Con precisión y
comicidad semántica, se ha venido utilizando el término “PLANDEMIA” para referirse a la supuesta “pandemia” que soporta
nuestro planeta. Lo cual es muy atinado. Nunca se insistirá lo suficiente en el
poder de la palabra para configurar el pensamiento.
Y si lo que está ocurriendo en realidad es una gran puesta en escena, una mentira, un montaje, y si ese montaje ha sido preparado para lograr determinado fin, no hay dudas de que estamos ante un PLAN, una PLANdemia, y no ante un auténtico azote virológico.
Hace ya diez años,
en un libro que tituló “Los amos del mundo están al acecho”, la ensayista
española Cristina Martín Jiménez escribió acerca de la utilización de las “pandemias”
y del miedo irracional como estrategias para forzar cambios estructurales en
las sociedades de todo el planeta. A esa conclusión arribó tras investigar
exhaustivamente la llamada “pandemia” de la gripe A (2009-2010). El objetivo
esencial de esta “táctica de la
pandemia” era la imposición de un gobierno mundial. La fórmula es sencilla:
atemorizando con un virus global que
afecte a todos, se consigue que las mismas medidas se adopten en todos y cada
uno de los países del mundo. Cosa que –los hechos lo comprueban- está
ocurriendo con precisión milimétrica.
En los medios de
comunicación, el miedo sustituyó al análisis y a la investigación. Al día de
hoy, son refinadísimas las técnicas psicopolíticas con las que cuentan los
hombres más poderos del mundo para machacar e imponer un mensaje en los
atrofiados cerebros de los habitantes de la Tierra. Son, por otra parte, harto
conocidos los testimonios de los plutócratas (Gates, Soros, Kissinger,
Rockefeller) en el sentido de establecer un gobierno global para controlar,
entre otras cosas, la población mundial, que ellos ven amenazante a medida que
crece. El “Informe Kissinger” (1974) lo establece claramente: para apropiarse
de las riquezas de las naciones, una población numerosa es un estorbo; lo mismo
que los gobiernos fuertes y soberanos. Por ello, se da máxima importancia a las
medidas de control demográfico y a la promoción de métodos anticonceptivos.
¿Y qué son las
supuestas vacunas contra el coronavirus, sino solapados métodos
anticonceptivos? A través de su fundación, Bill Gates sufraga desde hace
décadas un programa de vacunas en los países menos estructurados. Como es obvio
–escribe la mentada autora española en su nuevo libro, “La Verdad de la
Pandemia”- las denuncias no llegaron a los medios de comunicación de masas,
pero, tras años de implementación, las
mujeres africanas han observado una relación directa entre las vacunas y las
dificultades que han sufrido posteriormente para quedar embarazadas. A su
vez, en 2014, la OMS y UNICEF fueron acusadas por médicos católicos por haber
administrado productos esterilizantes a las mujeres kenianas, engañándolas con
vacunas contra el tétanos. En noviembre de ese mismo año, en diversas
publicaciones católicas, se afirmaba que en Nigeria y en México se estaba
utilizando una vacuna abortiva como profiláctico contra el tétanos.
¿Qué es, entonces, está PLANDEMIA, sino una eficaz táctica para implementar medidas uniformes en todas las naciones, tendientes, entre otras cosas, a reducir la población mundial?
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