Por BRUNO ACOSTA
Engolfado en los quehaceres diarios de padre de familia,
profesional, profesor, escritor, no presto atención a las crónicas policiales
(el diario de hoy, mañana ya es viejo; “a través de los fuegos divinos de
las vidrieras historiadas, me río del viento que sopla afuera, del mar que
pasa”). Pero sí me detengo en lo sustancial. Y sustancial es la idea de
Hispanidad rediviva, cuyo eco se hace sentir aquí y acullá, en el Nuevo y en el
Viejo continente. En tal sentido, participaré, si Dios lo permite, en las “II
Jornadas de la Hispanidad” a celebrarse en octubre en Buenos Aires.
Pero esta idea noble, la Hispanidad, este fuego sagrado que promete grandes cosas para América, por ser eso -por ser noble, por ser promisorio- está siendo adulterado, desde ya, por los agentes del Mal, para mi inocente sorpresa.
Y no hablo, en este caso, de la ponzoña carlista (el
panfleto “Españoles que no pudieron serlo”, de Ullate, data de 2009)
sino de algo mucho más actual. Por un lado, me entero de la infiltración
masónica en eventos hispanistas en la propia Madre Patria. Así, un texto de
divulgación denuncia:
“¿Cómo es posible que permitamos a los masones participar
a cara descubierta en nuestros actos? Lo hicieron en el Campo de Gibraltar,
micrófono en mano; lo hicieron en Cartagena concediendo oropeles a algunos
destacadísimos miembros del movimiento hispanista, y lo hicieron en Valencia,
donde el candidato a Gran Maestre de la Masonería ofreció los medios que fuesen
necesarios para el desarrollo del movimiento.
Y lógicamente amonesta: “Parece de Perogrullo que la
masonería ha sido el arma con la que Inglaterra ha destruido y dominado la
Hispanidad. Y siendo así, resulta demencial que hoy sea entendida como aliada
en la reconstrucción de la Hispanidad.”
De otro, la subversión toma un barniz incluso menos
perceptible para los neófitos. A caballo de una peligrosa tendencia neopagana,
hay quienes pretenden adulterar el concepto de Hispanidad acercándolo a autores
heterodoxos. Por ejemplo, un tal Guillermo Mas, diletante español casi
caricaturesco, quien con apenas veintitantos años, ha escrito un mamotreto en
el que explica el origen y el desarrollo del mundo. Una crítica de un lector de
Amazon sobre este libro (“La traición de los europeos”), héla aquí:
“Un centón de citas y recursos a autoridades a millares
sin justificar con una nota a pie de página. Un compendio de pedantería
afianzada en abrumar a cualquiera con docena y media de nombres propios por
página. Un cortaypega de artículos para la ocasión o una reunión de micro
ensayos de tardes de melopea. Ni un dato sobre la biografía o currículum
académico del autor, quien se permite descalificar a Jung en tres líneas y
llega a citar una treintena de nombres en una página. Sin duda ha tenido tiempo
y capacidad para leer mil veces más que los dos Menéndez (don Marcelino y don
Ramón) juntos elevados a la enésima, con el Aquinate por montera.
Pesado, pedante, abrumador con tufos de ¿proselitismo?
Sin afianzar la documentación. Sin bibliografía (habría que poner: ‘véase Biblioteca
Nacional, Vaticana, del Congreso y otras’). Sin editorial ¿no suena raro? Solo
Amazon, tal vez bajo demanda.
Útil para los días de invierno los que tengan chimenea de
leña.”
Pero esto (propio, quizás, de un descarriado espíritu
juvenil pedantesco y autodidacta -¡ay de los autodidactas sin método!-) no es
lo peor. Lo peor es que el tal Mas tiene
como referentes, verbigracia, a Evola, a Nietzsche y a Alain de Benoist.
Si los enemigos están pretendiendo, con disidencias más o menos controladas, subvertir la idea de Hispanidad, es puesto que está calando; tarea nuestra es separar el trigo de la cizaña y demarcar la derecha vía, que no puede ser sino enteramente católica, sin máculas masónicas ni paganas (ajenas al espíritu español que hizo Historia).
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