jueves, 13 de marzo de 2025

DOCE AÑOS CON BERGOGLIO


“No faltaba más que si un lobo hambriento y carnicero quiere devorar la Iglesia, la condición de ésta fuese tan miserable que no pudiera defenderse arrojando al intruso” (San Roberto Bellarmino)

 

Se cumplen hoy doce años de la asunción del Antipapa Jorge Mario Bergoglio.

Lo de Antipapa lo decimos nosotros, no Alejandro, cuyos textos adjuntamos. Es el momento de llamar, virilmente, a las cosas por su nombre. Si es que este poseso está hace doce años ocupando la silla petrina (maguer no nos olvidamos de sus predecesores) es por falta de valentía y de virilidad en los católicos; por falta de auténticos santos. ¿O acaso San Bernardo, el soldado-monje, testigo de la Fe, andaría con minucias teológicas o, lo que es peor, canónicas, para llamar de Antipapa a Bergoglio, quien supo decir, verbigracia, que “Jesús se hizo pecado”? ¿Soportaría ese santo varón semejante blasfemia?

Es que el siglo veintiuno es el siglo de los estrógenos. Es el siglo de los emasculados, y mucho más dentro de la Iglesia- institución. Hacen falta varones santos que llamen a las cosas, oportune et importune, por su nombre.

 

Ofrecemos a continuación el trabajo de Alejandro Sosa Laprida, quien con erudición y prolijidad sobresalientes, ha dado cuenta del nefasto “pontificado” de Bergoglio. Primero, una publicidad de su último libro -con el prólogo de Flavio Infante-; segundo, un demoledor artículo: “La religión del Vaticano no es el catolicismo”.

BRUNO ACOSTA

 


NOVEDAD EDITORIAL

DOCE AÑOS CON FRANCISCO

Ecumenismo, modernismo y apostasía en el Vaticano

Alejandro Sosa Laprida





ÍNDICE

 

1. Prólogo - Flavio Infante - p. 3

2. Introducción - p. 7

3. Un debate sobre la crisis conciliar - p. 11

4. Bergoglio y la pena de muerte - p. 39

5. Crisis de la Iglesia y punto de no retorno - p. 43

6. Ayudemos al Santo Padre - p. 45

7. La serpiente del Vaticano - p. 62

8. Bergoglio y el judaísmo - p. 79

9. Bergoglio promueve las falsas religiones - p. 85

10. El Vaticano bendice la sodomía - p. 100

11. Bergoglio a transexual: “querida hermana” - p. 102

12. Los homosexuales “viven el don del amor” - p. 103

13. Francisco, “rabino de referencia” - p. 104

14. El Soberano Blasfemador del Vaticano - p. 118

15. La fraternidad es ancla de salvación para la humanidad - p. 127

16. Francisco y la ideología homosexualista - p. 133

17. Francisco promueve la agenda LGBT - p. 142

18. Francisco el pornógrafo - p. 145

19. La apostasía vaticana continúa - p. 154

20. Benedicto XVI: ¿Doctor de la Iglesia? - p. 158

21. Ecumenismo y apostasía - p. 185

22. Ceguera espiritual y negación de la realidad - p. 190

23. La religión bergogliana es modernismo puro - p. 235

24. Todas las religiones son un camino para llegar a Dios - p. 240

25. Bergoglio redobla la apuesta - p. 242

26. Bergoglio promueve la religión de la masonería - p. 244

27. Dios no puede ser Dios sin el hombre - p. 248

28. La Iglesia conciliar contra el Estado católico -  p. 249

29. La religión del Vaticano no es el catolicismo - p. 256

30. Una mirada escatológica - p. 264

31. Epílogo - p. 268

32. Contratapa - p. 269

 

Enlace al libro en Amazon Kindle:

https://www.amazon.es/dp/B0DYB43NPZ

Descargar el PDF:

https://drive.google.com/file/d/1zldob9WU1DD8nO-dpxTXZ7nIxmxG1tnj/view

 

INTRODUCCIÓN

Este libro no es más que una modesta selección de textos que he ido publicando durante estos últimos años en diferentes páginas digitales sobre el actual pontificado -y, más ampliamente, sobre la crisis eclesial post conciliar-, a semejanza de mis anteriores trabajos, Apostasía vaticana, publicado hace exactamente dos años, en marzo de 2023 y Con voz de dragón, en septiembre de 2017.

El objetivo es doble: dejar un testimonio para la posteridad sobre la gravísima situación en que se encuentra la Iglesia por la infiltración modernista en su seno -alcanzando a las máximas autoridades romanas-, y contribuir a generar, en la medida de mis muy limitadas posibilidades, una urgente toma de conciencia por parte de una feligresía mayoritariamente desorientada, engañada por malos pastores y, en gran medida, descarriada del recto camino de la fe y la moral católicas por falsos profetas y por lobos voraces disfrazados con piel de cordero.

Estas últimas características -como a buen seguro ya lo habrán intuido-, las aplico de modo rotundo a quien desde hace doce interminables años se presenta ante el mundo nada menos que como el Sucesor de San Pedro, el Vicario de Cristo en la tierra y el Soberano Pontífice de la Iglesia. Pero no solamente a su persona, ni de manera exclusiva a los últimos años de la vida de la Iglesia, como si el cúmulo de males presentes hallara su raíz profunda en los desbarajustes bergoglianos. Es éste un punto de divergencia mayor que me mantiene apartado del número creciente de católicos que, con el paso del tiempo, han ido adoptando una actitud cada vez más crítica hacia el actual pontificado.

Muchos se escandalizan de mi postura -a menudo tachada de extremista e irrespetuosa-, lo que lamento sinceramente, pero  la verdad es que me veo obligado en conciencia a obrar como lo hago. Porque, al considerar lo sucedido en las décadas recientes, no puedo dejar de interrogarme:

¿Habría sido posible el escándalo de la Pachamama en el Vaticano sin las asambleas multiconfesionales de Asís, convocadas en tres ocasiones por “San” Juan Pablo II -siendo el Cardenal Ratzinger nada menos que el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe-, y más tarde también organizada por Benedicto XVI y el mismo Francisco?

¿Sería posible hoy la persecución de la misa tradicional desatada por el motu proprio Traditionis Custodes sin la previa promulgación del nuevo misal romano por “San” Pablo VI en 1969, el cual, en buena lógica, hizo cesar el anterior -de facto y de iure-, lo que evidencia la falacia de los supuestos dos modos -ordinario y extraordinario- del único  rito romano, esgrimida por Benedicto XVI en Summorum Pontificum, asunto en el cual, nobleza obliga, la razón asiste a Bergoglio?

¿Podrían haber sido convocados los aquelarres multireligiosos de Asís                                    -anualmente renovados desde 1986-, si no hubiese existido la declaración conciliar Nostra Aetate sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas?

¿Habría sido imaginable el homenaje a Lutero y a la falsa reforma protestante sin la promulgación del decreto conciliar Unitatis Redintegratio sobre el ecumenismo, en flagrante oposición a los principios establecidos por Pío XI en su encíclica Mortalium Animos?

¿Habría sido posible la disolución de las costumbres en el clero, el relajamiento y la laicización generalizada de sacerdotes y religiosos, y la acelerada extinción de la vida religiosa -particularmente de la contemplativa-, sin el mundano aggiornamento promovido por el “Beato” Juan XXIII y por el “Santo” Pablo VI en la Iglesia y en las congregaciones religiosas?

En definitiva: ¿podría haber habido un pontificado tan heterodoxo y escandaloso como el actual en tiempos previos al concilio?

