“No faltaba más que si un lobo hambriento y carnicero quiere devorar la Iglesia, la condición de ésta fuese tan miserable que no pudiera defenderse arrojando al intruso” (San Roberto Bellarmino)
Se cumplen hoy doce años de la asunción del
Antipapa Jorge Mario Bergoglio.
Lo de Antipapa lo decimos nosotros, no
Alejandro, cuyos textos adjuntamos. Es el momento de llamar, virilmente, a las
cosas por su nombre. Si es que este poseso está hace doce años ocupando la
silla petrina (maguer no nos olvidamos de sus predecesores) es por falta de
valentía y de virilidad en los católicos; por falta de auténticos santos. ¿O acaso
San Bernardo, el soldado-monje, testigo de la Fe, andaría con minucias teológicas
o, lo que es peor, canónicas, para llamar de Antipapa a Bergoglio, quien supo
decir, verbigracia, que “Jesús se hizo pecado”? ¿Soportaría ese santo
varón semejante blasfemia?
Es que el siglo veintiuno es el siglo de
los estrógenos. Es el siglo de los emasculados, y mucho más dentro de la Iglesia-
institución. Hacen falta varones santos que llamen a las cosas, oportune et
importune, por su nombre.
Ofrecemos a continuación el trabajo de
Alejandro Sosa Laprida, quien con erudición y prolijidad sobresalientes, ha
dado cuenta del nefasto “pontificado” de Bergoglio. Primero, una publicidad de
su último libro -con el prólogo de Flavio Infante-; segundo, un demoledor
artículo: “La religión del Vaticano no es el catolicismo”.
BRUNO ACOSTA
NOVEDAD EDITORIAL
DOCE AÑOS CON FRANCISCO
Ecumenismo, modernismo y apostasía en el Vaticano
Alejandro Sosa Laprida
ÍNDICE
1.
Prólogo - Flavio Infante - p. 3
2.
Introducción - p. 7
3.
Un debate sobre la crisis conciliar - p. 11
4.
Bergoglio y la pena de muerte - p. 39
5.
Crisis de la Iglesia y punto de no retorno - p. 43
6.
Ayudemos al Santo Padre - p. 45
7.
La serpiente del Vaticano - p. 62
8.
Bergoglio y el judaísmo - p. 79
9.
Bergoglio promueve las falsas religiones - p. 85
10.
El Vaticano bendice la sodomía - p. 100
11.
Bergoglio a transexual: “querida hermana” - p. 102
12.
Los homosexuales “viven el don del amor” - p. 103
13.
Francisco, “rabino de referencia” - p. 104
14.
El Soberano Blasfemador del Vaticano - p. 118
15.
La fraternidad es ancla de salvación para la humanidad - p. 127
16.
Francisco y la ideología homosexualista - p. 133
17.
Francisco promueve la agenda LGBT - p. 142
18.
Francisco el pornógrafo - p. 145
19.
La apostasía vaticana continúa - p. 154
20.
Benedicto XVI: ¿Doctor de la Iglesia? - p. 158
21.
Ecumenismo y apostasía - p. 185
22.
Ceguera espiritual y negación de la realidad - p. 190
23.
La religión bergogliana es modernismo puro - p. 235
24.
Todas las religiones son un camino para llegar a Dios - p. 240
25.
Bergoglio redobla la apuesta - p. 242
26.
Bergoglio promueve la religión de la masonería - p. 244
27.
Dios no puede ser Dios sin el hombre - p. 248
28.
La Iglesia conciliar contra el Estado católico - p. 249
29.
La religión del Vaticano no es el catolicismo - p. 256
30.
Una mirada escatológica - p. 264
31.
Epílogo - p. 268
32. Contratapa - p. 269
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INTRODUCCIÓN
Este libro no es más que una modesta
selección de textos que he ido publicando durante estos últimos años en
diferentes páginas digitales sobre el actual pontificado -y, más ampliamente,
sobre la crisis eclesial post conciliar-, a semejanza de mis anteriores
trabajos, Apostasía vaticana,
publicado hace exactamente dos años, en marzo de 2023 y Con voz de dragón, en septiembre de 2017.
El objetivo es doble: dejar un
testimonio para la posteridad sobre la gravísima situación en que se encuentra
la Iglesia por la infiltración modernista en su seno -alcanzando a las máximas
autoridades romanas-, y contribuir a generar, en la medida de mis muy limitadas
posibilidades, una urgente toma de conciencia por parte de una feligresía
mayoritariamente desorientada, engañada por malos pastores y, en gran medida,
descarriada del recto camino de la fe y la moral católicas por falsos profetas
y por lobos voraces disfrazados con piel de cordero.
Estas últimas características -como a
buen seguro ya lo habrán intuido-, las aplico de modo rotundo a quien desde
hace doce interminables años se presenta ante el mundo nada menos que como el
Sucesor de San Pedro, el Vicario de Cristo en la tierra y el Soberano Pontífice
de la Iglesia. Pero no solamente a su persona, ni de manera exclusiva a los
últimos años de la vida de la Iglesia, como si el cúmulo de males presentes
hallara su raíz profunda en los desbarajustes bergoglianos. Es éste un punto de
divergencia mayor que me mantiene apartado del número creciente de católicos
que, con el paso del tiempo, han ido adoptando una actitud cada vez más crítica
hacia el actual pontificado.
Muchos se escandalizan de mi postura -a
menudo tachada de extremista e irrespetuosa-, lo que lamento sinceramente,
pero la verdad es que me veo obligado en
conciencia a obrar como lo hago. Porque, al considerar lo sucedido en las
décadas recientes, no puedo dejar de interrogarme:
¿Habría sido posible el escándalo de la
Pachamama en el Vaticano sin las
asambleas multiconfesionales de Asís, convocadas en tres ocasiones por “San”
Juan Pablo II -siendo el Cardenal Ratzinger nada menos que el Prefecto de la Congregación para la Doctrina
de la Fe-, y más tarde también organizada por Benedicto XVI y el mismo
Francisco?
¿Sería posible hoy la persecución de la
misa tradicional desatada por el motu
proprio Traditionis Custodes sin
la previa promulgación del nuevo misal romano por “San” Pablo VI en 1969, el
cual, en buena lógica, hizo cesar el anterior -de facto y de iure-, lo
que evidencia la falacia de los supuestos dos modos -ordinario y
extraordinario- del único rito romano,
esgrimida por Benedicto XVI en Summorum
Pontificum, asunto en el cual, nobleza obliga, la razón asiste a Bergoglio?
¿Podrían haber sido convocados los
aquelarres multireligiosos de Asís -anualmente
renovados desde 1986-, si no hubiese existido la declaración conciliar Nostra Aetate sobre la relación de la
Iglesia con las religiones no cristianas?
¿Habría sido imaginable el homenaje a
Lutero y a la falsa reforma protestante sin la promulgación del decreto
conciliar Unitatis Redintegratio
sobre el ecumenismo, en flagrante oposición a los principios establecidos por
Pío XI en su encíclica Mortalium Animos?
¿Habría sido posible la disolución de
las costumbres en el clero, el relajamiento y la laicización generalizada de
sacerdotes y religiosos, y la acelerada extinción de la vida religiosa
-particularmente de la contemplativa-, sin el mundano aggiornamento promovido por el “Beato” Juan XXIII y por el “Santo”
Pablo VI en la Iglesia y en las congregaciones religiosas?
En definitiva: ¿podría haber habido un
pontificado tan heterodoxo y escandaloso como el actual en tiempos previos al
concilio?
