Por BRUNO ACOSTA
Comienzo a redactar estas líneas habiendo transcurrido un tiempo prudencial desde la “elección papal” de Robert Francis Prevost, quien tomó el nombre de “León XIV”. Durante ese lapso, y como corresponde, he estudiado su figura, y he meditado.
Lo primero que quiero aclarar, y no es menor, es que dejo
de lado adrede la cuestión sobre si tanto él como los “obispos” que
participaron en el cónclave fueron consagrados de forma válida. Al respecto, léase
el estudio del padre Cekada, titulado “Absolutamente nulo y enteramente
vano” (2006). Solamente a priori -y para motivar el sentido común del
lector- cabría preguntarse por qué los modernistas, si destruyeron el resto de
los sacramentos con sus reformas (notablemente, la Santa Misa, en 1969), no
habrían de hacerlo con los demás. La reforma del rito de ordenación episcopal
fue impulsada por el modernista Bernard Botte, y promulgada en 1968 por
Montini, alias “Pablo VI”.
En adelante, y sin pretender, como es obvio, agotar el
tema, analizaré algunas facetas del nuevo “Papa” de la “Iglesia” conciliar, y
daré mi opinión acerca del significado de su elección.
Prevost, delfín de Bergoglio
Un primer punto, objetivo e incontrastable, es el estrecho vínculo entre Robert Prevost y Bergoglio, alias “Francisco”. De consuno, esto no habla bien de él, ya que Bergoglio, como he escrito fundamentado en las palabras de León XIII (¡justo León XIII!) fue un “partidario del reino de Satanás” (LEER HACIENDO CLIC AQUÍ). En 2014, Bergoglio lo nombró administrador apostólico de la diócesis peruana de Chiclayo. Poco después, recibió su “ordenación episcopal” de manos de James Green, y en 2015 fue nombrado “obispo” de la misma localidad. En 2020, “Francisco” lo designó miembro de la Congregación de Obispos y en 2023 perfecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Además, lo ingresó en otros siete dicasterios (para la Evangelización, para la Doctrina de la Fe, para las Iglesias Orientales, para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, para la Cultura y la Educación, para los Textos Legislativos). Como colofón, Bergoglio lo nombró cardenal el 30 de setiembre de 2023 (hace tan sólo un año y medio).
Es decir: desde 2014, siempre durante el “pontificado” de
“Francisco”, Prevost tuvo un ascenso meteórico en la jerarquía eclesiástica,
ascenso, naturalmente, “bendecido” por el argentino, hasta llegar al cardenalato
en 2023. Estos hechos, empíricos e incontrastables, demuestran palmariamente
que existía un estrecho vínculo entre el nuevo “León XIV” y Bergoglio.
Prevost, pues, y aplicando una terminología politiquera, es un “delfín” de
Bergoglio. Esta circunstancia se
hizo patente -de manera inédita- en el discurso inicial del nuevo “Papa”: sólo
le faltó vitorear a su mentor. Concretamente, Prevost mencionó a Bergoglio en
dos ocasiones:
“Todavía conservamos en
nuestros oídos esa voz débil pero siempre valiente del Papa Francisco que
bendecía a Roma.”
Y con semántica marxista afirmó: “Ayúdennos ustedes también, y ayúdense unos a otros a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz. ¡Gracias al Papa Francisco!”
Por lo demás, el propio
nombre elegido por Prevost, aunque él haya dado otra explicación, parece ir en
esa línea. León de Asís fue un fiel compañero de San Francisco de Asís. El detalle
no parece ser casual.
Las similitudes de Prevost con Bergoglio
Por aquello del “dime con quién andas y te diré quién
eres”, si Prevost fue cercano a Bergoglio, debe, connaturalmente, coincidir
con él en numerosos aspectos. El hecho de que ambos pertenezcan al clero
regular y de que, tras centurias, dos “Papas” de esas características sean
subsiguientes, resulta casi anecdótico. Hay cuestiones más profundas que ligan
a Prevost con Bergoglio, todas negativas. Enumeraré, a título enunciativo, unas
cuatro:
1) Un hombre de las “periferias”. Como lo han señalado los medios de comunicación de masas
utilizando el lenguaje ramplón de Bergoglio, Prevost es un hombre procedente de
las “periferias”. O, mejor dicho, que ha tenido una luenga actividad
“pastoral” en las “periferias”, más concretamente en las peruanas. Así como
Bergoglio procedía de las “periferias” bonaerenses; también “León XIV”, si bien
yanqui de nacimiento, “es el menos estadounidense de los estadounidenses”:
viene de la tierra del altiplano. Y prefiere utilizar la lengua de Castilla
(tal como lo hizo en su primo mensaje) a la de su tierra natal.