Todo lleva a responder por la negativa: ninguno de los desastres acaecidos durante estos últimos doce años de la vida de la Iglesia hubiesen podido tener lugar sin el evento conciliar y sus innovaciones doctrinales, sin el magisterio post conciliar que las profundizó y la vorágine de reformas efectuadas en todos los ámbitos de la vida eclesial desde la década del 60’, que dieron la impresión de constituir, más que una legítima reforma guiada por un sano criterio prudencial, una auténtica revolución, un giro copernicano, una ruptura substancial con relación a los dos mil años previos de la historia de la Iglesia.

¿Qué hacer, entonces, ante este panorama desolador, apabullante, distópico -por no decir diabólico-, sin dejarse abatir ni caer en el desánimo? Pues, sencillamente, dar testimonio público, en la medida de las posibilidades de cada uno, con caridad, humildad y prudencia, tomando siempre en cuenta la casi total incapacidad intelectual pero, sobre todo, emocional, en la que se encuentra la mayor parte de la gente y, especialmente, el clero, para comprender la naturaleza y el alcance de la presente crisis eclesial.

En efecto, en vano esgrimirá uno, entre muchísimos otros casos que la ilustran, la incalificable anomalía que constituyen las asambleas interreligiosas de oración por la paz de Asís -convocadas por los tres últimos papas, en aplicación de los documentos conciliares-, el Novus Ordo Missae  “fabricado” prácticamente ex nihilo junto a pastores protestantes en una óptica “ecuménica”, o el culto rendido a la Pachamama en el Vaticano.

O bien la bendición del concubinato y la sodomía autorizadas por la declaración Fiducia Supplicans  concebida por el Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el inefable Magister Osculator “Tucho” Fernández, y ratificada por el “Santo Padre” Bergoglio -dos compatriotas míos que deberían suscitar en cada uno de los católicos argentinos un vehemente espíritu penitencial-.

En cualquiera de esos casos, siempre recibirá uno por respuesta ya una presurosa evasiva suscitada por una suerte de disonancia cognitiva paralizante, ya una enrevesada justificación para cada atentado cometido contra la fe católica, acompañada de una mirada entremezclada de condescendencia y de un desprecio apenas disimulado.

Esta manifiesta dificultad para mirar la realidad de frente, sin negar aquello que perturba y sin precipitarse a elucubrar toda suerte de pretextos inverosímiles conducentes a establecer una imposible “hermenéutica de la continuidad” que permita respirar aliviado y proseguir con su rutina sin sobresaltos, es el común denominador de la abrumadora mayoría de los clérigos conciliares con los que he abordado estos delicados asuntos.

Naturalmente, comprendo el movimiento reflejo que se produce, pues todo católico medianamente instruido sabe que la jerarquía eclesiástica tiene por finalidad la transmisión de la fe, y que ella, al obrar en unión con el legítimo y verdadero Sucesor de San Pedro, no puede, en virtud de la promesa divina de Nuestro Señor, traicionar el depositum fidei.

Esto necesariamente me conduce a interrogarme sobre la naturaleza de los “papas conciliares”, dado que la Iglesia recibe su infalibilidad de Cristo a través de su Vicario en la tierra, el Romano Pontífice. La presencia de un legítimo sucesor de San Pedro constituye un obstáculo a la defección de la fe, es la garantía de la inerrancia doctrinal de la Iglesia y el katejon paulino que impide la manifestación del hombre de pecado. Ahora bien, la sola evocación de esta posibilidad explicativa respecto a la crisis eclesial post conciliar provoca automáticamente un espanto sobrenatural sobrecogedor y generalizado.

En efecto, el “misterio de iniquidad”  y la “gran apostasía”  anunciados por San Pablo, o la venida de “falsos Cristos”, acerca de los cuales nos advirtió Nuestro Señor en su discurso del monte de los olivos, vienen inmediatamente a la mente y nos recuerdan la realidad de los acontecimientos escatológicos, la ineluctabilidad -y, a mi parecer, también la proximidad-, de las postrimerías, silenciadas sistemáticamente desde el CVII, e ignoradas -o incluso, desdeñadas-,  por una abrumadora mayoría del clero.

Los clérigos se encuentran así doblemente vulnerables ante este tipo de preguntas. Primeramente, por la evidente y comprensible dificultad para admitir un desvío doctrinal en la enseñanza recibida de las autoridades eclesiásticas y, en segundo lugar, por su cuasi radical incapacidad de efectuar una lectura escatológica de los acontecimientos actuales, en particular en lo que a la Iglesia se refiere.

Esta situación los vuelve sumamente aprensivos a los cuestionamientos teológicos y litúrgicos sobre lo que viene acaeciendo en la Iglesia desde el CVII, con su alud de reformas y su “magisterio” post conciliar repleto de novedades, de innegable cuño modernista, en clara ruptura con el magisterio y con la pastoral preconciliares.

La situación actual, en apariencia inextricable, inevitablemente provoca confusión e inseguridad, y detona virulentas reacciones de escapismo y de negación de la realidad en los sacerdotes y religiosos, lo que los lleva, en su desasosiego, a imaginar que quienes plantean estas espinosas cuestiones son personas fanáticas, rigoristas y animadas por un mal espíritu, potenciales enemigos de la Iglesia, gente peligrosa que debe ser rigurosamente evitada, e incluso, denunciada.

El riesgo reside en que esta negación sistemática de la realidad puede conducir a una imposibilidad radical de comprender la situación en la que nos hallamos, cuyo desenlace eventual podría ser la incapacidad de identificar al Anticristo cuando se manifieste, así como a su colaborador religioso, el “falso profeta” que le allanará el camino y le brindará una legitimidad espiritual ante la opinión pública mundial. No olvidemos que su aptitud para el engaño será colosal y, si uno no es capaz de discernir los males presentes -que son aún identificables con relativa facilidad-, ¿de qué modo lo logrará cuando las “bestias” realicen “grandes señales y prodigios”, llegando a engañar, de ser posible, “incluso a los elegidos” (Mt. 24, 24)?

Para que se entienda bien el sentido de mi advertencia, daré un ejemplo un tanto descarnado: quien actualmente no logre percibir la manifiesta impiedad y el notorio fraude espiritual que representan personajes tan ordinarios como Bergoglio y Fernández, difícilmente podrá discernir el “misterio de iniquidad” (II Tes. 2, 7) cuando éste haya alcanzado su apogeo, es decir, cuando los anticristos político y religioso -que serán líderes mundiales carismáticos y refinados- deslumbren al mundo con sus supercherías preternaturales.

Cuando esa hora llegue -y, a decir verdad, no creo que falte mucho tiempo-, no sucumbir ante el discurso mendaz y el inmenso poder persuasivo de esos secuaces del demonio, disfrazados de benefactores de la humanidad, “cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos y con todo engaño de iniquidad” (II Tes. 2, 9-10), se habrá vuelto misión imposible, humanamente hablando.

Pero nuestra fe y nuestra esperanza nos dan la certeza de que el triunfo provisorio del mal, permitido por Dios para purificar a los elegidos y hacer resplandecer su justicia en el Juicio de las Naciones -el célebre Dies Irae que canta la santa liturgia católica-, cesará por completo el día en que Jesucristo así lo disponga, el imperio mundial  del Hombre de Pecado colapsará en el preciso instante en el que el Hijo del Hombre retorne glorioso para restaurar todas las cosas y dar inicio a su Reino Mesiánico de paz y justicia universales (Dn. 7, 13-14).