Todo lleva a responder por la negativa:
ninguno de los desastres acaecidos durante estos últimos doce años de la vida
de la Iglesia hubiesen podido tener lugar sin el evento conciliar y sus
innovaciones doctrinales, sin el magisterio post conciliar que las profundizó y
la vorágine de reformas efectuadas en todos los ámbitos de la vida eclesial
desde la década del 60’, que dieron la impresión de constituir, más que una
legítima reforma guiada por un sano criterio prudencial, una auténtica
revolución, un giro copernicano, una ruptura substancial con relación a los dos
mil años previos de la historia de la Iglesia.
¿Qué hacer, entonces, ante este
panorama desolador, apabullante, distópico -por no decir diabólico-, sin
dejarse abatir ni caer en el desánimo? Pues, sencillamente, dar testimonio
público, en la medida de las posibilidades de cada uno, con caridad, humildad y
prudencia, tomando siempre en cuenta la casi total incapacidad intelectual
pero, sobre todo, emocional, en la que se encuentra la mayor parte de la gente
y, especialmente, el clero, para comprender la naturaleza y el alcance de la
presente crisis eclesial.
En efecto, en vano esgrimirá uno, entre
muchísimos otros casos que la ilustran, la incalificable anomalía que
constituyen las asambleas interreligiosas de oración por la paz de Asís
-convocadas por los tres últimos papas, en aplicación de los documentos conciliares-,
el Novus Ordo Missae “fabricado” prácticamente ex nihilo junto a pastores protestantes
en una óptica “ecuménica”, o el culto rendido a la Pachamama en el Vaticano.
O bien la bendición del concubinato y
la sodomía autorizadas por la declaración
Fiducia Supplicans concebida por el
Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el inefable Magister Osculator “Tucho” Fernández, y
ratificada por el “Santo Padre” Bergoglio -dos compatriotas míos que deberían
suscitar en cada uno de los católicos argentinos un vehemente espíritu
penitencial-.
En cualquiera de esos casos, siempre
recibirá uno por respuesta ya una presurosa evasiva suscitada por una suerte de
disonancia cognitiva paralizante, ya una enrevesada justificación para cada
atentado cometido contra la fe católica, acompañada de una mirada entremezclada
de condescendencia y de un desprecio apenas disimulado.
Esta manifiesta dificultad para mirar
la realidad de frente, sin negar aquello que perturba y sin precipitarse a
elucubrar toda suerte de pretextos inverosímiles conducentes a establecer una
imposible “hermenéutica de la continuidad” que permita respirar aliviado y
proseguir con su rutina sin sobresaltos, es el común denominador de la
abrumadora mayoría de los clérigos conciliares con los que he abordado estos
delicados asuntos.
Naturalmente, comprendo el movimiento
reflejo que se produce, pues todo católico medianamente instruido sabe que la
jerarquía eclesiástica tiene por finalidad la transmisión de la fe, y que ella,
al obrar en unión con el legítimo y verdadero Sucesor de San Pedro, no puede,
en virtud de la promesa divina de Nuestro Señor, traicionar el depositum fidei.
Esto necesariamente me conduce a
interrogarme sobre la naturaleza de los “papas conciliares”, dado que la
Iglesia recibe su infalibilidad de Cristo a través de su Vicario en la tierra,
el Romano Pontífice. La presencia de un legítimo sucesor de San Pedro
constituye un obstáculo a la defección de la fe, es la garantía de la
inerrancia doctrinal de la Iglesia y el katejon
paulino que impide la manifestación del hombre de pecado. Ahora bien, la sola
evocación de esta posibilidad explicativa respecto a la crisis eclesial post
conciliar provoca automáticamente un espanto sobrenatural sobrecogedor y
generalizado.
En efecto, el “misterio de
iniquidad” y la “gran apostasía” anunciados por San Pablo, o la venida de
“falsos Cristos”, acerca de los cuales nos advirtió Nuestro Señor en su discurso
del monte de los olivos, vienen inmediatamente a la mente y nos recuerdan la
realidad de los acontecimientos escatológicos, la ineluctabilidad -y, a mi
parecer, también la proximidad-, de las postrimerías, silenciadas
sistemáticamente desde el CVII, e ignoradas -o incluso, desdeñadas-, por una abrumadora mayoría del clero.
Los clérigos se encuentran así
doblemente vulnerables ante este tipo de preguntas. Primeramente, por la
evidente y comprensible dificultad para admitir un desvío doctrinal en la
enseñanza recibida de las autoridades eclesiásticas y, en segundo lugar, por su
cuasi radical incapacidad de efectuar una lectura escatológica de los
acontecimientos actuales, en particular en lo que a la Iglesia se refiere.
Esta situación los vuelve sumamente
aprensivos a los cuestionamientos teológicos y litúrgicos sobre lo que viene
acaeciendo en la Iglesia desde el CVII, con su alud de reformas y su
“magisterio” post conciliar repleto de novedades, de innegable cuño modernista,
en clara ruptura con el magisterio y con la pastoral preconciliares.
La situación actual, en apariencia
inextricable, inevitablemente provoca confusión e inseguridad, y detona
virulentas reacciones de escapismo y de negación de la realidad en los
sacerdotes y religiosos, lo que los lleva, en su desasosiego, a imaginar que
quienes plantean estas espinosas cuestiones son personas fanáticas, rigoristas
y animadas por un mal espíritu, potenciales enemigos de la Iglesia, gente
peligrosa que debe ser rigurosamente evitada, e incluso, denunciada.
El riesgo reside en que esta negación
sistemática de la realidad puede conducir a una imposibilidad radical de
comprender la situación en la que nos hallamos, cuyo desenlace eventual podría
ser la incapacidad de identificar al Anticristo cuando se manifieste, así como
a su colaborador religioso, el “falso profeta” que le allanará el camino y le
brindará una legitimidad espiritual ante la opinión pública mundial. No
olvidemos que su aptitud para el engaño será colosal y, si uno no es capaz de
discernir los males presentes -que son aún identificables con relativa
facilidad-, ¿de qué modo lo logrará cuando las “bestias” realicen “grandes
señales y prodigios”, llegando a engañar, de ser posible, “incluso a los
elegidos” (Mt. 24, 24)?
Para que se entienda bien el sentido de
mi advertencia, daré un ejemplo un tanto descarnado: quien actualmente no logre
percibir la manifiesta impiedad y el notorio fraude espiritual que representan
personajes tan ordinarios como Bergoglio y Fernández, difícilmente podrá
discernir el “misterio de iniquidad” (II Tes. 2, 7) cuando éste haya alcanzado
su apogeo, es decir, cuando los anticristos político y religioso -que serán
líderes mundiales carismáticos y refinados- deslumbren al mundo con sus
supercherías preternaturales.
Cuando esa hora llegue -y, a decir
verdad, no creo que falte mucho tiempo-, no sucumbir ante el discurso mendaz y
el inmenso poder persuasivo de esos secuaces del demonio, disfrazados de
benefactores de la humanidad, “cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con
gran poder y señales y prodigios mentirosos y con todo engaño de iniquidad” (II
Tes. 2, 9-10), se habrá vuelto misión imposible, humanamente hablando.
Pero nuestra fe y nuestra esperanza nos
dan la certeza de que el triunfo provisorio del mal, permitido por Dios para
purificar a los elegidos y hacer resplandecer su justicia en el Juicio de las Naciones -el célebre Dies Irae que canta la santa liturgia
católica-, cesará por completo el día en que Jesucristo así lo disponga, el
imperio mundial del Hombre de Pecado colapsará en el preciso instante en el que el Hijo del Hombre retorne glorioso para
restaurar todas las cosas y dar inicio a su Reino Mesiánico de paz y justicia
universales (Dn. 7, 13-14).
