viernes, 18 de abril de 2025

VIERNES SANTO: EL CAMBIO DOCTRINAL RESPECTO DEL JUDAÍSMO

El cambio doctrinal respecto del judaísmo, aproximadamente a partir del nefasto Concilio Vaticano II, es de las llagas más grandes que a la Iglesia infligieron sus enemigos. A este respecto, presentamos un extracto del prólogo a la edición italiana del libro “Complot contra la Iglesia”. Se comprobará que los conspiradores efectivamente pudieron dar ese golpe, con las terribles consecuencias anunciadas.

 

“Otro de los planes siniestros que fraguan es el de lograr que la Santa Iglesia se contradiga a sí misma, perdiendo con ello autoridad sobre los fieles, porque luego proclamarán que una institución que se contradice, no puede ser divina. Con este argumento piensan dejar las iglesias desiertas y lograr que los fieles pierdan toda su fe en el clero para que lo abandonen.”

“ […] los siniestros conspiradores traman que la Santa Iglesia, al condenar el antisemitismo se condene a sí misma, con los resultados desastrosos que es fácil comprender.”

 

Roma, 31 de agosto de 1962.

Se está consumando la más perversa conspiración contra la Santa Iglesia. Sus enemigos traman destruir sus más sagradas tradiciones y realizar reformas tan audaces y malévolas como las de Calvino, Zwinglio y otros grandes heresiarcas, con el fingido celo de modernizar a la Iglesia y ponerla a la altura de la época, pero en realidad con el oculto propósito de abrir las puertas al comunismo, acelerar el derrumbe del mundo libre y preparar la futura destrucción del cristianismo.

Todo esto, que parece increíble, se pretende realizar en el Concilio Vaticano II. Tenemos datos de que todo se ha tramado en secreto contubernio con los altos poderes del comunismo, de la masonería mundial y de la fuerza oculta que los controla.

Planean iniciar un sondeo previo y comenzar por las reformas que menos resistencia provoquen en los defensores de la Santa Iglesia, para ir llevando, poco a poco, la transformación de ésta hasta donde la resistencia de aquellos lo permita.

Afirman, algo todavía más increíble para quienes ignoran que esas fuerzas anticristianas cuentan, dentro de las jerarquías de la Iglesia, con una verdadera quinta columna de agentes incondicionales a la masonería, al comunismo y al poder oculto que los gobierna, pues indican que esos cardenales, arzobispos y obispos serán quienes formando una especie de ala progresista dentro del Concilio, tratarán de llevar a cabo las perversas reformas, sorprendiendo la buena fe y afán de progreso de muchos piadosos padres.

Aseguran que el llamado “bloque progresista”, que se formará al iniciarse el Sínodo, contará con el apoyo del Vaticano, al que esas fuerzas anticristianas dicen influenciar. Esto nos parece increíble y fruto más bien de alardes jactanciosos de los enemigos de la Iglesia que de una realidad objetiva. Sin embargo, hacemos mención de esto para que se pueda ver hasta dónde quisieran llegar los enemigos de la catolicidad y del mundo libre [aquí, evidentemente, hubo un error de apreciación en los autores. Efectivamente, el “bloque progresista” contó con el apoyo del Vaticano. Nota de la Revista Verdad].

[…] Otro de los planes siniestros que fraguan es el de lograr que la Santa Iglesia se contradiga a sí misma, perdiendo con ello autoridad sobre los fieles, porque luego proclamarán que una institución que se contradice, no puede ser divina. Con este argumento piensan dejar las iglesias desiertas y lograr que los fieles pierdan toda su fe en el clero para que lo abandonen.

Proyectan que la Iglesia declare que lo que durante siglos afirmó era malo, ahora afirme que es bueno. Entre otras maniobras que preparan con dicho fin destaca por su importancia el cambio de actitud de la Santa Iglesia con respecto a los judíos réprobos, como llamó San Agustín tanto a los que crucificaron a Cristo como a sus descendientes, enemigos capitales del cristianismo.

La unánime doctrina de los grandes Padres de la Iglesia, ese “unanimis consensus Patrum” que la Iglesia considera como fuente de fe, condenó a los judíos infieles y declaró buena y necesaria la lucha contra ellos; lucha en la que poniendo el ejemplo participaron destacadamente, como lo demostraremos con pruebas irrefutables, San Ambrosio Obispo de Milán, San Jerónimo, San Agustín Obispo de Hipona, San Juan Crisóstomo, San Atanasio, San Gregorio de Nazianzo, San Basilio, San Cirilo de Alejandría, San Isidoro de Sevilla, San Bernardo y hasta Tertuliano y Orígenes; estos dos últimos en su época de indiscutible ortodoxia.

Además, durante diecinueve siglos la Iglesia luchó enérgicamente contra los judíos, como lo demostraremos también con documentos fidedignos como las bulas de los Papas, actas de concilios ecuménicos y provinciales como el famosísimo IV de Letrán y muchos otros, doctrinas de Santo Tomás de Aquino, de Duns Scott y de los más importantes doctores de la Iglesia, y también con fuentes judías de incontrovertible autenticidad, como las enciclopedias oficiales del judaísmo, las obras de ilustres rabinos y las de los más famosos historiadores judíos.

Pues bien, los conspiradores judíos, masones y comunistas pretenden en el próximo Concilio, aprovechando, según dicen ellos, el desconocimiento de la mayoría del clero sobre la verdadera historia de la Iglesia, dar un golpe de sorpresa pugnando que el santo Concilio ecuménico que está por reunirse condene el antisemitismo y condene toda lucha contra los judíos, que, como lo demostraremos también en esta obra con pruebas incontrovertibles, son los dirigentes de la masonería y del comunismo internacional. Pretenden que se declare que los judíos réprobos, considerados como malos por la Iglesia durante diecinueve siglos, sean declarados buenos y queridísimos de Dios, contradiciendo con ello el “unanimis consensus Patrum” que estableció precisamente lo contrario, así como lo afirmado por diversas bulas papales y cánones de concilios ecuménicos y provinciales.

Como los judíos y sus cómplices dentro del clero católico consideran antisemitismo toda la lucha contra las maldades de los judíos y sus conspiraciones contra Cristo Nuestro Señor y la Cristiandad, han declarado, según lo demostraremos también en este libro, que las fuentes del antisemitismo han sido: el mismo Cristo, los Evangelios y la Iglesia Católica, que durante casi dos mil años lucharon en forma perseverante en contra de los judíos que repudiaron a su Mesías.

Lo que tratan pues, con la condenación del antisemitismo –que a veces llaman racismo antisemita- es que S.S. el Papa y el sacro Concilio que está por reunirse, al condenar el antisemitismo se siente el precedente catastrófico de que la Iglesia se contradiga a sí misma y condene además, sin darse cuenta y en forma tácita, al mismo Cristo Nuestro Señor, a los Santos Evangelios, a los Padres de la Iglesia y a la mayoría de los Papas, entre ellos a Gregorio VII (Hildebrando), a Inocencio II, a Inocencio III, a San Pío V y a León XIII, que como lo demostraremos en esta obra lucharon encarnizadamente contra los judíos y la Sinagoga de Satanás.

Al mismo tiempo, con tales condenaciones lograrían sentar en el banquillo de los acusados a muchísimos concilios de la Santa Iglesia, entre ellos, los ecuménicos de Nicea y II, III y IV de Letrán, cuyos cánones estudiaremos en este libro y que tanto lucharon contra los hebreos. En una palabra, los siniestros conspiradores traman que la Santa Iglesia, al condenar el antisemitismo se condene a sí misma, con los resultados desastrosos que es fácil comprender.

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