 

 PRÓLOGO

Gestación y parto de la medianoche - Flavio Infante  

 

Acierta el autor de esta colecta de despropósitos vaticanescos y de escabrosos bergoglifos en comenzándola con un debate que, acerca de la crisis de la Iglesia, mantuvo hace algún tiempo con un obcecado “hermeneuta de la continuidad”, a saber: un clérigo de provincias de índole digamos “conservadora”, uno de esos inapreciables cómplices que los jacobinos de mitra encuentran a la vera de sus atropellos, siempre solícitos en adobar las catástrofes con el purín de su fácil indulgencia. Creemos que esta disputa retrata adecuadamente el carácter de la crisis presente tanto como su secreta inspiración, oponiendo de un lado la exposición de evidencias incontestables y las consecuencias que su reconocimiento comporta, y del otro el encubrimiento de las defecciones más manifiestas a instancias de un pathos hoy suficientemente difundido que el autor no duda en calificar -en otro texto ofrecido más adelante- como a “ceguera espiritual”. Se trata de una inequívoca ofuscación de la inteligencia (potencia del alma a la que la antropología clásica le apropia el acto espiritual del “ver”) a instancias de la exaltación autonómica de la voluntad.

Sabemos cuánto, del nominalismo acá, se ha pretendido invertir las relaciones entre ambas facultades superiores, siempre lo bastante complejas como para sonsacarle al Aquinate (S. Th. I, q. LXXXII, a. 4) la constatación de que los actos de ambas se compenetran ya en razón de sus mismos objetos, porque «el bien se comprende en lo verdadero, tratándose de una especie de verdad entendida, y la verdad se incluye en el bien, por ser un bien deseado». Lo que no impide que la primacía le quepa al entendimiento, «pues necesariamente a todo moverse de la voluntad debe preceder la aprehensión, y no a toda aprehensión precede el imperio de la voluntad». Triunfante finalmente la contraria tesitura que pone a la voluntad a comandar la actividad espiritual, no es raro que el agravamiento de esta inversión antropológica culmine, como hoy día se comprueba hasta la náusea, en el absolutismo de los instintos, y la «caña pensante» se vea sustituida en toda regla por el bípedo implume y nervioso que agita la superficie del mundo como con un balde en la testa, a tientas, sin más.

Pues bien: pese a la paciencia argumentativa y a la cortesía manifiesta del objetor de la absurda tesis continuista, acá se da lo contrario de los diálogos platónicos, y Glaucón, Laques y Agatón no se dejan convencer. Aún más: ensayan sucesivos círculos concéntricos, como los de perros que persiguieran su propia cola, dando muestras de eso que se ha llamado oportunamente “razonamiento circular”, esto es, el embudo en el que se despeña la cartesiana res cogitans cuando recusa obstinadamente la noticia ofrecida a su conciencia, la sensible epifanía de las cosas. Adviértase el tenor del entuerto: es lo noto y conocido aquello que la razón rechaza para seguir trazando su propio surco demencial con exclusión de toda prueba proveniente del ya lejano e indescifrable mundo que se yergue allende el propio naso. Este hábito autofágico que inaugura el subjetivismo es, al cabo, la conclusión obligada de la asimilación del convite gnóstico que, desde los albores de la historia humana, con remozados ropajes y consumando sucesivos hitos, siempre en pugna con la Tradición al tiempo que parasitándola, acabaría por verter sus gases por toda la sobrehaz del mundo. La modernidad se hace fiel a este desatino arcaico colonizando y sometiendo toda actualidad al ser-en-potencia, que es el que mejor se adecúa al talante fluvial de la conciencia; su rasgo predominante, tal como se advierte tempranamente en Heráclito, estriba en el exaltar las transiciones y mudanzas con creciente derelicción de las nociones de causa y fin.

Ha sido ésta la perpetua y más honda tentación de la criatura reflexiva, la anti-metafísica susurrada al oído del hombre de los primordios y de las postrimerías, capaz de acarrear consigo otros siete espíritus inmundos para tomar completa posesión de éste y, a menudo, de enteras naciones. Sabemos por la baquía de los siglos cómo se dieron las cosas en la procelosa parábola temporal, y se sirvió recordarlo en célebre síntesis el papa san Pío X justo cuando esa última confederación y enclave de Cristiandad que fue el Imperio Austrohúngaro estaba a punto de ser barrido del mapa: “la civilización no está por inventarse ni la ciudad nueva por construirse en las nubes. Ha existido, existe, es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de la revolución y de la impiedad” (Carta apostólica Notre charge apostolique, 25-VIII-1910).

La experiencia histórica de la Cristiandad, que constituyó ese ápice temporal en que “uno más fuerte le quitó al dominador sus armas y repartió sus despojos” haciendo reinar a Cristo en las leyes y las costumbres, acabó siendo socavada con maldita tenacidad por los conjurados “contra el Señor y su Cristo”, tal como lo había vaticinado David en el memorable salmo, en una actualización difusa pero no menos real de las maquinaciones sanedríticas del Viernes Santo. Mismo trance había previsto el Apocalipsis en la figura del Dragón lanzado a “hacer la guerra a la Mujer y al resto de su descendencia, los que guardan los mandamientos de Dios” (12, 17), y a la Bestia a la que le sería dado el poder “de hacer la guerra a los santos y vencerlos” (13, 7).

La conjura anticristiana, motín teorético promovido a la postre en todos los estratos de la realidad, operó durante siglos desde la sombría espelunca del cabalista acechando el calcañar de la estirpe de los redimidos: entre esta labor de gabinete y la moderna ejecución del concepto de “guerra total”, con su saldo de vasta aniquilación humana y cultural, hay apenas una diferencia de grados. Es la divinización del poder en detrimento de la serena posesión de la verdad, del gaudium de veritate tal como pudo preconizarlo aquella sociedad conformada al Evangelio. De ahí que el desarrollo unilateral de la técnica en nuestros días remita necesariamente a la magia, a la alquimia, a toda esa conjunción de supercherías que prometen la plenitud a cambio del mero conocimiento instrumental de la realidad, haciendo del hombre causa sui y a su redención un asunto de naturaleza política.

Desde las primeras propuestas laicistas formuladas en el otoño de la Edad Media, con las cortes principescas remolcadas por la usura y pervertidas en sus fibras más íntimas por los esoterismos pujantes, atravesando la ruptura religiosa del siglo XVI con sus vastísimas consecuencias históricas, el abatimiento del Trono y el Altar fue la consigna prioritaria de los milicianos del Enemigo: era menester urgir el advenimiento de la Ciudad del Hombre y la horizontalización de las miras y las esperanzas, todo extendido como en mesa de laboratorio. La revolución de 1789 más la revolución industrial, con ser hechos que se desenvuelven en distintos planos, guardan una indiscutible solidaridad recíproca y sirven, con su retemblor nutrido a sangre humana y obtenida la disolución de los vínculos primarios entre las gentes, a apurar el desenlace escatológico. La aceleración del tiempo impulsada por los sectarios del progreso obra, de paso, como eficaz expediente para nublar la conciencia de lo permanente.