PRÓLOGO
Gestación
y parto de la medianoche -
Flavio Infante
Acierta el autor de esta colecta de
despropósitos vaticanescos y de escabrosos bergoglifos en comenzándola con un
debate que, acerca de la crisis de la Iglesia, mantuvo hace algún tiempo con un
obcecado “hermeneuta de la continuidad”, a saber: un clérigo de provincias de
índole digamos “conservadora”, uno de esos inapreciables cómplices que los
jacobinos de mitra encuentran a la vera de sus atropellos, siempre solícitos en
adobar las catástrofes con el purín de su fácil indulgencia. Creemos que esta
disputa retrata adecuadamente el carácter de la crisis presente tanto como su
secreta inspiración, oponiendo de un lado la exposición de evidencias
incontestables y las consecuencias que su reconocimiento comporta, y del otro
el encubrimiento de las defecciones más manifiestas a instancias de un pathos hoy suficientemente difundido que
el autor no duda en calificar -en otro texto ofrecido más adelante- como a
“ceguera espiritual”. Se trata de una inequívoca ofuscación de la inteligencia
(potencia del alma a la que la antropología clásica le apropia el acto
espiritual del “ver”) a instancias de la exaltación autonómica de la voluntad.
Sabemos cuánto, del nominalismo acá, se
ha pretendido invertir las relaciones entre ambas facultades superiores,
siempre lo bastante complejas como para sonsacarle al Aquinate (S. Th. I, q.
LXXXII, a. 4) la constatación de que los actos de ambas se compenetran ya en
razón de sus mismos objetos, porque «el bien se comprende en lo verdadero,
tratándose de una especie de verdad entendida, y la verdad se incluye en el
bien, por ser un bien deseado». Lo que no impide que la primacía le quepa al
entendimiento, «pues necesariamente a todo moverse de la voluntad debe preceder
la aprehensión, y no a toda aprehensión precede el imperio de la voluntad».
Triunfante finalmente la contraria tesitura que pone a la voluntad a comandar
la actividad espiritual, no es raro que el agravamiento de esta inversión
antropológica culmine, como hoy día se comprueba hasta la náusea, en el
absolutismo de los instintos, y la «caña pensante» se vea sustituida en toda
regla por el bípedo implume y nervioso que agita la superficie del mundo como
con un balde en la testa, a tientas, sin más.
Pues bien: pese a la paciencia
argumentativa y a la cortesía manifiesta del objetor de la absurda tesis
continuista, acá se da lo contrario de los diálogos platónicos, y Glaucón,
Laques y Agatón no se dejan convencer. Aún más: ensayan sucesivos círculos concéntricos,
como los de perros que persiguieran su propia cola, dando muestras de eso que
se ha llamado oportunamente “razonamiento circular”, esto es, el embudo en el
que se despeña la cartesiana res cogitans
cuando recusa obstinadamente la noticia ofrecida a su conciencia, la sensible
epifanía de las cosas. Adviértase el tenor del entuerto: es lo noto y conocido
aquello que la razón rechaza para seguir trazando su propio surco demencial con
exclusión de toda prueba proveniente del ya lejano e indescifrable mundo que se
yergue allende el propio naso. Este hábito autofágico que inaugura el
subjetivismo es, al cabo, la conclusión obligada de la asimilación del convite
gnóstico que, desde los albores de la historia humana, con remozados ropajes y
consumando sucesivos hitos, siempre en pugna con la Tradición al tiempo que
parasitándola, acabaría por verter sus gases por toda la sobrehaz del mundo. La
modernidad se hace fiel a este desatino arcaico colonizando y sometiendo toda
actualidad al ser-en-potencia, que es el que mejor se adecúa al talante fluvial
de la conciencia; su rasgo predominante, tal como se advierte tempranamente en
Heráclito, estriba en el exaltar las transiciones y mudanzas con creciente
derelicción de las nociones de causa y fin.
Ha sido ésta la perpetua y más honda
tentación de la criatura reflexiva, la anti-metafísica susurrada al oído del
hombre de los primordios y de las postrimerías, capaz de acarrear consigo otros
siete espíritus inmundos para tomar completa posesión de éste y, a menudo, de
enteras naciones. Sabemos por la baquía de los siglos cómo se dieron las cosas
en la procelosa parábola temporal, y se sirvió recordarlo en célebre síntesis
el papa san Pío X justo cuando esa última confederación y enclave de Cristiandad
que fue el Imperio Austrohúngaro estaba a punto de ser barrido del mapa: “la
civilización no está por inventarse ni la ciudad nueva por construirse en las
nubes. Ha existido, existe, es la civilización cristiana, es la ciudad
católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus
fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre nuevos de la utopía
malsana, de la revolución y de la impiedad” (Carta apostólica Notre charge apostolique, 25-VIII-1910).
La experiencia histórica de la
Cristiandad, que constituyó ese ápice temporal en que “uno más fuerte le quitó
al dominador sus armas y repartió sus despojos” haciendo reinar a Cristo en las
leyes y las costumbres, acabó siendo socavada con maldita tenacidad por los
conjurados “contra el Señor y su Cristo”, tal como lo había vaticinado David en
el memorable salmo, en una actualización difusa pero no menos real de las
maquinaciones sanedríticas del Viernes Santo. Mismo trance había previsto el
Apocalipsis en la figura del Dragón lanzado a “hacer la guerra a la Mujer y al
resto de su descendencia, los que guardan los mandamientos de Dios” (12, 17), y
a la Bestia a la que le sería dado el poder “de hacer la guerra a los santos y
vencerlos” (13, 7).
La conjura anticristiana, motín
teorético promovido a la postre en todos los estratos de la realidad, operó
durante siglos desde la sombría espelunca del cabalista acechando el calcañar
de la estirpe de los redimidos: entre esta labor de gabinete y la moderna
ejecución del concepto de “guerra total”, con su saldo de vasta aniquilación
humana y cultural, hay apenas una diferencia de grados. Es la divinización del
poder en detrimento de la serena posesión de la verdad, del gaudium de veritate tal como pudo preconizarlo aquella sociedad
conformada al Evangelio. De ahí que el desarrollo unilateral de la técnica en
nuestros días remita necesariamente a la magia, a la alquimia, a toda esa
conjunción de supercherías que prometen la plenitud a cambio del mero conocimiento
instrumental de la realidad, haciendo del hombre causa sui y a su redención un asunto de naturaleza política.
Desde las primeras propuestas laicistas
formuladas en el otoño de la Edad Media, con las cortes principescas remolcadas
por la usura y pervertidas en sus fibras más íntimas por los esoterismos
pujantes, atravesando la ruptura religiosa del siglo XVI con sus vastísimas
consecuencias históricas, el abatimiento del Trono y el Altar fue la consigna
prioritaria de los milicianos del Enemigo: era menester urgir el advenimiento
de la Ciudad del Hombre y la horizontalización de las miras y las esperanzas,
todo extendido como en mesa de laboratorio. La revolución de 1789 más la
revolución industrial, con ser hechos que se desenvuelven en distintos planos,
guardan una indiscutible solidaridad recíproca y sirven, con su retemblor
nutrido a sangre humana y obtenida la disolución de los vínculos primarios
entre las gentes, a apurar el desenlace escatológico. La aceleración del tiempo
impulsada por los sectarios del progreso obra, de paso, como eficaz expediente
para nublar la conciencia de lo permanente.