2) La pena capital “no es admisible”. Con el bozal bien ajustado, en abril de 2022, el entonces obispo de la diócesis
de Chiclayo dijo que “como Iglesia nosotros enseñamos que la pena de
muerte no es admisible” (VER VIDEO AQUÍ). De esa forma, replicó la posición
de “Francisco”, expresada en 2015 y concretada en 2018 con la reforma del
artículo 2276 del Código de Derecho Canónico, declarándola “inadmisible” en
cualquier caso.
Así, tanto Prevost como Bergoglio derribaron una
enseñanza eclesial dos veces milenaria. Siempre la Iglesia sostuvo la
admisibilidad de la pena capital. Desde el punto de vista de ambos, pues, la
Iglesia puede errar; la Iglesia no es santa, no es indefectible. ¿A qué seguir
sus enseñanzas, entonces, si lo que Ella hoy afirma, mañana lo puede negar? ¿A
qué creer que está divinamente asistida, si puede equivocarse? ¿Acaso Dios
yerra? La premisa y la conducta de ambos (que es la misma que la de todos en la
“Iglesia” conciliar) fue taxativamente contradicha por el Papa San Pío X, quien
en su Catecismo (1905), número 176, ante la pregunta ¿puede errar la Iglesia
en lo que nos propone para creer?, responde: “No, señor; en las cosas
que nos propone para creer la Iglesia no puede errar, porque, según la promesa
de Jesucristo, está permanentemente asistida por el Espíritu Santo.”
Erró la Iglesia, por tanto, durante dos mil años, desde la perspectiva de
sendos “Papas” modernistas, en lo que respecta a la pena de muerte; y se
equivocó San Pío X al establecer esa máxima. ¿O será que quienes yerran son
Bergoglio y Prevost, empachados de “periferias” y hueros de doctrina? ¿Será que
ellos no pertenecen verdaderamente a la Iglesia, porque contrariando dos
milenos de magisterio, enseñan el error? ¡La Iglesia no puede equivocarse! ¡La
Iglesia no puede contradecirse!
3) Adhesión a la plandemia. El año 2020 encontró a Prevost en el Perú. Como se puede apreciar en un archivo de video (CLIC AQUÍ), se plegó enteramente al “discurso de la pandemia” dictado por el Foro Económico Mundial. Esto es: cooperó sumisa e irreflexivamente con el globalismo. El agustino coincidió con Bergoglio en que “vacunarse es un acto de amor” y así lo demostró difundiendo el famoso cuan macabro video del argentino en la red social “X”.
4) La herejía sinodal. Finalmente, toca analizar este punto trascendental que constituye
una herejía. El “magisterio” bergogliano, a tono con el Concilio Vaticano II,
promovió la sinodalidad; es decir: hacer de la Iglesia una estructura
horizontal y no vertical; democrática y no monárquica. Prevost en su discurso
desde el balcón de la Basílica de San Pedro tuvo la osadía de afirmar
textualmente: “queremos ser una Iglesia sinodal”. Mas la
institución del Primado Apostólico en el Bienaventurado San Pedro es un dogma
de fe; en ese sentido, se lee en la Pastor Aeternus (1870) del Concilio
Vaticano I: “A esta enseñanza tan manifiesta de las Sagradas Escrituras,
como siempre ha sido entendido por la Iglesia Católica, se oponen abiertamente
las opiniones distorsionadas de quienes falsifican la forma de
gobierno que Cristo el Señor estableció en su Iglesia y niegan que solamente
Pedro, en preferencia al resto de los apóstoles, tomados singular o
colectivamente, fue dotado por Cristo con un verdadero y propio primado de
jurisdicción.” Y un poco más adelante concluye ese documento: “Por
lo tanto, si alguien dijere que el bienaventurado Apóstol Pedro no fue
constituido por Cristo el Señor como príncipe de todos los Apóstoles y cabeza
visible de toda la Iglesia militante […] sea anatema”.