Hoy día el triunfo del plan prometeico se afirma en el hecho más que patente de que las alocadas elucubraciones iluministas ya no son del mero dominio de unas élites desgajadas del cuerpo social al tiempo que la población -como aún sucedía casi mayoritariamente en el siglo XIX y buena mitad del XX- continúa viviendo de sus ritos y hábitos ancestrales, sino que logró difundirse con éxito un nihilismo de masas que constituye un fenómeno único en la historia. Incluso los fenicios y los aztecas, arrastrados por los demonios a la abominable práctica de los sacrificios humanos, admitían siquiera la existencia de seres sobrehumanos cuya ira debían aplacar, y ninguno de los filósofos presocráticos que indagaron en la arqueología del cosmos apuró la identificación del elemento «tierra» con la arkhé. El humus, proveedor de la materia con la que el hombre, homo, fue creado, jamás fue admitido como principio autosuficiente: cabía a nuestros tiempos la repulsa de lo ultraterreno y la consecuente antropolatría, lo que constituye el supremo sacrilegio al paso que la suprema impostura que se haya nunca ensayado.

Toda la historia moderna lo comprueba: el Deus sive natura, más o menos explícito, abona la multitud de extravíos hoy vigentes que confluyen en la común obra de indistinción del orden natural y el sobrenatural, y no extraña advertir que muchos de los delirios excogitados en los antros de los humanistas del lejano siglo XV informen tanto la hodierna Weltanschauung como la moral cívica que se destila en las escuelas y en los medios de masas, así como ¡ay! en el púlpito de las parroquias y en las sedes episcopales.

Así, Pico della Mirandola “habría anticipado a aquellos de nuestros existencialistas para los cuales la esencia del hombre consiste en no tener una definida, sino en el poder devenir todo cuanto ambicione ser”, con cumbre en la noción hoy tan clarineada de «autopercepción», al paso que un clérigo cabalista como Marsilio Ficino, protegido de los Medici y precursor del ecumenismo post-conciliar, “apreciaba mucho las ideas que el bizantino Gemisto Pletón (…) proclamaba sobre el inminente final de las religiones tradicionales, hebraísmo, cristianismo e islamismo, en favor de una nueva religión universal consistente en la resurrección de los antiguos cultos paganos” que servirían a encubrir “un monismo panteísta, una religión esotérica del «destino» y del cíclico «eterno retorno» (…), una religión para la cual el universo es eterno e increado” (Luigi Copertino, Il confronto con la gnosi spuria secondo Ennio Innocenti. Sacra Fraternitas Aurigarum Urbis, Roma, 2018).

Aquellos extravíos tuvieron, en lo que toca a la disciplina eclesiástica y a la reafirmación del dogma, su necesario correctivo en Trento, pero en la organización de los Estados (y aún más luego de consumada la ruptura protestante) siguió circulando con creciente suceso el veneno sincrético-ocultista hasta ahogar toda posibilidad de restauración de un orden social católico. Es finalmente un hecho, por todo esto, que el largo cerco sobre la Ciudad Santa se reveló exitoso y que ésta acabó siendo tomada por asalto por las maquinaciones de los unos y las debilidades y traiciones de los otros. Como una cáscara vacía rellena de una sustancia anómala, la iglesia conciliar (así llamada por monseñor Benelli, sustituto de la Secretaría de Estado de Paulo VI) fue en adelante gobernada por pontífices «activamente heterodoxos», tal como se los califica sin hipérbole en estas páginas, y hoy, para estupor del firmamento constelado de estrellas, la incautada Sede de Pedro emite documentos oficiales en los que se autoriza la comunión de los adúlteros, se proclama la bondad de todas las religiones y se bendice la sodomía.

La desolación no podría ser mayor. Ni la ironía más cruel. El eclipse de la Iglesia se plasma al mismo tiempo en que ésta es motejada, en las aulas conciliares, como a Lumen gentium, y la fosca atmósfera social que es producto de la apostasía de las naciones recibe un bautismo inválido de manos de la Jerarquía del Iscariote. Nos hemos acostumbrado, en medio de tan recurrentes sinuosidades y equívocos, a recelar la intención antifrástica cada vez que éstos citan un pasaje del Evangelio. Las promesas de la modernidad, al igual que las del modernismo eclesiástico, se revelaron como lo que realmente son: promesas de negro (como suele decirse en nuestro pago), verborrea hueca sin atisbo de realización en los hechos, siendo por tanto la cosecha de aquélla un orden temporal devastado que imprime aun entre algoritmos la problematicidad de la mera subsistencia tal como ocurre en las tribus de cazadores-recolectores, al paso que la impostura religiosa priva a las almas de los medios para sobrellevar las presentes pruebas y alcanzar la salvación.

Por eso, y volviendo al incierto debate que encabeza este florilegio, creemos que quienes terminan por dar el postrero brochazo a la espeluznante crisis en curso son esos esbirros del modernismo que visten capa de ortodoxia. El problema de éstos radica en ser sólo informados por buenas intenciones sin que los anime capacidad alguna de veredicto, y esto porque, aunque ganosamente aferrados al mástil del Magisterio, los han alcanzado los gases tóxicos de los tiempos que hacen de la especulación un solícito feudatario de la volición. Hoc volo, sic jubeo, sit pro ratione voluntas. Lo dijo inmejorablemente Nicolás Gómez Dávila: “para que el hombre sea dios, es forzoso atribuirle la voluntad como esencia, reconocer en la voluntad el principio y la materia misma de su ser. La voluntad esencial, en efecto, es suficiencia pura. La voluntad esencial es atributo tautológico de la autonomía absoluta”. No se defiende adecuadamente a la ortodoxia desde la soberanía de la voluntad, sustancia linfática del desmadre moderno y de la adoración del hombre; asumido tal principio, a lo más, se asume el obediencialismo de tragaderas que ingurgita, como un abismo voraz, como el odre de los vientos, la verdad inmutable y el aggiornamento, los dogmas de la Iglesia y las novedades de conciliábulo, todo junto como en botica.

La medianoche oprime y el nadir se alarga: es el tiempo más idóneo para la esperanza, para la épica locura de la esperanza, porque “por lo más oscuro amanece”.


LA RELIGIÓN DEL VATICANO NO ES EL CATOLICISMO

 

DESCARGAR EL PDF:

https://drive.google.com/file/d/1L1WWUqfBh1DVc4Dqe0bpmK5voXR4TFUN/view

El 15 de febrero de 2024 se realizó una reunión multireligiosa en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, denominada Día de la Armonía, cuyo epicentro fue la inauguración de un templo hindú. Con motivo de este evento, el Vicario Apostólico de Arabia Meridional, Monseñor Paolo Martinelli O.F.M. dio un discurso ante la asamblea de representantes de las diversas religiones congregados a tal efecto. Leamos una parte del mismo:

“Visité su templo sagrado y me pareció maravilloso. Es una belleza que nos recuerda la relación fundamental que tenemos con Dios. Necesitamos un lugar así, que nos mantenga en contacto con Dios. Muchas gracias. [Este fragmento fue improvisado, no figura en el texto oficial, pero sí en el video[1]]. Termino expresando la alegría de la Iglesia católica por la inauguración de este nuevo templo en Abu Dhabi. Representa una contribución a la armonía basada en la relación con Dios. Cada lugar de culto recuerda a la gente que sin Dios, los seres humanos están perdidos. Con Dios, la humanidad puede renacer. Este nuevo templo es un lugar para que mis hermanos y hermanas hindúes oren y fortalezcan la armonía con Dios. El documento sobre la Fraternidad Humana afirma que la libertad religiosa constituye un pilar fundamental de la convivencia civil. La inauguración del nuevo templo hindú también expresa la libertad de culto en los Emiratos Árabes Unidos, donde la tolerancia y la convivencia se consideran valores fundamentales, alentando a los creyentes de diversas confesiones a dialogar y comprometerse en la construcción de un mundo más fraterno en paz y armonía. La armonía con Dios conduce a la armonía con todas las personas y con toda la creación.”[2]

Cualquier católico medianamente instruido sabe que lo expresado por el obispo italiano es incompatible tanto con la doctrina católica (me refiero al magisterio de la Iglesia previo al CVII, naturalmente) como con la revelación bíblica. Y es consciente de que estas declaraciones del fraile franciscano constituyen una patente profesión de modernismo, liberalismo e indiferentismo religioso, falsas doctrinas condenadas en reiteradas ocasiones por el magisterio de la Iglesia, en particular, desde la revolución iluminista de 1789 hasta el ya mencionado CVII el cual, de manera sutil pero no menos real, las integró en sus actas oficiales. No es éste el lugar para lanzarme a una demostración de lo dicho, remito a lo enseñado por el auténtico magisterio católico durante dos milenios hasta el CVII y a la abundante bibliografía que existe al respecto.