Hoy día el triunfo del plan prometeico
se afirma en el hecho más que patente de que las alocadas elucubraciones
iluministas ya no son del mero dominio de unas élites desgajadas del cuerpo
social al tiempo que la población -como aún sucedía casi mayoritariamente en el
siglo XIX y buena mitad del XX- continúa viviendo de sus ritos y hábitos
ancestrales, sino que logró difundirse con éxito un nihilismo de masas que
constituye un fenómeno único en la historia. Incluso los fenicios y los
aztecas, arrastrados por los demonios a la abominable práctica de los
sacrificios humanos, admitían siquiera la existencia de seres sobrehumanos cuya
ira debían aplacar, y ninguno de los filósofos presocráticos que indagaron en
la arqueología del cosmos apuró la identificación del elemento «tierra» con la arkhé. El humus, proveedor de la materia
con la que el hombre, homo, fue
creado, jamás fue admitido como principio autosuficiente: cabía a nuestros
tiempos la repulsa de lo ultraterreno y la consecuente antropolatría, lo que
constituye el supremo sacrilegio al paso que la suprema impostura que se haya
nunca ensayado.
Toda la historia moderna lo comprueba:
el Deus sive natura, más o menos
explícito, abona la multitud de extravíos hoy vigentes que confluyen en la
común obra de indistinción del orden natural y el sobrenatural, y no extraña
advertir que muchos de los delirios excogitados en los antros de los humanistas
del lejano siglo XV informen tanto la hodierna Weltanschauung como la moral cívica que se destila en las escuelas
y en los medios de masas, así como ¡ay! en el púlpito de las parroquias y en
las sedes episcopales.
Así, Pico della Mirandola “habría
anticipado a aquellos de nuestros existencialistas para los cuales la esencia
del hombre consiste en no tener una definida, sino en el poder devenir todo
cuanto ambicione ser”, con cumbre en la noción hoy tan clarineada de
«autopercepción», al paso que un clérigo cabalista como Marsilio Ficino,
protegido de los Medici y precursor del ecumenismo post-conciliar, “apreciaba
mucho las ideas que el bizantino Gemisto Pletón (…) proclamaba sobre el
inminente final de las religiones tradicionales, hebraísmo, cristianismo e
islamismo, en favor de una nueva religión universal consistente en la
resurrección de los antiguos cultos paganos” que servirían a encubrir “un
monismo panteísta, una religión esotérica del «destino» y del cíclico «eterno
retorno» (…), una religión para la cual el universo es eterno e increado”
(Luigi Copertino, Il confronto con la
gnosi spuria secondo Ennio Innocenti. Sacra Fraternitas Aurigarum Urbis,
Roma, 2018).
Aquellos extravíos tuvieron, en lo que
toca a la disciplina eclesiástica y a la reafirmación del dogma, su necesario
correctivo en Trento, pero en la organización de los Estados (y aún más luego
de consumada la ruptura protestante) siguió circulando con creciente suceso el
veneno sincrético-ocultista hasta ahogar toda posibilidad de restauración de un
orden social católico. Es finalmente un hecho, por todo esto, que el largo
cerco sobre la Ciudad Santa se reveló exitoso y que ésta acabó siendo tomada por
asalto por las maquinaciones de los unos y las debilidades y traiciones de los
otros. Como una cáscara vacía rellena de una sustancia anómala, la iglesia
conciliar (así llamada por monseñor Benelli, sustituto de la Secretaría de
Estado de Paulo VI) fue en adelante gobernada por pontífices «activamente
heterodoxos», tal como se los califica sin hipérbole en estas páginas, y hoy,
para estupor del firmamento constelado de estrellas, la incautada Sede de Pedro
emite documentos oficiales en los que se autoriza la comunión de los adúlteros,
se proclama la bondad de todas las religiones y se bendice la sodomía.
La desolación no podría ser mayor. Ni
la ironía más cruel. El eclipse de la Iglesia se plasma al mismo tiempo en que
ésta es motejada, en las aulas conciliares, como a Lumen gentium, y la fosca atmósfera social que es producto de la
apostasía de las naciones recibe un bautismo inválido de manos de la Jerarquía
del Iscariote. Nos hemos acostumbrado, en medio de tan recurrentes sinuosidades
y equívocos, a recelar la intención antifrástica cada vez que éstos citan un
pasaje del Evangelio. Las promesas de la modernidad, al igual que las del
modernismo eclesiástico, se revelaron como lo que realmente son: promesas de negro (como suele decirse
en nuestro pago), verborrea hueca sin atisbo de realización en los hechos,
siendo por tanto la cosecha de aquélla un orden temporal devastado que imprime
aun entre algoritmos la problematicidad de la mera subsistencia tal como ocurre
en las tribus de cazadores-recolectores, al paso que la impostura religiosa
priva a las almas de los medios para sobrellevar las presentes pruebas y
alcanzar la salvación.
Por eso, y volviendo al incierto debate
que encabeza este florilegio, creemos que quienes terminan por dar el postrero
brochazo a la espeluznante crisis en curso son esos esbirros del modernismo que
visten capa de ortodoxia. El problema de éstos radica en ser sólo informados
por buenas intenciones sin que los anime capacidad alguna de veredicto, y esto
porque, aunque ganosamente aferrados al mástil del Magisterio, los han
alcanzado los gases tóxicos de los tiempos que hacen de la especulación un
solícito feudatario de la volición. Hoc
volo, sic jubeo, sit pro ratione voluntas. Lo dijo inmejorablemente Nicolás
Gómez Dávila: “para que el hombre sea dios, es forzoso atribuirle la voluntad
como esencia, reconocer en la voluntad el principio y la materia misma de su
ser. La voluntad esencial, en efecto, es suficiencia pura. La voluntad esencial
es atributo tautológico de la autonomía absoluta”. No se defiende adecuadamente
a la ortodoxia desde la soberanía de la voluntad, sustancia linfática del
desmadre moderno y de la adoración del hombre; asumido tal principio, a lo más,
se asume el obediencialismo de tragaderas que ingurgita, como un abismo voraz,
como el odre de los vientos, la verdad inmutable y el aggiornamento, los dogmas de la Iglesia y las novedades de
conciliábulo, todo junto como en botica.
La medianoche oprime y el nadir se
alarga: es el tiempo más idóneo para la esperanza, para la épica locura de la
esperanza, porque “por lo más oscuro amanece”.
LA RELIGIÓN DEL VATICANO NO ES EL CATOLICISMO
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El 15 de febrero de 2024 se realizó una
reunión multireligiosa en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos,
denominada Día de la Armonía, cuyo epicentro fue la inauguración de
un templo hindú. Con motivo de este evento, el Vicario Apostólico de
Arabia Meridional, Monseñor Paolo Martinelli O.F.M. dio un discurso ante la
asamblea de representantes de las diversas religiones congregados a tal efecto.
Leamos una parte del mismo:
“Visité su templo sagrado y
me pareció maravilloso. Es una belleza que nos recuerda la relación fundamental
que tenemos con Dios. Necesitamos un lugar así, que nos mantenga en
contacto con Dios. Muchas gracias. [Este fragmento fue improvisado, no
figura en el texto oficial, pero sí en el video[1]]. Termino expresando la
alegría de la Iglesia católica por la inauguración de este nuevo templo en
Abu Dhabi. Representa una contribución a la armonía basada en la relación con
Dios. Cada lugar de culto recuerda a la gente que sin Dios,
los seres humanos están perdidos. Con Dios, la humanidad puede renacer. Este
nuevo templo es un lugar para que mis hermanos y hermanas hindúes oren
y fortalezcan la armonía con Dios. El documento sobre la Fraternidad Humana
afirma que la libertad religiosa constituye un pilar fundamental de la
convivencia civil. La inauguración del nuevo templo hindú también expresa
la libertad de culto en los Emiratos Árabes Unidos, donde la tolerancia y la
convivencia se consideran valores fundamentales, alentando a los creyentes de
diversas confesiones a dialogar y comprometerse en la construcción de
un mundo más fraterno en paz y armonía. La armonía con Dios conduce a
la armonía con todas las personas y con toda la creación.”[2]
Cualquier católico medianamente instruido sabe
que lo expresado por el obispo italiano es incompatible tanto con la doctrina
católica (me refiero al magisterio de la Iglesia previo al CVII, naturalmente)
como con la revelación bíblica. Y es consciente de que estas declaraciones del
fraile franciscano constituyen una patente profesión de modernismo, liberalismo
e indiferentismo religioso, falsas doctrinas condenadas en reiteradas ocasiones
por el magisterio de la Iglesia, en particular, desde la revolución iluminista
de 1789 hasta el ya mencionado CVII el cual, de manera sutil pero no menos
real, las integró en sus actas oficiales. No es éste el lugar para lanzarme a
una demostración de lo dicho, remito a lo enseñado por el auténtico magisterio
católico durante dos milenios hasta el CVII y a la abundante bibliografía que
existe al respecto.
