PATÉTICAS CONSECUENCIAS DEL DILETANTISMO.
Ya vinieron los Reyes Magos y dejaron regalitos al Niño Jesús. Culminó la Navidad. Tiempo vivo, palpitante, colorido y cálido; tiempo de santos arrebatos del corazón. Y tiempo –por qué no- de nostalgias.
La dulzura que por antonomasia define a la Navidad, tras dos siglos y poco -¡nada más! de libertad y fraternidad a raudales, ha desaparecido. La libertad y la fraternidad -¡y no olvidemos a la igualdad!- no han traído, sorprendentemente, más calor y color, sino un ambiente truculento, de taberna crapulosa –o peor- de camposanto abandonado.
Vitral en la Stille Natch Kapelle (Austria), tributando al creador del villancico "Noche de Paz", el Padre Joseph Mohr |
Los individuos, liberados del yugo del monarca –como quería Montesquieu- no han enderezado sus
vidas, sino que, al contrario, las han perdido.
Aterradores titulares: en la Noche de Navidad, un hombre mató a su “pareja” y a la hermana de ésta; otro, mató a la hija de su “expareja”. Tres viles asesinatos durante la “Noche de Paz”.
Miedo y terror, infernales gemidos: el legado de tres o cuatro diletantes franceses.
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