aplicar impunemente (aquí abajo) el plan del
Anticristo. Te certifico este testimonio al pie del tabernáculo (la capilla
está encima de mi escritorio) para el honor de la Verdad; y le ruego que crea,
querido señor, en mi mejor devoción.
Mark
Winckler (24 de abril de 1982)
Pd:
Al no haber seguido las propuestas de Montini y Pignedoli, Montini encargó a
Maritain, entonces embajador ante la Santa Sede (gracias al miserable G.
Bidault), que interviniera ante mi general (Le Coulteux de Caumont) para
enviarme de regreso a Francia…
Fuente: La
voix des Francs Catholiques, n°21, julio de 2011.
Enlace
al original francés: https://ledoctrinaire.blogspot.com/2014/02/lettre-de-marc-winckler-jean-vaquie.html
Nota: Jean Vaquié fue un autor francés, católico tradicionalista, cercano, por ejemplo, al escritor León de Poncins.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario