LOS FRUTOS MALOS DE LA “ALTERNANCIA”.
Nuestra primera publicación –la más controvertida de las tres- sentó el siguiente principio: nada, absolutamente nada substancial cambiará en los próximos cinco años, con la presidencia del Dr. Luis Lacalle Pou. Y subrayamos la palabra: substancial. Puesto que –como también afirmamos- si bien podrán existir retoques en materias accesorias, no se alterará la raíz, el sustrato teológico- filosófico del asunto, que no es otro que el ser- tanto Lacalle Pou y sus correligionarios, como el marxismo frenteamplista- tributarios de la Revolución mayusculada. Maldita Revolución que, de no trocar en Contrarrevolución –y, a esta altura, la Esperanza estriba, casi meramente, en una intervención divina- seguirá destruyendo inmisericordemente todo Bien, toda Belleza y toda Verdad.
Fundamentemos, una
vez más, nuestros asertos. Estudiemos, esta vez, y a esos efectos, el
pensamiento del futuro Ministro de Educación y Cultura del Uruguay, el Dr.
Pablo Da Silveira. Sentemos, desde ya, el principio: su cosmovisión no puede
ser más heterodoxa y lamentable. Quien dirigirá la formación de la juventud
oriental –función que es, a nuestro entender, la principal del gobierno civil-
es un petulante sionista y liberal.
Que es un sumiso servidor de la Sinagoga –al igual que Lacalle Pou, como quedó sentado en nuestro primer artículo- lo constata su praxis: fue uno de los presentadores del libro “Israel, la Trinchera de Occidente”, por Julio María Sanguinetti, encomiástico panfleto pro israelí; e integra la “Comisión Honoraria para la Conmemoración de los 75 Años de la Liberación de los Campos de Exterminio Nazis y la Memoria de las Víctimas del Holocausto” (sic), creada por decreto del Presidente Tabaré Vázquez el 13 de diciembre de 2019. Lo constata, a la vez, su teoría: verbigracia, al estampar resuelto, en febrero de 2019, en entrevista con el “Semanario Hebreo”, que “ […] el mundo es un lugar mejor porque existe el Estado de Israel”.
Da Silveira, orador en tripunte encuentro |
Que es liberal y
por tanto portador de cuenta disparatada premisa y decimonónica falacia existe, lo testimonia la misma
nota: “[…] ese valor [se refiere al individualismo] está siendo amenazado y
bajo ataque en nombre de entidades colectivas como el pueblo, la cultura, la
acción religiosa o cosas por el estilo, que reivindican una capacidad de tomar
decisiones y de priorizar lo colectivo por encima de la persona, [y] por lo
tanto tomar decisiones que puedan sacrificar la libertad personal de las
personas en beneficio de la integridad de las formas tradicionales de vida
[…]”. Disyuntiva falsa. ¡Ojo, no vayamos a molestar al atomizado eunuco de la
veintiuna centuria; no vayamos a perturbarlo, que para eso ya existen los
sicólogos! No lo insertemos en las “formas tradicionales de vida” adonde pueda,
en comunión perfecta, necesaria y connatural entre su persona y el colectivo,
realizar las potencialidades de su alma. Dejémoslo disociado y enfermo en la
metrópolis cosmopolita posmoderna.
Para no gastar más
tinta, finalicemos asentando que -a más de otros desplantes y expresiones
políticamente correctísimas, que dejaron solazada a su interrogadora, Ana Jerozolimski-
en la misma entrevista el Dr. Pablo Da Silveira manifestó una marcada
aliadofilia y aseguró que el herrerismo “es una mala manera de ser blanco”. Se
trata, pues, de un blanco independiente, es decir, un blanco de tendencias
siniestras, seguidor del gran histrión “defensor las instituciones” (y de sus
sinecuras, ante todo), Wilson Ferreira Aldunate.
Tal parece ser la heterodoxa cosmovisión del futuro Ministro de Educación y Cultura, el Dr. Pablo Da Silveira. Nada, pues -insistimos- substancial cambiará en lo sucesivo: con diferencia de matices y de grados, innúmeros hijos de la Revolución saldrán de los institutos de enseñanza uruguayos durante los próximos cinco años.
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