Monseñor Martinelli cita el Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común[3], firmado por Francisco[4] y el Gran Imán Ahmed Al-Tayeb en febrero de 2019 en la misma Abu Dabi, en cuyo texto puede leerse la siguiente apología blasfematoria del pluralismo religioso como nota esencial de la humanidad querida positivamente por Dios:

“El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos.”

Tengamos presente que el indiferentismo religioso siempre ha sido el objetivo principal de la masonería y de su ideología -el liberalismo-, en su combate secular contra la Iglesia y el régimen político de la Cristiandad. Este siniestro objetivo ha sido ejecutado a través de la revolución jacobina de 1789 en su faz temporal, y mediante el CVII en su dimensión religiosa[5]. Esto significa que, desde una perspectiva natural y puramente humana, los enemigos de la Iglesia y del orden social cristiano han vencido.

La apostasía de la naciones otrora hijas fieles de la Iglesia, y la de la misma jerarquía del Cuerpo Místico de Cristo, infiltrado en su elemento humano hasta su cima por los partidarios de la secta modernista, se encuentra prácticamente consumada. No olvidemos que San Pablo nos ha alertado claramente acerca de lo que sobrevendrá a la humanidad con posterioridad a la defección generalizada de la fe católica (Cf. II Tes. 2, 3)[6].

Cuando, entre muchísimos otros atentados contra la fe católica, la cúpula eclesiástica se regocija públicamente por la inauguración de templos paganos y cuando el supuesto Vicario de Cristo en la tierra nos notifica la bondad intrínseca que poseen todas las religiones, las cuales serían deseadas por Dios en cuanto tales ab initio mundi, considero que el escatológico vaticinio paulino se está realizando en vivo ante nuestros ojos y que no comprender este hecho constituye un síntoma de ceguera espiritual y una actitud insensata de negación de la realidad[7].

Me apresuro a precisar que estos dos incidentes que he citado no constituyen dos escandalosas e inexplicables excepciones, sino que conforman la regla de lo que viene aconteciendo desde hace más de medio siglo. Para aquellos despistados que se frotarán los ojos, incrédulos ante mi pública denuncia, acompañando el mecánico ademán con una sonrisa condescendiente, dedicaré lo que resta de esta publicación a ilustrar lo que sostengo con otros ejemplos de lo que no vacilo en calificar de auténtica profesión de fe modernista por parte de la jerarquía católica conciliar y, lisa y llanamente, de “apostasía vaticana”[8].

Bergoglio dirigió un mensaje a los participantes de la conferencia conmemorativa del centenario de la primera Conferencia de todas las religiones el 30/11/2024, evento denominado Conferencia interreligiosa mundial[9] que duró tres días y que tuvo lugar en la Sala Clementina del Vaticano, en recuerdo de aquella organizada un siglo atrás por Sree Narayana Guru, “maestro espiritual” hindú. Veamos lo que enseñó el “Santo Padre”:

Todas las religiones enseñan la verdad fundamental de que, como hijos de un solo Dios, debemos amarnos y honrarnos unos a otros, respetar las diversidades y las diferencias en un espíritu de fraternidad e inclusión, y cuidar de los demás y de la Tierra, nuestro hogar común. El incumplimiento de las nobles enseñanzas de las religiones es una de las causas de la problemática situación en que se encuentra hoy el mundo. Nuestros contemporáneos redescubrirán el valor de las elevadas enseñanzas de las tradiciones religiosas sólo si nos esforzamos por vivirlas y por cultivar relaciones fraternas y amistosas con todos, con el único objetivo de fortalecer la unidad en la diversidad, asegurar la coexistencia armoniosa en medio de las diferencias y ser constructores de paz a pesar de las dificultades y los desafíos que debemos afrontar.”[10]

Para conmemorar el segundo aniversario del Día Internacional de la Fraternidad Humana proclamado por las Naciones Unidas, Bergoglio grabó un mensaje de video el 4 de febrero de 2022. Seguidamente transcribo una parte del mismo, totalmente impregnado de naturalismo, inmanentismo e indiferentismo religioso:

“En estos años hemos caminado como hermanos conscientes de que, respetando nuestra respectivas culturas y tradiciones, estamos llamados a construir la fraternidad  (...) Todos vivimos bajo el mismo cielo, independientemente de dónde y de cómo vivimos, del color de la piel, de la religión, de la clase social, del sexo, de la edad. (…) Lo repito una vez más: solos no nos salvamos. Vivimos todos bajo el mismo cielo, y en el nombre de Dios, nosotros que somos sus criaturas, debemos reconocernos hermanos y hermanas. Como creyentes, pertenecientes a distintas tradiciones religiosas, tenemos un papel que cumplir. ¿Cuál será? Ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar su mirada y su oración al Cielo. Levantemos los ojos al Cielo, porque quien adora a Dios con un corazón sincero ama también al prójimo. (…) Vivimos todos bajo el mismo cielo. Hoy es el tiempo oportuno para caminar juntos. No lo dejemos para mañana o para un futuro que no sabemos si llegará; hoy es el tiempo oportuno para caminar juntos, los creyentes y todas las personas de buena voluntad, juntos. Es un día propicio para darse la mano, para celebrar nuestra unidad en la diversidad (…) para decir a las comunidades y a las sociedades en las que vivimos que ha llegado el tiempo de la fraternidad. (...) El camino de la fraternidad es largo, difícil, pero es ancla de salvación para la humanidad.”[11]

A continuación cito un fragmento de los habituales saludos dirigidos a las diferentes religiones paganas con ocasión de algunas de sus “festividades”, algo que se ha vuelto una “tradición” en la Iglesia desde el CVII. En este caso, se trata del mensaje enviado por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso a los hindúes con ocasión de la fiesta de Deepavali el 21/10/2019.