El propio San Pío X en su mentado catecismo no deja lugar a dudas. Ante la pregunta ¿hay alguna distinción entre los miembros que componen la Iglesia? (número 181) responde: “Entre los miembros que componen la Iglesia hay una distinción notabilísima, porque hay en ella quien manda y quien obedece, quien enseña y quien es enseñado”. ¿Dónde quedan, entonces, las horizontalistas mesas circulares de Bergoglio, que se vieron, con pavor, en el cacofónico cuan nefando “Sínodo de la Sinodalidad”? ¿Qué ocurre con Prevost, discípulo de Bergoglio? ¿Puede ser cabeza de la Iglesia si no es, por ser hereje, miembro de la misma? Recuérdese, con San Jerónimo, que “algunos pecadores son excluidos del Cuerpo de la Iglesia por la excomunión que contra ellos se lanza; pero no así los herejes, que de suyo se apartan del Cuerpo de Cristo”. “Los Santos Padres -escribe el eminente jesuita Joaquín Sáenz y Arriaga- enseñan acordemente no tan sólo que los herejes están fuera de la Iglesia; sino también, ipso facto, por lo mismo, que carecen de toda jurisdicción y dignidad en la Iglesia”. Someto estos conceptos al buen criterio del lector.
Si hacía falta condensar todas estas heterodoxias,
Prevost mismo facilitó la tarea en su encuentro con el Colegio Cardenalicio el 10
de mayo de 2025. Allí dijo: “[…] quisiera que renováramos juntos, hoy,
nuestra plena adhesión a ese camino, a la vía que desde hace ya decenios la
Iglesia universal está recorriendo tras las huellas del Concilio Vaticano II.”
No hay misterio, ni es tampoco sorprendente: Prevost, sin perjuicio de las
piadosas oraciones implorando “un Papa santo”, es fiel al “complot contra la
Iglesia”, al “1789 en la Iglesia” que fue el masónico conciliábulo. Hay que
dejarse de beaterías y enfrentar la realidad.
La diferencia de Prevost con Bergoglio
Ahora bien, si está claro que Prevost, en esencia,
encarna el maligno espíritu de Bergoglio; según los analistas y el criterio que
prematuramente he forjado, tienen una diferencia: el estadounidense venido a
“latino” (como dirían, prosaicamente, quienes adoptan la fea semántica del
enemigo) es un tanto más “discreto” en sus manifestaciones externas. El
ropaje con que salió, verbigracia, a su primera presentación en el balcón de la
Basílica de la Plaza de San Pedro, es más aceptable que el bergogliano, quien
no tuvo empacho en violentar, desde el primer segundo (ad litteram), la
dignidad del cargo que usurpaba; por otro lado, no se le conocen declaraciones
grotescas, ordinarias, hasta blasfemas, ni gestos escandalizantes, como se le
conocían a Bergoglio en la Argentina antes del triste 13 de marzo de 2013
(léase, en ese sentido, el libro “La Iglesia Traicionada” del Dr.
Antonio Caponnetto). En definitiva, parecería que, dadas sus cualidades,
Prevost continuará el legado de Bergoglio sin las excentricidades del otrora
párroco de Flores.
El significado de su elección. El peor escenario: marchas
y contramarchas leninistas
Escribía el Dr. Carlos Disandro en 1992: “La estrategia
a la que aludo consiste, en el más puro estilo leninista, en marchas y
contramarchas, para avanzar siempre en la destrucción de los fieles”. Este
es, creo, el significado de la elección de Prevost. Si bien es, por lo visto, un
hombre de Bergoglio y que no es, por tanto, católico sino conciliar (ya
que el Concilio Vaticano II importa una nueva religión adulterada, con sus sacerdotes,
sus ritos, sus santos, etc.) aparentemente, vista su mayor “discreción”, es
un hombre que podría oficiar de “contramarcha”, tras la estrepitosa “marcha” de
“Francisco”. La estrategia es la misma: desfondar la fe. La forma varía.
El escenario -hablando sólo en términos humanos, puesto que, como he sostenido, hoy lo que se impone es la mirada sobrenatural- es el peor que podría imaginarse. Es el más siniestramente inteligente. Un “Francisco II” totalmente desbocado -como querían algunos progresistas radicales- llamaría mucho más la atención y podría generar (como lo hacen a veces los extremos), la reacción opuesta. Los golpes de Estado, los cismas, las respuestas abisales, se dan cuando la situación es patentemente crítica; eligiendo a un hombre como Prevost -quien es, en definitiva, un Bergoglio con mejores modales y un par de lecturas más- se aplaca la reacción de los pocos católicos que podrían quedar en la “Iglesia” conciliar.
De forma precoz, ya cayó en esa trampa Rubén Peretó
Rivas, del blog “El Wanderer”. Insólitamente (¡ya estás grande, Rubén!) expresó:
“Vayamos a algo más importante aún: la misa celebrada hace pocas horas en la
Capilla Sixtina. Es verdad que hubiese preferido que usara el altar y no la
tavolina, y que llevara ornamentos más bellos, pero debo decir que hacía mucho
que no escuchaba una homilía tan católica y tan teológica. Habló pura y
simplemente de Cristo. Recomiendo vivamente que la escuchen porque es
edificante. Cristo como centro de la Iglesia, de la historia y de nuestros
corazones. No habló ni de Iglesia sinodal, ni de los pobres, ni del diálogo, ni
del cambio climático: habló de Cristo.” Si se nos perdona la chanza, Peretó
parece una “chica fácil”. Se la conquista rápido. Y no capta que, por ejemplo,
de la “Iglesia sinodal” (herejía per se) habló Prevost en su primerísima
alocución y al otro día, ante el Colegio Cardenalicio.