Monseñor Martinelli cita el Documento
sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común[3], firmado por Francisco[4] y el Gran Imán Ahmed Al-Tayeb en
febrero de 2019 en la misma Abu Dabi, en cuyo texto puede leerse la siguiente
apología blasfematoria del pluralismo religioso como nota esencial de la
humanidad querida positivamente por Dios:
“El pluralismo y la diversidad de religión,
color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la
que Dios creó a los seres humanos.”
Tengamos presente que el indiferentismo
religioso siempre ha sido el objetivo principal de la masonería y de su
ideología -el liberalismo-, en su combate secular contra la Iglesia y el
régimen político de la Cristiandad. Este siniestro objetivo ha sido ejecutado a
través de la revolución jacobina de 1789 en su faz temporal, y mediante el CVII
en su dimensión religiosa[5]. Esto significa que, desde una
perspectiva natural y puramente humana, los enemigos de la Iglesia y del orden
social cristiano han vencido.
La apostasía de la naciones otrora hijas
fieles de la Iglesia, y la de la misma jerarquía del Cuerpo Místico de Cristo,
infiltrado en su elemento humano hasta su cima por los partidarios de la secta
modernista, se encuentra prácticamente consumada. No olvidemos que San Pablo
nos ha alertado claramente acerca de lo que sobrevendrá a la humanidad con
posterioridad a la defección generalizada de la fe católica (Cf. II Tes. 2, 3)[6].
Cuando, entre muchísimos otros atentados
contra la fe católica, la cúpula eclesiástica se regocija públicamente por la
inauguración de templos paganos y cuando el supuesto Vicario de Cristo en la
tierra nos notifica la bondad intrínseca que poseen todas las religiones, las
cuales serían deseadas por Dios en cuanto tales ab initio
mundi, considero que el escatológico vaticinio paulino se está realizando
en vivo ante nuestros ojos y que no comprender este hecho constituye un síntoma
de ceguera espiritual y una actitud insensata de negación de la realidad[7].
Me apresuro a precisar que estos dos
incidentes que he citado no constituyen dos escandalosas e inexplicables
excepciones, sino que conforman la regla de lo que viene aconteciendo desde
hace más de medio siglo. Para aquellos despistados que se frotarán los ojos,
incrédulos ante mi pública denuncia, acompañando el mecánico ademán con una
sonrisa condescendiente, dedicaré lo que resta de esta publicación a ilustrar
lo que sostengo con otros ejemplos de lo que no vacilo en calificar de
auténtica profesión de fe modernista por parte de la jerarquía católica
conciliar y, lisa y llanamente, de “apostasía vaticana”[8].
Bergoglio dirigió un mensaje a los
participantes de la conferencia conmemorativa del centenario de la
primera Conferencia de todas las religiones el 30/11/2024,
evento denominado Conferencia interreligiosa mundial[9] que duró tres días y que tuvo lugar
en la Sala Clementina del Vaticano, en recuerdo de aquella organizada un siglo
atrás por Sree Narayana Guru, “maestro espiritual” hindú. Veamos lo que enseñó
el “Santo Padre”:
“Todas las religiones enseñan la verdad
fundamental de que, como hijos de un solo Dios, debemos amarnos y
honrarnos unos a otros, respetar las diversidades y las
diferencias en un espíritu de fraternidad e inclusión, y cuidar de
los demás y de la Tierra, nuestro hogar común. El incumplimiento de las nobles
enseñanzas de las religiones es una de las causas de la problemática
situación en que se encuentra hoy el mundo. Nuestros contemporáneos
redescubrirán el valor de las elevadas enseñanzas de las tradiciones
religiosas sólo si nos esforzamos por vivirlas y por cultivar
relaciones fraternas y amistosas con todos, con el único objetivo de fortalecer
la unidad en la diversidad, asegurar la coexistencia
armoniosa en medio de las diferencias y ser constructores de paz a
pesar de las dificultades y los desafíos que debemos afrontar.”[10]
Para conmemorar el segundo aniversario
del Día Internacional de la Fraternidad Humana proclamado por
las Naciones Unidas, Bergoglio grabó un mensaje de video el 4 de
febrero de 2022. Seguidamente transcribo una parte del mismo, totalmente
impregnado de naturalismo, inmanentismo e indiferentismo religioso:
“En estos años hemos caminado como hermanos
conscientes de que, respetando nuestra respectivas culturas y
tradiciones, estamos llamados a construir la fraternidad (...)
Todos vivimos bajo el mismo cielo, independientemente de dónde y de cómo
vivimos, del color de la piel, de la religión, de la clase social, del sexo, de
la edad. (…) Lo repito una vez más: solos no nos salvamos. Vivimos todos bajo
el mismo cielo, y en el nombre de Dios, nosotros que somos sus criaturas,
debemos reconocernos hermanos y hermanas. Como creyentes,
pertenecientes a distintas tradiciones religiosas, tenemos un papel que
cumplir. ¿Cuál será? Ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar su mirada y
su oración al Cielo. Levantemos los ojos al Cielo, porque quien adora a Dios
con un corazón sincero ama también al prójimo. (…) Vivimos todos bajo el mismo
cielo. Hoy es el tiempo oportuno para caminar juntos. No lo dejemos
para mañana o para un futuro que no sabemos si llegará; hoy es el
tiempo oportuno para caminar juntos, los creyentes y todas las personas de
buena voluntad, juntos. Es un día propicio para darse la mano, para
celebrar nuestra unidad en la diversidad (…) para decir a las
comunidades y a las sociedades en las que vivimos que ha llegado el
tiempo de la fraternidad. (...) El camino de la fraternidad es
largo, difícil, pero es ancla de salvación para la humanidad.”[11]
A continuación cito un fragmento de los
habituales saludos dirigidos a las diferentes religiones paganas con ocasión de
algunas de sus “festividades”, algo que se ha vuelto una “tradición” en la
Iglesia desde el CVII. En este caso, se trata del mensaje enviado por el Pontificio
Consejo para el Diálogo Interreligioso a los hindúes con ocasión de la
fiesta de Deepavali el 21/10/2019.