“Queridos amigos hindúes, el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso os envía cordiales saludos y sinceros deseos con ocasión de la Deepavali que este año celebráis el 27 de octubre. Que esta fiesta de luces ilumine vuestros corazones y hogares y traiga alegría y felicidad, paz y prosperidad a vuestras familias y comunidades. Al mismo tiempo, que fortalezca el espíritu de hermandad entre vosotros. (…) La religión nos inspira fundamentalmente a “ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar” -Francisco y Ahmaed el-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar en Abu Dhabi, el 4/2/ 2019-. (…) Sólo cuando los seguidores de las religiones se exigen a sí mismos una vida coherente con su ética religiosa, pueden ser vistos como personas que desempeñan realmente su papel de constructores de paz y de testigos de nuestra humanidad compartida.”[12]

Leamos ahora un pasaje de la Carta a todos los consagrados y consagradas, enviada el 18/01/2021 por la Congregación para la vida consagrada a todos los religiosos católicos del orbe:

“El Papa Francisco, inspirándose en san Francisco, fundador e inspirador de tantos institutos de vida consagrada, ensancha el horizonte y nos invita a ser constructores de fraternidad universal, custodios de la casa común: de la tierra y de toda criatura (cf. Laudato si’). Hermanos y hermanas de todos, independientemente de la fe, de las culturas y de las tradiciones de cada uno, porque el futuro no es “monocromático” (n. 100) y el mundo es como un poliedro que deja transparentar su belleza, precisamente a través de sus diversas caras. Se trata entonces de abrir procesos para acompañar, transformar y generar; de elaborar proyectos para promover la cultura del encuentro y del diálogo entre pueblos y generaciones diversas; partiendo de la propia comunidad vocacional para alcanzar luego cada rincón de la tierra y cada criatura porque (…) todo está conectado (cf. Laudato si’). “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (Fratelli Tutti n. 8).”[13]

Como lo habrán advertido, el mensaje es siempre el mismo: promover y hacer tomar conciencia de la unidad y la fraternidad del género humano, al margen de la “tradición religiosa” profesada por cada comunidad, cada cual constituyendo una cara del gran poliedro que conforma la “humanidad” en su conjunto, quedando así firmemente establecida la “unidad en la diversidad” de la especie humana, tantas veces proclamada por “Francisco”, en perfecta armonía con el ideario masónico.

Creo oportuno destacar que la masonería española emitió un comunicado alabando la encíclica de “Francisco”, Fratelli Tutti, a través del Gran Oriente Español:

«Hace ahora 300 años se produjo el nacimiento de la Masonería Moderna. El gran principio de esta escuela iniciática no ha cambiado en tres siglos: la construcción de una fraternidad universal donde los seres humanos se llamen hermanos unos a otros más allá de sus credos concretos, de sus ideologías, del color de su piel, su extracción social, su lengua, su cultura o su nacionalidad. Este sueño fraternal chocó con el integrismo religioso que, en el caso de la Iglesia Católica, propició durísimos textos de condena a la tolerancia de la Masonería en el siglo XIX. La última encíclica del Papa Francisco demuestra lo lejos que está la actual Iglesia Católica de sus antiguas posiciones. En Fratelli Tutti, el Papa abraza la Fraternidad Universal, el gran principio de la Masonería Moderna. “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad”, expresa abogando por una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite. Para la construcción de esa Fraternidad Universal, el Papa aboga por perseguir el horizonte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “no suficientemente universales”.[14]

Veamos ahora dos esclarecedoras citas, esta vez, de Benedicto XVI[15]. La primera es de enero de 2011, tras haber convocado “Asís IV”, con motivo del 25 aniversario de “Asís I”, convocado por Juan Pablo II en octubre de 1986. La segunda es de octubre del mismo año, luego de celebrado el encuentro interreligioso:

“Queridos hermanos y hermanas, en el Mensaje para la Jornada de la Paz de hoy subrayé que las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana, y recordé, al respecto, que en este año 2011 se celebrará el 25° aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz que el venerable Juan Pablo II convocó en Asís en 1986. Por esto, el próximo mes de octubre, iré como peregrino a la ciudad de san Francisco, invitando a unirse a este camino a los hermanos cristianos de las distintas confesiones, a los representantes de las tradiciones religiosas del mundo, y de forma ideal, a todos los hombres de buena voluntad, con el fin de recordar ese gesto histórico querido por mi predecesor y de renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir la propia fe religiosa como servicio a la causa de la paz. Quien está en camino hacia Dios no puede menos de transmitir paz; quien construye paz no puede menos de acercarse a Dios. Os invito a acompañar esta iniciativa desde ahora con vuestra oración.”[16]

“Distinguidos huéspedes, queridos amigos: Os acojo esta mañana en el palacio apostólico y os agradezco una vez más vuestra disponibilidad a participar en la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, que celebramos ayer en Asís, veinticinco años después de aquel primer encuentro histórico (…) Mirando hacia atrás, podemos apreciar la clarividencia del Papa Juan Pablo II al convocar el primer encuentro de Asís, y la necesidad continua de hombres y mujeres de distintas religiones de testimoniar juntos que el viaje del espíritu siempre es un viaje de paz.”[17]

En una aplicación práctica emblemática de los documentos conciliares sobre la libertad religiosa, el ecumenismo y la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas, Juan Pablo II[18] convocó por vez primera a las “grandes tradiciones religiosas” a una asamblea interreligiosa en Asís, en el año 1986 -que luego repetiría dos veces más-, para “rezar por la paz en el mundo”. Leamos dos de sus declaraciones en dicho encuentro:

“Las religiones son muchas y variadas, y reflejan el deseo de los hombres y las mujeres de todos los tiempos de entrar en relación con el Ser Absoluto. La oración supone de parte nuestra la conversión del corazón. Lo cual significa una profundización en nuestro sentido de la realidad última. Ésta es la verdadera razón de nuestro encuentro en este lugar. Desde aquí iremos a los distintos sitios de oración. Cada religión tendrá el tiempo y la oportunidad de expresarse en su propio rito tradicional. Luego, desde los distintos lugares de oración, caminaremos en silencio hacia la plaza de la basílica inferior de San Francisco. Una vez reunidos en la plaza, de nuevo cada religión tendrá la posibilidad de presentar su propia oración, una después de otra.”[19]

“Sí, está la dimensión de la oración, que, a pesar de la diversidad real de las religiones, busca expresar la comunicación con un poder que está por encima de todas nuestras fuerzas humanas. La paz depende fundamentalmente de este poder que llamamos Dios y que, como creemos los cristianos, se ha revelado en Cristo. Este es el significado de este día de oración. Por primera vez en la historia nos hemos reunido de todas partes, iglesias cristianas y comunidades eclesiales y religiones del mundo, en este lugar sagrado dedicado a San Francisco para testimoniar ante el mundo, cada uno según su propia convicción, la cualidad trascendente de la paz. La forma y el contenido de nuestras oraciones son muy diferentes, como hemos visto, y no es posible reducirlas a una especie de denominador común.”[20]  

Cito seguidamente a Juan Pablo II en una audiencia de septiembre de 1998 en la que expone el fundamento del ecumenismo puesto en práctica desde el CVII:

Ante todo, es preciso tener presente que toda búsqueda del espíritu humano en dirección a la verdad y al bien, y, en último análisis, a Dios, es suscitada por el Espíritu Santo. Precisamente de esta apertura primordial del hombre con respecto a Dios nacen las diferentes religiones. No pocas veces, en su origen encontramos fundadores que han realizado, con la ayuda del Espíritu de Dios, una experiencia religiosa más profunda. Esa experiencia, transmitida a los demás, ha tomado forma en las doctrinas, en los ritos y en los preceptos de las diversas religiones. En todas las auténticas experiencias religiosas la manifestación más característica es la oración. Teniendo en cuenta la constitutiva apertura del espíritu humano a la acción con que Dios lo impulsa a trascenderse, podemos afirmar que toda oración auténtica está suscitada por el Espíritu Santo, el cual está misteriosamente presente en el corazón de cada hombre.”[21]