La proverbial “línea media” no aprende más;
estimo que, entre otras, por dos razones: 1) Una profunda y preternatural
“ceguera espiritual”, a la que refiere el caro Alejando Sosa Laprida; 2) Una
obediencia teóricamente errónea y prácticamente emasculante. Véase, a ese
respecto, ese caso del blog “El Wanderer” (“León XIV: Por qué soy moderadamente optimista”) y de Federico Highton (“¡Viva el Papa!”, en “Infocatólica”).
Vulgar y sucinta conclusión
Por lo visto es Prevost, dicho vulgarmente, “el mismo
perro con distinto collar”. Continuador, con matices, de Bergoglio en
particular y del Concilio Vaticano II en general. En puridad, no es católico,
es conciliar. Nada de esto sorprende.
Su elección fue inteligente desde la perspectiva del Mal,
porque un candidato más paladinamente radical (un “Francisco II”) podría haber
generado, a esta altura y tras doce años de Bergoglio, un efecto contrario. Se
seguirá avanzando, pues, en “la destrucción de los fieles”, en el
desfondamiento de la Fe, hasta que Dios lo permita. Lo que se impone es la mirada parusíaca.
Dios nos guarde, nos libre de todo mal y nos de gracias
para conservar nuestra Fe.
Post Fascio
Finalmente, comparto esta enseñanza de Joaquín Sáenz y
Arriaga, proferida oportuna y anticipadamente en 1973:
“Conviene tener ideas muy claras sobre estos puntos, para poder librarnos del chantage de la ‘obediencia’, que los ‘papólatras’ quieren imponernos, como si el culto al Papa, aunque fuese herético, significase la suprema obligación de la vida cristiana. La autoridad y la obediencia son correlativos. Cuando hay crisis de autoridad, necesariamente hay crisis también de obediencia. Porque la autoridad humana, cualquiera que ella sea, es siempre dependiente, es siempre súbdita de otra Suprema Autoridad, a la cual representa, de quien dimana y de la cual nunca puede emanciparse. Al desconocer el hombre, revestido de autoridad en este mundo (cualquier hombre que sea y cualquiera autoridad que tenga) la Suprema Autoridad de Dios, al pretender emanciparse de sus divinos preceptos, imponiéndoles a sus súbditos algo que contradice la Voluntad de Dios, el hombre queda despojado de toda autoridad, no representa ya a Dios, no está respaldado por la Autoridad de Dios; no puede mandar en nombre de Él, al pretender hacerse a sí mismo fuente de toda autoridad y de toda ley. ‘El Estado soy yo’, ‘yo soy la ley’, ‘no hay más autoridad que la mía’. Esto es despotismo, tiranía, abuso del poder. Y los súbditos, al sujetarse contra su conciencia, contra la doctrina inmutable de la fe, contra las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia de veinte siglos, de todos los Papas y de todos los Concilios para aceptar las enseñanzas de los dos últimos Papas y del Vaticano II, haciendo a un lado la tradición, no obedecen, se entregan; ponen al hombre por encima de Dios. La obediencia que no antepone a Dios sobre las leyes y los caprichos de los hombres, lejos de ser virtud es cobardía, es traición al Señor. Por eso dijo San Pedro: "Obedire oportet Deo, magis quam hominibus". ES NECESARIO OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES”.
Bruno es un buen análisis, pero sinceramente quiera Dios que el Papa León XIV "me tape la boca" y ojalá me equivoque en esas palabras tuyas que también hago mías. Mientras tanto recemos por el Romano Pontífice que tanto necesita de nuestras oraciones. Deus vult
ResponderBorrarMuy bien dicho, Bruno. Lo felicito por su coraje y lucidez. La mayoría no quiere -o no puede-, aceptar la realidad. Siguen viviendo en su mundo ilusorio, fundado en ficciones pueriles y vanas esperanzas, añorando los "buenos viejos tiempos" de Wojtyla y Ratzinger, los "heraldos de la fe" que convocaban a las falsas religiones del orbe a orar a sus ídolos para obtener "la paz en el mundo". No hay peor ciego que quien no quiere ver. Nada más que añadir...
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