Hoy estuve charlando con un buen amigo sobre la degradación moral de la mujer. Entre otras cosas, ésta se manifiesta -comentábamos- en la promiscuidad y en el mal vestir. Algo de eso hay en este cuentito mío hasta ahora inédito, denominado “Camino”, y que paso a publicar.
Hay algo también -peor expresado- de aquél precioso vals “Muchachita Porteña”: la caminata por un bello e icónico lugar (en la canción,
de Buenos Aires; en el cuento, de Montevideo); el desdén de una mujer, que en el vals es valiosa, coqueta, casta, y en el cuento lo contrario. Cuantas “muchachitas
porteñas” hacen falta ahora, que suplanten a las malhadadas y múltiples “Matildes”.
Espero que le encuentren algo de valor a mi cuentito, y
que disfruten la melodía hermosa y el vozarrón viril de Héctor Mauré
interpretando el tema de marras. ¡Bendiciones!
BRUNO ACOSTA
CAMINO
La lluvia golpea las veredas. “Hace tiempo no llueve tan
fuerte”, pensé. “Hace tiempo…hace tiempo”: esas palabras resonaron en mi cabeza
todo el camino.
Iba a conocer a Matilde, una mujer con nombre de anciana
–quizá- pero que a la sazón contaba veinte años. Vivía en el Prado: ¡qué barrio
más maravilloso! Sus casonas, sus jardines, sus tupidas arboladas coronando sus
anchas y desiertas calles, ofrecían un panorama anacrónico, opuesto al
vertiginoso ritmo del centro. Un ritmo, tal vez, ya perdido.
Ni una persona crucé en el camino. La lluvia cesó tan
luego pisé la hermosa Avenida 19 de Abril, y un sol tenue y reconfortante
despuntó para iluminar mi sendero, evidenciando el señorío de la primavera: ¡la
estación del amor!
Doblé la esquina con el corazón palpitante: conocería a
la mujer de mis sueños. Ya me la imaginaba: discreta, delicada, sensible. Ni
muy linda ni muy fea: solamente, completando esa rica personalidad, una
bellísima sonrisa. ¿Cómo vestiría? ¿Se habría preparado para mí?
Un abrir y cerrar de una puerta. Una muchacha de
pantalones rotos y de mirada fría, arisca. Una expresión y una estampa que no
denotaban feminidad sino otra cosa, a medio camino, quizá. Una desilusión.
Vuelvo sobre mis pasos. Me sorprendo al cruzar por la
desolada 19 de Abril una pareja extraña, que ostenta una rara condición. Me
sorprendo, a la vez, al observar por el camino varios vaqueros rotosos, varias
Matildes. Me sorprende de nuevo la lluvia.
BRUNO ACOSTA
23/09/20
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