Para concluir, brindaré una cita del Cardenal Karol Wojtyla del año 1976, la cual ilustra perfectamente la forma mentis de los adalides de la mortífera doctrina modernista, condenada de manera categórica por San Pío X en su encíclica Pascendi, error devastador de la fe, letal herejía naturalista, ubicua y multiforme en el magisterio post conciliar, de raíz gnóstico-panteísta, y que socava los fundamentos, no sólo de la doctrina católica, sino de la posibilidad misma de una revelación divina extrínseca al hombre, recibida de un Dios que trasciende infinitamente la conciencia humana:

“A este Dios confiesa el trapense o el camaldulense en su vida de silencio. A Él se dirige el beduino en el desierto, cuando llega  la hora de la oración. Y tal vez también el budista que, concentrado en su contemplación purifica su pensamiento preparando el camino hacia el nirvana. (…) La Iglesia del Dios viviente congrega a todos los hombres que, en cualquier forma, toman parte de esta maravillosa trascendencia del espíritu humano. Y todos ellos saben que nadie logrará colmar sus deseos más profundos. La manifestación de esta trascendencia de la persona humana la constituye la oración de fe, pero en ocasiones también el profundo silencio. Este silencio, que a veces parece separar al hombre de Dios, es no obstante un acto especial de la unión vital entre Dios y el espíritu humano. La Iglesia de nuestro tiempo se ha hecho particularmente consciente de esta verdad y, por ello, a su luz ha logrado redefinir, en el Concilio Vaticano II, su propia naturaleza.”[22]

 

ANEXO SOBRE EL MODERNISMO 

1. “Dios no puede ser Dios sin el hombre”[23] 

Con estas palabras, Francisco expresa acabadamente la tesis central de la gnosis panteísta y evolucionista, la de un Hegel o un Teilhard de Chardin, por ejemplo, y de todos los teólogos modernistas, a pesar de que la mayoría toma precauciones oratorias para disfrazar su pensamiento con un lenguaje cristiano y así poder engañar mejor a los fieles desprevenidos.

Esta tesis del gnosticismo consiste en lo siguiente: Dios, es decir, el espíritu universal y absoluto, va tomando conciencia de sí mismo de manera progresiva en el transcurso del proceso evolutivo, hasta alcanzar la plenitud a través de la conciencia del ser humano. La gnosis es la expresión conceptual del “seréis como dioses” con el que la Serpiente tentó a Eva en el jardín del Edén y es, básicamente, en lo que consistirá la religión mundial del Anticristo.

La libertad religiosa, el ecumenismo y el “diálogo interreligioso”, adoptados por Roma desde el CVII, es de fundamento gnóstico: Dios habita en lo profundo del psiquismo de cada hombre, y eso es lo esencial: las diferencias dogmáticas son secundarias y no deben ser un obstáculo para el establecimiento de la unidad religiosa del género humano.

La “presencia” de la divinidad en nosotros es lo que nos une, y este vínculo es mucho más importante que las divergencias teológicas que nos separan, que no son más que maneras subjetivas -relativas a cada cultura, provisorias y mutables-, de expresar la experiencia primordial de la unión con Dios que cada ser humano vive en la intimidad de su conciencia, en lo que los modernistas llaman la “inmanencia vital”. Dios es así concebido como “inmanente” al hombre, no es más un ser “trascendente”, exterior al ser humano y a su conciencia, lo que implica una visión panteísta de la realidad.

Pues bien, ésta es precisamente la religión profesada por Francisco. El panteísmo excluye, por definición, la alteridad Creador-creatura, el pecado, la condenación eterna, la Redención, etc. Y, huelga decirlo, es totalmente incompatible con la religión bíblica y destruye a la base los cimientos sobre los que se apoya el cristianismo. A quien tenga ojos para ver, le aconsejo vivamente que se decida a abrirlos... 

 

2. Fragmento de “Un debate sobre la crisis conciliar”[24] 

En sentido estricto, el misterio de iniquidad en su plenitud será la abominación desoladora en el lugar santo, es decir, el reinado universal del Anticristo, cuando se haga adorar públicamente, secundado por el falso profeta, quien le brindará legitimidad moral y religiosa ante la opinión pública mundial, y alentará a la humanidad a que acepte recibir la “marca de la bestia” en su mano derecha o en la frente. Ahora bien, a mi parecer, el modernismo triunfante en Roma desde el CVII, mediante -entre varios otros errores-, la libertad religiosa, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, es una manifestación incipiente de dicho misterio de iniquidad, pues sienta las bases de una “religión de la humanidad” en la que se integran todos los cultos, considerados como caminos válidos y auténticos para vincularse con Dios, rendirle culto y estructurar la vida social. Este naturalismo e indiferentismo religioso ha sido particularmente visible en las diferentes reuniones interreligiosas por la paz de Asís, convocadas por los últimos tres papas, siempre alegando que su fundamento reside en la enseñanza contenida en los documentos conciliares.

El modernismo es, en el fondo, la infiltración de la primitiva gnosis luciferina del “seréis como dioses” -suerte de revelación diabólica contrapuesta a la revelación bíblica-, la que se ha transmitido desde la caída original hasta nuestros días, de múltiples formas (hermetismo egipcio, gnosticismo “cristiano”, cábala “judía”, neoplatonismo renacentista, rosacrucismo, masonería, hegelianismo, etc). El núcleo de esta doctrina es el panteísmo evolucionista, según el cual la divinidad toma conciencia de sí misma progresivamente, a través del desarrollo de su “creación/emanación”, en un lento pero continuo ascenso evolutivo, que va desde la materia inerte hasta la conciencia espiritual, la que tiene lugar, en su fase final, en el espíritu humano. De ahí que la condenación eterna sea negada, explícita o implícitamente, por la teología modernista -la salvación universal, el infierno vacío, el cristianismo anónimo, etc-, pues una separación definitiva de la creatura respecto de la divinidad, en el marco de una visión monista del mundo, carece de sentido.

De ahí también que todas las “tradiciones religiosas” sean aceptables                   -aunque se admitan diversos “grados” de perfección y de precisión en la presentación teórica que efectúan del “misterio de la existencia humana”-, ya que ellas, en el fondo, no hacen sino orientar al hombre hacia la plena conciencia de su destino divino, expresando todas, con menor o mayor fortuna, nuestra naturaleza profunda, la que surge de la inmanencia vital de nuestras conciencias en vías de divinización.

Que esta experiencia primordial sea expresada por las diferentes religiones con sus propias herramientas conceptuales -inherentes a una cultura, un lugar y una época determinadas -, es algo normal, y no debe constituir un obstáculo para el desarrollo de la fraternidad humana y la unidad entre los diferentes cultos -evitando el riesgo de caer en el “sincretismo”, obviamente, nos aseguran con tono tranquilizador y aires de “ortodoxia” doctrinal, pero construyendo juntos un “mundo mejor” y cuidando entre todos la “casa común”-, pues lo que nos une es lo esencial y universal, mientras que lo que nos distingue y separa, es, en definitiva, algo accesorio, mudable, perfectible, relativo a cada cultura particular.