“Queridos amigos hindúes, el Pontificio
Consejo para el Diálogo Interreligioso os envía cordiales saludos y
sinceros deseos con ocasión de la Deepavali que este año celebráis el
27 de octubre. Que esta fiesta de luces ilumine vuestros corazones y
hogares y traiga alegría y felicidad, paz y prosperidad a vuestras familias
y comunidades. Al mismo tiempo, que fortalezca el espíritu de hermandad entre
vosotros. (…) La religión nos inspira fundamentalmente a “ver
en el otro a un hermano que debe sostener y amar” -Francisco y Ahmaed el-Tayeb,
Gran Imán de Al-Azhar en Abu Dhabi, el 4/2/ 2019-. (…) Sólo cuando los
seguidores de las religiones se exigen a sí mismos una vida coherente
con su ética religiosa, pueden ser vistos como personas que desempeñan
realmente su papel de constructores de paz y de testigos de
nuestra humanidad compartida.”[12]
Leamos ahora un pasaje de la Carta a
todos los consagrados y consagradas, enviada el 18/01/2021 por la Congregación
para la vida consagrada a todos los religiosos católicos del orbe:
“El Papa Francisco, inspirándose en san
Francisco, fundador e inspirador de tantos institutos de vida consagrada,
ensancha el horizonte y nos invita a ser constructores de fraternidad
universal, custodios de la casa común: de la tierra y de toda criatura
(cf. Laudato si’). Hermanos y hermanas de todos, independientemente
de la fe, de las culturas y de las tradiciones de cada uno, porque el
futuro no es “monocromático” (n. 100) y el mundo es como un
poliedro que deja transparentar su belleza, precisamente a
través de sus diversas caras. Se trata entonces de abrir procesos para
acompañar, transformar y generar; de elaborar proyectos para promover
la cultura del encuentro y del diálogo entre pueblos y generaciones
diversas; partiendo de la propia comunidad vocacional para alcanzar luego cada
rincón de la tierra y cada criatura porque (…) todo está conectado (cf. Laudato
si’). “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la
misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos
cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones,
cada uno con su propia voz, todos hermanos” (Fratelli Tutti n.
8).”[13]
Como lo habrán advertido, el mensaje es
siempre el mismo: promover y hacer tomar conciencia de la unidad y la
fraternidad del género humano, al margen de la “tradición religiosa” profesada
por cada comunidad, cada cual constituyendo una cara del gran poliedro que
conforma la “humanidad” en su conjunto, quedando así firmemente establecida la
“unidad en la diversidad” de la especie humana, tantas veces proclamada por
“Francisco”, en perfecta armonía con el ideario masónico.
Creo oportuno destacar que la masonería española emitió un comunicado
alabando la encíclica de “Francisco”, Fratelli Tutti, a través
del Gran Oriente Español:
«Hace ahora 300 años se produjo el nacimiento
de la Masonería Moderna. El gran principio de esta escuela iniciática no ha
cambiado en tres siglos: la construcción de una fraternidad universal
donde los seres humanos se llamen hermanos unos a otros más allá de
sus credos concretos, de sus ideologías, del color de su piel, su
extracción social, su lengua, su cultura o su nacionalidad. Este sueño
fraternal chocó con el integrismo religioso que, en el caso de la Iglesia
Católica, propició durísimos textos de condena a la tolerancia de la Masonería
en el siglo XIX. La última encíclica del Papa Francisco demuestra lo
lejos que está la actual Iglesia Católica de sus antiguas posiciones. En
Fratelli Tutti, el Papa abraza la Fraternidad Universal, el gran
principio de la Masonería Moderna. “Anhelo que en esta época que nos toca
vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer
entre todos un deseo mundial de hermandad”, expresa abogando por
una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona
más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya
nacido o donde habite. Para la construcción de esa Fraternidad Universal, el Papa
aboga por perseguir el horizonte de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, “no suficientemente universales”.[14]
Veamos ahora dos esclarecedoras citas, esta
vez, de Benedicto XVI[15]. La primera es de enero de 2011, tras
haber convocado “Asís IV”, con motivo del 25 aniversario de “Asís I”, convocado
por Juan Pablo II en octubre de 1986. La segunda es de octubre del mismo año,
luego de celebrado el encuentro interreligioso:
“Queridos hermanos y hermanas, en el Mensaje
para la Jornada de la Paz de hoy subrayé que las grandes religiones pueden
constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia
humana, y recordé, al respecto, que en este año 2011 se celebrará el 25°
aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz que el venerable Juan
Pablo II convocó en Asís en 1986. Por esto, el próximo mes de octubre, iré como
peregrino a la ciudad de san Francisco, invitando a unirse a este camino a
los hermanos cristianos de las distintas confesiones, a los
representantes de las tradiciones religiosas del mundo, y de forma
ideal, a todos los hombres de buena voluntad, con el fin de recordar ese gesto
histórico querido por mi predecesor y de renovar solemnemente el
compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir
la propia fe religiosa como servicio a la causa de la paz.
Quien está en camino hacia Dios no puede menos de transmitir paz; quien
construye paz no puede menos de acercarse a Dios. Os invito a acompañar esta
iniciativa desde ahora con vuestra oración.”[16]
“Distinguidos huéspedes, queridos amigos: Os
acojo esta mañana en el palacio apostólico y os agradezco una vez más vuestra
disponibilidad a participar en la Jornada de reflexión, diálogo y oración por
la paz y la justicia en el mundo, que celebramos ayer en Asís, veinticinco años
después de aquel primer encuentro histórico (…) Mirando hacia atrás, podemos
apreciar la clarividencia del Papa Juan Pablo II al convocar el primer
encuentro de Asís, y la necesidad continua de hombres y mujeres de
distintas religiones de testimoniar juntos que el viaje
del espíritu siempre es un viaje de paz.”[17]
En una aplicación práctica
emblemática de los documentos conciliares sobre la libertad religiosa, el
ecumenismo y la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas, Juan
Pablo II[18] convocó
por vez primera a las “grandes tradiciones religiosas” a una asamblea
interreligiosa en Asís, en el año 1986 -que luego repetiría dos veces más-,
para “rezar por la paz en el mundo”. Leamos dos de sus declaraciones en dicho
encuentro:
“Las religiones son muchas y variadas, y
reflejan el deseo de los hombres y las mujeres de todos los tiempos de entrar
en relación con el Ser Absoluto. La oración supone de parte nuestra la
conversión del corazón. Lo cual significa una profundización en nuestro
sentido de la realidad última. Ésta es la verdadera razón de nuestro
encuentro en este lugar. Desde aquí iremos a los distintos sitios de
oración. Cada religión tendrá el tiempo y la oportunidad de expresarse
en su propio rito tradicional. Luego, desde los distintos lugares de
oración, caminaremos en silencio hacia la plaza de la basílica inferior de San
Francisco. Una vez reunidos en la plaza, de nuevo cada religión tendrá
la posibilidad de presentar su propia oración, una después de otra.”[19]
“Sí, está la dimensión de la oración, que, a
pesar de la diversidad real de las religiones, busca expresar la
comunicación con un poder que está por encima de todas nuestras fuerzas humanas.
