A principios de
siglo, los grandes medios de comunicación, al unísono, aseguraban que en Irak
existían “armas de destrucción masiva” y que, por tanto, se justificaba una
invasión por parte del ejército yanqui. Fueron muy pocos los que cuestionaron
la versión.
Hoy es sabido –confesión del Departamento de Estado mediante- que, lisa y llanamente, esas “armas de destrucción masiva” no existían. Lo que se realizó fue una operación de bandera falsa tendiente a justificar el derrocamiento del gobierno iraquí, suplantarlo por uno afín y extraer recursos naturales a raudales.