No me cabe duda que en este engaño reside la futura religión mundial del Anticristo. Estos falsos principios fueron entronizados en la Iglesia en el CVII, y luego, han sido aplicados y difundidos sistemáticamente por todos los papas conciliares. A eso me refiero cuando digo que el misterio de iniquidad está instalado en Roma desde el CVII…

 


[1] Mirar el video: https://gloria.tv/post/c3maAM2uPY7R3VDBRbD9TjTKW - Artículo publicado en mi blog Super Omnia Veritashttps://gloria.tv/post/eNenqCXtMc4d1wZNx1FDcW9NS

[2] https://avosa.org/news/hindu-temple-inauguration-abu-dhabi-speech-of-bp-paolo -  https://www.youtube.com/watch?v=ncOUVLsfMwU (31 a 36) - https://www.youtube.com/shorts/dgAXvdCClnU - https://www.flickr.com/photos/avosa/albums/72177720314884915/ - https://www.baps.org/News/2024/Day-of-Harmony--Inauguration-of-BAPS-Hindu-Mandir-25377.aspx#

[3] Ver al respecto: 1. “El Vaticano promueve la apostasía y una religión global”: https://gloria.tv/post/bUsSsFR763PH42N9dkudYoCLQ

[4] Sobre Bergoglio ver: 1.  “Misterio de iniquidad”: https://gloria.tv/post/22LiQpWbFdAaCuCR7XXdRReph -  2. “El falso profeta del Vaticano”: https://gloria.tv/post/Ndcp7fLSFSaC39yMJzduDLyVt - 3. “Diez años con Francisco”: https://gloria.tv/post/UEqqVjZCCVLQ6g89ps67irXSM

[5] Ver al respecto este esclarecedor artículo: “El Concilio Vaticano II inició la pasión de la Iglesia” https://gloria.tv/post/h9BNFYZP1fZX3ch72xV8np9nd

[6] “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.”                   II Tes. 2, 1/4.

[7] Ver 1. “Ceguera espiritual y negación de la realidad”:  https://gloria.tv/post/71b7ppgmGGvm3kTJHjWGmCVYF - 2. “La ceguera espiritual del  clero católico”: https://gloria.tv/post/3MBJsYF1uTkdEjZpEyLa791d2 - 3. “Ceguera espiritual y misterio de iniquidad”: https://gloria.tv/post/fGuqfpTuPWYu3EMRGQUHQkidn

[8] Acerca de esta candente y actual cuestión recomiendo vivamente la lectura del siguiente libro publicado hace dos años: “Apostasía Vaticana”: 1. Ver en formato impreso: https://gloria.tv/post/7ynAG7ZfxBvK1MBD4MqN3aMxn  -

2. La versión digital en Amazon Kindlehttps://www.amazon.es/dp/B0DVQ6TVV2

[9] https://www.etvbharat.com/en/!state/100-years-of-sree-narayana-guru-all-religion-conference-vatican-popes-address-today-enn24113001161 - “El evento comenzó el viernes con el canto de la versión italiana de Daiva Dasaka Prarthana compuesta por Sree Narayana Guru, en italiano, seguido de una inauguración formal por el cardenal Miguel Ángel Ayuso Quisota, bajo la presidencia de Swami Sachidananda. Hasta el 1 de diciembre, un grupo diverso de 100 representantes globales, que incluye líderes religiosos, figuras públicas y monjes, se reunirá para fomentar el diálogo y la unidad interreligiosos. El Papa Francisco pronunciará hoy un discurso de bendición, en el que expresará su apoyo a la misión de la conferencia. En la jornada inaugural participaron líderes religiosos del hinduismo, el cristianismo, el islam, el budismo, el sijismo y el judaísmo, junto con ascetas del Sivagiri Math, lo que refleja el compromiso de la conferencia con la armonía religiosa.”

[10] https://gloria.tv/post/uq6URDfqqUxK3hcra3M7asTHi - https://gloria.tv/post/MGT6kQEJUxpV47qitV47TTAWx  - https://www.vatican.va/content/francesco/en/speeches/2024/november/documents/20241130-conferenza-interreligiosa.html

[11] https://gloria.tv/post/24ySHCSHJX87ANNjfsEP388nc https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2022/documents/20220204-videomessaggio-fratellanzaumana.html  - https://www.youtube.com/watch?v=JryxIDgeaPM

[12] https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2019/10/21/mens.html

[13] https://gloria.tv/post/hmTvG6Bj2QTy2GkwbhUqqgPEf - https://anamogas.net/congregacion-para-la-vida-consagrada-carta-a-todos-los-consagrados-y-consagradas/

[14] https://gloria.tv/post/cxPUQi9MfgZt2uPm2aSahrQCq  - https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=38792

[15] Ver: 1. “Benedicto XVI: ¿Doctor de la Iglesia?”: https://gloria.tv/post/QWAHiwPvTe3y1Fy9RnHPNGYb4 - 2. “The theology of Benedict XVI”: https://gloria.tv/post/aWzv97bGmFjV13aDvnqnXY1z7 - 3. “The Heresies of Benedict XVI”: https://gloria.tv/post/RKtypY7mvHxc1UmkyqJrYKuoY - 4.  “Benedict XVI  and Teilhard de Chardin”: https://gloria.tv/post/vPnqRYwP27Fz2eMpykbhL8n19

[16] https://gloria.tv/post/84w47HiWb9FwASh3Jzh8dBYkx - https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/angelus/2011/documents/hf_ben-xvi_ang_20110101_world-day-peace.html

[17] http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/october/documents/hf_ben-xvi_spe_20111028_religious-delegations.html

[18] Ver: 1. “Juan Pablo II profesaba la herejía de la salvación universal”: https://gloria.tv/post/6zthWmGbzH4c1khnBxDXRbRGf - 2. “Karol Wojtyla y la nueva Iglesia conciliar”: https://gloria.tv/post/8tnrrAYWC3Kq2eQKg4RogPp7Y - 3. “A 38 años del aquelarre de Asís”: https://gloria.tv/post/bbzbE9VzZRdH19yFKZ9ACZSeD - 4. “Karol Wojtyla and the new conciliar Church”: https://gloria.tv/post/LeEiUxZs4gmK6G7HED8Wf6SqP - 5. “The heresies of John Paul II”: https://gloria.tv/post/kbYXgC8jvawo3MfaBePpCRsmT - 6. “Was John Paul II under demonic influence?”: https://gloria.tv/post/cpgwHjPQiUYB3kDZ6JtpB6Dqw - 7. “L'étrange théologie de Jean-Paul II et l'esprit d'Assise”: https://gloria.tv/post/3cejhracRetWDJYXUGJye44Sa

[19]  Alocución durante la plegaria ecuménica: http://www.franciscanos.org/selfran45/jornadapaz86.html

[20] Discurso a los representantes de las iglesias cristianas y comunidades eclesiales y religiones mundiales:

https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/it/speeches/1986/october/documents/hf_jp-ii_spe_19861027_prayer-peace-assisi-final.html

[21] https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1998/documents/hf_jp-ii_aud_09091998.html Discurso a los miembros de la Curia romana, 22 de diciembre de 1986, n. 11: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 4 de enero de 1987, p. 8

[22] Cardenal Karol Wojtyla, prédica del retiro de Cuaresma de 1976 a Pablo VI y a la Curia Romana en el Vaticano, publicado en el libro Signo de contradicción, BAC, Madrid, 1978, p. 24.

[23] La fuente del texto + el video sobre Bergoglio acerca de su herética declaración, en el programa Un café con Galat, se encuentra en el siguiente enlace:  “Francisco: Dios no puede ser Dios sin el hombre”:  https://gloria.tv/post/DUSimJHrubnC29eYpaszyP9GC - La fuente de la declaración bergogliana es ésta: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2017/documents/papa-francesco_20170607_udienza-generale.html

[24] https://gloria.tv/post/ZnZeLD7ToQNw4a8EN8VmHLfhM

1 comentario:

  1. Estimado Bruno: Le agradezco mucho la publicación y sus amables palabras introductorias. Un cordial saludo en Jesús y María.

    ResponderBorrar