La paz depende fundamentalmente de este poder que llamamos Dios y que, como
creemos los cristianos, se ha revelado en Cristo. Este es el significado de
este día de oración. Por primera vez en la historia nos hemos reunido de todas
partes, iglesias cristianas y comunidades eclesiales y religiones del
mundo, en este lugar sagrado dedicado a San Francisco para testimoniar ante
el mundo, cada uno según su propia convicción, la cualidad
trascendente de la paz. La forma y el contenido de nuestras oraciones son muy
diferentes, como hemos visto, y no es posible reducirlas a una especie de
denominador común.”[20]
Cito seguidamente a Juan Pablo II en una audiencia de septiembre de 1998
en la que expone el fundamento del ecumenismo puesto en práctica desde el CVII:
“Ante todo, es preciso tener presente que
toda búsqueda del espíritu humano en dirección a la verdad y al bien, y, en
último análisis, a Dios, es suscitada por el Espíritu Santo. Precisamente de
esta apertura primordial del hombre con respecto a Dios nacen las diferentes
religiones. No pocas veces, en su origen encontramos fundadores que han
realizado, con la ayuda del Espíritu de Dios, una experiencia religiosa más
profunda. Esa experiencia, transmitida a los demás, ha tomado forma en las
doctrinas, en los ritos y en los preceptos de las diversas religiones. En todas
las auténticas experiencias religiosas la manifestación más
característica es la oración. Teniendo en cuenta la constitutiva apertura del
espíritu humano a la acción con que Dios lo impulsa a trascenderse, podemos
afirmar que toda oración auténtica está suscitada por el Espíritu
Santo, el cual está misteriosamente presente en el corazón de cada hombre.”[21]
Para concluir, brindaré una cita del Cardenal
Karol Wojtyla del año 1976, la cual ilustra perfectamente la forma
mentis de los adalides de la mortífera doctrina modernista, condenada
de manera categórica por San Pío X en su encíclica Pascendi, error
devastador de la fe, letal herejía naturalista, ubicua y multiforme en el
magisterio post conciliar, de raíz gnóstico-panteísta, y que socava los
fundamentos, no sólo de la doctrina católica, sino de la posibilidad misma de
una revelación divina extrínseca al hombre, recibida de un Dios que trasciende
infinitamente la conciencia humana:
“A este Dios confiesa el trapense o el
camaldulense en su vida de silencio. A Él se dirige el beduino en el desierto,
cuando llega la hora de la oración. Y tal vez también el budista
que, concentrado en su contemplación purifica su pensamiento preparando el
camino hacia el nirvana. (…) La Iglesia del Dios viviente congrega a
todos los hombres que, en cualquier forma, toman parte de esta maravillosa
trascendencia del espíritu humano. Y todos ellos saben que nadie logrará
colmar sus deseos más profundos. La manifestación de esta trascendencia
de la persona humana la constituye la oración de fe, pero en ocasiones
también el profundo silencio. Este silencio, que a veces parece separar al
hombre de Dios, es no obstante un acto especial de la unión vital entre
Dios y el espíritu humano. La Iglesia de nuestro tiempo se ha hecho
particularmente consciente de esta verdad y, por ello, a su luz ha
logrado redefinir, en el Concilio Vaticano II, su propia naturaleza.”[22]
ANEXO SOBRE EL MODERNISMO
1. “Dios no puede ser Dios sin el hombre”[23]
Con estas palabras, Francisco expresa acabadamente la tesis central de
la gnosis panteísta y evolucionista, la de un Hegel o un Teilhard de Chardin,
por ejemplo, y de todos los teólogos modernistas, a pesar de que la mayoría
toma precauciones oratorias para disfrazar su pensamiento con un lenguaje
cristiano y así poder engañar mejor a los fieles desprevenidos.
Esta tesis del gnosticismo consiste en lo siguiente: Dios, es decir, el
espíritu universal y absoluto, va tomando conciencia de sí mismo de manera
progresiva en el transcurso del proceso evolutivo, hasta alcanzar la plenitud a
través de la conciencia del ser humano. La gnosis es la expresión conceptual
del “seréis como dioses” con el que la Serpiente tentó a Eva en el jardín del
Edén y es, básicamente, en lo que consistirá la religión mundial del
Anticristo.
La libertad religiosa, el ecumenismo y el “diálogo interreligioso”,
adoptados por Roma desde el CVII, es de fundamento gnóstico: Dios habita en lo
profundo del psiquismo de cada hombre, y eso es lo esencial: las diferencias
dogmáticas son secundarias y no deben ser un obstáculo para el establecimiento
de la unidad religiosa del género humano.
La “presencia” de la divinidad en nosotros es lo que nos une, y este
vínculo es mucho más importante que las divergencias teológicas que nos
separan, que no son más que maneras subjetivas -relativas a cada cultura,
provisorias y mutables-, de expresar la experiencia primordial de la unión con
Dios que cada ser humano vive en la intimidad de su conciencia, en lo que los
modernistas llaman la “inmanencia vital”. Dios es así concebido como
“inmanente” al hombre, no es más un ser “trascendente”, exterior al ser humano
y a su conciencia, lo que implica una visión panteísta de la realidad.
Pues bien, ésta es precisamente la religión profesada por Francisco. El
panteísmo excluye, por definición, la alteridad Creador-creatura, el pecado, la
condenación eterna, la Redención, etc. Y, huelga decirlo, es totalmente
incompatible con la religión bíblica y destruye a la base los cimientos sobre
los que se apoya el cristianismo. A quien tenga ojos para ver, le aconsejo
vivamente que se decida a abrirlos...
2. Fragmento de “Un debate sobre la crisis
conciliar”[24]
En sentido estricto, el misterio de iniquidad en su plenitud será la
abominación desoladora en el lugar santo, es decir, el reinado universal del
Anticristo, cuando se haga adorar públicamente, secundado por el falso profeta,
quien le brindará legitimidad moral y religiosa ante la opinión pública
mundial, y alentará a la humanidad a que acepte recibir la “marca de la bestia”
en su mano derecha o en la frente. Ahora bien, a mi parecer, el modernismo
triunfante en Roma desde el CVII, mediante -entre varios otros errores-, la
libertad religiosa, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, es una
manifestación incipiente de dicho misterio de iniquidad, pues sienta las bases
de una “religión de la humanidad” en la que se integran todos los cultos,
considerados como caminos válidos y auténticos para vincularse con Dios,
rendirle culto y estructurar la vida social. Este naturalismo e indiferentismo
religioso ha sido particularmente visible en las diferentes reuniones
interreligiosas por la paz de Asís, convocadas por los últimos tres papas,
siempre alegando que su fundamento reside en la enseñanza contenida en los
documentos conciliares.
El modernismo es, en el fondo, la infiltración de la primitiva gnosis
luciferina del “seréis como dioses” -suerte de revelación diabólica
contrapuesta a la revelación bíblica-, la que se ha transmitido desde la caída
original hasta nuestros días, de múltiples formas (hermetismo egipcio,
gnosticismo “cristiano”, cábala “judía”, neoplatonismo renacentista,
rosacrucismo, masonería, hegelianismo, etc). El núcleo de esta doctrina es el
panteísmo evolucionista, según el cual la divinidad toma conciencia de sí misma
progresivamente, a través del desarrollo de su “creación/emanación”, en un
lento pero continuo ascenso evolutivo, que va desde la materia inerte hasta la
conciencia espiritual, la que tiene lugar, en su fase final, en el espíritu
humano. De ahí que la condenación eterna sea negada, explícita o
implícitamente, por la teología modernista -la salvación universal, el infierno
vacío, el cristianismo anónimo, etc-, pues una separación definitiva de la
creatura respecto de la divinidad, en el marco de una visión monista del mundo,
carece de sentido.
De ahí también que todas las “tradiciones religiosas” sean
aceptables -aunque
se admitan diversos “grados” de perfección y de precisión en la presentación
teórica que efectúan del “misterio de la existencia humana”-, ya que ellas, en
el fondo, no hacen sino orientar al hombre hacia la plena conciencia de su
destino divino, expresando todas, con menor o mayor fortuna, nuestra naturaleza
profunda, la que surge de la inmanencia vital de nuestras conciencias en vías
de divinización.
Que esta experiencia primordial sea expresada por las diferentes
religiones con sus propias herramientas conceptuales -inherentes a una cultura,
un lugar y una época determinadas -, es algo normal, y no debe constituir un
obstáculo para el desarrollo de la fraternidad humana y la unidad entre los
diferentes cultos -evitando el riesgo de caer en el “sincretismo”, obviamente,
nos aseguran con tono tranquilizador y aires de “ortodoxia” doctrinal, pero
construyendo juntos un “mundo mejor” y cuidando entre todos la “casa común”-,
pues lo que nos une es lo esencial y universal, mientras que lo que nos
distingue y separa, es, en definitiva, algo accesorio, mudable, perfectible,
relativo a cada cultura particular.
No me cabe duda que en este engaño reside la futura religión mundial del
Anticristo. Estos falsos principios fueron entronizados en la Iglesia en el
CVII, y luego, han sido aplicados y difundidos sistemáticamente por todos los
papas conciliares. A eso me refiero cuando digo que el misterio de iniquidad
está instalado en Roma desde el CVII…
[1] Mirar el video: https://gloria.tv/post/c3maAM2uPY7R3VDBRbD9TjTKW - Artículo
publicado en mi blog Super Omnia Veritas: https://gloria.tv/post/eNenqCXtMc4d1wZNx1FDcW9NS
[2] https://avosa.org/news/hindu-temple-inauguration-abu-dhabi-speech-of-bp-paolo - https://www.youtube.com/watch?v=ncOUVLsfMwU (31
a 36) - https://www.youtube.com/shorts/dgAXvdCClnU - https://www.flickr.com/photos/avosa/albums/72177720314884915/ - https://www.baps.org/News/2024/Day-of-Harmony--Inauguration-of-BAPS-Hindu-Mandir-25377.aspx#
[3] Ver al respecto: 1. “El
Vaticano promueve la apostasía y una religión global”: https://gloria.tv/post/bUsSsFR763PH42N9dkudYoCLQ
[4] Sobre Bergoglio ver:
1. “Misterio de iniquidad”: https://gloria.tv/post/22LiQpWbFdAaCuCR7XXdRReph - 2.
“El falso profeta del Vaticano”: https://gloria.tv/post/Ndcp7fLSFSaC39yMJzduDLyVt -
3. “Diez años con Francisco”: https://gloria.tv/post/UEqqVjZCCVLQ6g89ps67irXSM
[5] Ver al respecto este
esclarecedor artículo: “El Concilio Vaticano II inició la pasión de la
Iglesia” https://gloria.tv/post/h9BNFYZP1fZX3ch72xV8np9nd
[6] “Pero con respecto a la
venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos,
hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os
conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra,
en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna
manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se
manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se
levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se
sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.” II
Tes. 2, 1/4.
[7] Ver 1. “Ceguera espiritual
y negación de la realidad”: https://gloria.tv/post/71b7ppgmGGvm3kTJHjWGmCVYF -
2. “La ceguera espiritual del clero católico”: https://gloria.tv/post/3MBJsYF1uTkdEjZpEyLa791d2 -
3. “Ceguera espiritual y misterio de iniquidad”: https://gloria.tv/post/fGuqfpTuPWYu3EMRGQUHQkidn
[8] Acerca de esta candente y
actual cuestión recomiendo vivamente la lectura del siguiente libro publicado
hace dos años: “Apostasía Vaticana”: 1. Ver en formato impreso: https://gloria.tv/post/7ynAG7ZfxBvK1MBD4MqN3aMxn -
2. La versión digital en Amazon Kindle: https://www.amazon.es/dp/B0DVQ6TVV2
[9] https://www.etvbharat.com/en/!state/100-years-of-sree-narayana-guru-all-religion-conference-vatican-popes-address-today-enn24113001161 - “El
evento comenzó el viernes con el canto de la versión italiana de Daiva Dasaka
Prarthana compuesta por Sree Narayana Guru, en italiano, seguido de una
inauguración formal por el cardenal Miguel Ángel Ayuso Quisota, bajo la
presidencia de Swami Sachidananda. Hasta el 1 de diciembre, un grupo diverso de
100 representantes globales, que incluye líderes religiosos, figuras públicas y
monjes, se reunirá para fomentar el diálogo y la unidad interreligiosos. El
Papa Francisco pronunciará hoy un discurso de bendición, en el que expresará su
apoyo a la misión de la conferencia. En la jornada inaugural participaron
líderes religiosos del hinduismo, el cristianismo, el islam, el budismo, el
sijismo y el judaísmo, junto con ascetas del Sivagiri Math, lo que refleja el
compromiso de la conferencia con la armonía religiosa.”
[10] https://gloria.tv/post/uq6URDfqqUxK3hcra3M7asTHi - https://gloria.tv/post/MGT6kQEJUxpV47qitV47TTAWx - https://www.vatican.va/content/francesco/en/speeches/2024/november/documents/20241130-conferenza-interreligiosa.html
[11] https://gloria.tv/post/24ySHCSHJX87ANNjfsEP388nc https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2022/documents/20220204-videomessaggio-fratellanzaumana.html - https://www.youtube.com/watch?v=JryxIDgeaPM
[12] https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2019/10/21/mens.html
[13] https://gloria.tv/post/hmTvG6Bj2QTy2GkwbhUqqgPEf - https://anamogas.net/congregacion-para-la-vida-consagrada-carta-a-todos-los-consagrados-y-consagradas/
[14] https://gloria.tv/post/cxPUQi9MfgZt2uPm2aSahrQCq - https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=38792
[15] Ver: 1. “Benedicto XVI:
¿Doctor de la Iglesia?”: https://gloria.tv/post/QWAHiwPvTe3y1Fy9RnHPNGYb4 -
2. “The theology of Benedict XVI”: https://gloria.tv/post/aWzv97bGmFjV13aDvnqnXY1z7 -
3. “The Heresies of Benedict XVI”: https://gloria.tv/post/RKtypY7mvHxc1UmkyqJrYKuoY -
4. “Benedict XVI and Teilhard de Chardin”: https://gloria.tv/post/vPnqRYwP27Fz2eMpykbhL8n19
[16] https://gloria.tv/post/84w47HiWb9FwASh3Jzh8dBYkx - https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/angelus/2011/documents/hf_ben-xvi_ang_20110101_world-day-peace.html
[17] http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/october/documents/hf_ben-xvi_spe_20111028_religious-delegations.html
[18] Ver: 1. “Juan Pablo II
profesaba la herejía de la salvación universal”: https://gloria.tv/post/6zthWmGbzH4c1khnBxDXRbRGf -
2. “Karol Wojtyla y la nueva Iglesia conciliar”: https://gloria.tv/post/8tnrrAYWC3Kq2eQKg4RogPp7Y -
3. “A 38 años del aquelarre de Asís”: https://gloria.tv/post/bbzbE9VzZRdH19yFKZ9ACZSeD -
4. “Karol Wojtyla and the new conciliar Church”: https://gloria.tv/post/LeEiUxZs4gmK6G7HED8Wf6SqP -
5. “The heresies of John Paul II”: https://gloria.tv/post/kbYXgC8jvawo3MfaBePpCRsmT -
6. “Was John Paul II under demonic influence?”: https://gloria.tv/post/cpgwHjPQiUYB3kDZ6JtpB6Dqw -
7. “L'étrange théologie de Jean-Paul II et l'esprit d'Assise”: https://gloria.tv/post/3cejhracRetWDJYXUGJye44Sa
[19] Alocución durante la
plegaria ecuménica: http://www.franciscanos.org/selfran45/jornadapaz86.html
[20] Discurso a los
representantes de las iglesias cristianas y comunidades eclesiales y religiones
mundiales:
[21] https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1998/documents/hf_jp-ii_aud_09091998.html Discurso
a los miembros de la Curia romana, 22 de diciembre de 1986, n. 11: L’Osservatore
Romano, edición en lengua española, 4 de enero de 1987, p. 8
[22] Cardenal Karol Wojtyla,
prédica del retiro de Cuaresma de 1976 a Pablo VI y a la Curia Romana en el
Vaticano, publicado en el libro Signo de contradicción, BAC,
Madrid, 1978, p. 24.
[23] La fuente del texto + el
video sobre Bergoglio acerca de su herética declaración, en el programa Un
café con Galat, se encuentra en el siguiente enlace: “Francisco:
Dios no puede ser Dios sin el hombre”: https://gloria.tv/post/DUSimJHrubnC29eYpaszyP9GC -
La fuente de la declaración bergogliana es ésta: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2017/documents/papa-francesco_20170607_udienza-generale.html
Estimado Bruno: Le agradezco mucho la publicación y sus amables palabras introductorias. Un cordial saludo en Jesús y María.
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