Si el sufragio –sobre todo el sufragio universal- puede terminar con una sociedad, sólo el voto puede redimirla. Que la palabra voto se haya transformado en un sinónimo de sufragio no es una curiosidad, más o menos pintoresca, para esparcimiento académico. Es, más bien, un “voto a Satanás”, el fruto de una tendencia perversa que lleva –lenta y seguramente- a la disolución del lenguaje. Y la disolución del lenguaje que es ¡ay! una de las pocas cosas que nos distinguen de los animales, constituye un preámbulo de la disolución de lo humano. La diferencia específica entre el hombre y los animales es más bien la palabra que la razón: los tontos y los locos son hombres porque pueden hablar, aunque no razonen. Cuando los cristianos profesamos nuestra fe en la salvación, decimos que el Verbo –y no la Razón- se hizo carne.
La conspiración maligna
En todo atentado
contra la palabra –que es algo sagrado- hay una conspiración maligna, una
intención deshumanizante. Sobre todo cuando no se trata de un mero cambio en la
grafía o en la pronunciación –que normalmente quedan intactas- sino en el
contenido. No tiene importancia que “blanco” se escriba con ve corta, pero que
blanco comience a significar negro ya resulta alarmante. El desuso es la muerte
natural de las palabras; el equívoco, en cambio, es la muerte violenta, el
asesinato por mentira. La palabra entonces se envilece, se degrada, pierde el
“sentido común”, se prostituye y se utiliza para mentir. En nuestros días, el
lenguaje sufre un proceso universal de degeneración, coincidente con la
decadencia de la poesía como arte, de la filología como ciencia y de la “palabra empeñada” –EL VOTO- como
norma de vida. Paralelamente se da un auge de las disciplinas bíblicas que es
plausible, en principio, pero que en muchos casos se encamina –por influencia
del racionalismo naturalista- a relativizar el valor o la vigencia de la
palabra de Dios. Toda teología puede ser cuestionada por un hebraísta sutil
abandonado al libre examen de las palabras. La cizaña del equívoco ofrece, en
este siglo, su cosecha más abundante desde los tiempos en que Adán recibió el
mandato de NOMBRAR al mundo.
Un ataque diabólico
El asfixiante olor
a azufre que despide este proceso de disolución del lenguaje es imperceptible
para los narices incrédulas, para los pobres pulmones acostumbrados al “smog”
sulfuroso de los tiempos, resignadamente sometidos a la dialéctica y, por lo
tanto, a la contradicción –nuevo eufemismo de la mentira- como algo saludable,
como condición de progreso. El ataque al
lenguaje es diabólico porque sin lenguaje inteligible no puede haber
razonamiento inteligible: el acceso racional a la verdad queda bloqueado
por la falta de sentido –por la “insignificancia”- de las palabras. Sin
lenguaje inteligible no hay entendimiento, ni paz, ni diálogo, ni promesa
valederos. La corrupción del lenguaje es el método más directo de corromper a
los hombres.
El respeto por la
palabra fue una orden de Jesucristo a sus discípulos. “Que vuestro lenguaje sea
‘sí, sí, no, no’, en contraste con los circunloquios, las ambigüedades y las
falacias de los paganos. De allí
proviene el voto, que significa CONSAGRACIÓN. El voto es algo así como la
consagración de la palabra para un cristiano. Y la DEVOCIÓN es la fidelidad a esa palabra empeñada ante Dios, la
Virgen o los Santos. Sobre el voto y no sobre el “contrato” jurídico se
basa el matrimonio indisoluble. Sobre el voto y no sobre el “contrato social”
se basa la lealtad del ciudadano cristiano a su patria…
Una entereza inquebrantable
El voto, la palabra
consagrada, supone una idea muy seria de la vida. Supone que la vida es una
vocación a la que se debe fidelidad y que es RESPONSABLE DE ESA FIDELIDAD.
Supone también, desde luego, una elección, pero una elección definitiva: el
voto por excelencia es el VOTO PERPETUO de los religiosos. Ese compromiso
vitalicio –que tanto horroriza al espíritu moderno- es tanto más obligatorio
cuanto más libremente se formula como, por ejemplo, en el caso del matrimonio o
del sacerdocio. Un hombre capaz de cumplir hasta el heroísmo un voto perpetuo
es un hombre verdaderamente libre.
Esa entereza
inquebrantable fue el ideal de la Cristiandad en sus buenas épocas. Los votos
caballerescos, que obligaban de por vida, consolidaron el prestigio legendario
de los antiguos caballeros cristianos. La palabra “caballeros” apenas significa
hoy día otra osa que un conjunto de modales agradables (o no), la pertenencia a
determinados clubes sociales y la adhesión a unas pocas opiniones conservadoras
y erróneas. Durante mil años significó,
en cambio, la integridad más absoluta al servicio del ideal moral.
El significado del voto
Opuesto al capricho
y a las veleidades del sufragio democrático, el voto significaría, en Política,
la devoción por el bien común entendida como un compromiso vitalicio entre el
ciudadano y su patria. El político DE-VOTO o “de voto” cumple así con su deber
aunque no tenga éxito, porque la obtención del poder o el mantenimiento en el
poder no son –aunque se procure y desee- el objeto último de su lealtad. Si lo
son, en cambio, para el maquiavélico.
Mientras vemos, por
todas partes, que la carne se hace verbo y le comunica sus inexorables
proclividades a la corrupción y a la muerte, intentemos restaurar el voto, que es la palabra humana hecha carne.
El voto es la asunción espiritual de lo efímero, de lo carnal o temporal, para
ser ofrecido, consagrado y pronunciado en ofrenda razonable y aceptable como
homenaje VOTIVO al orden eterno.
JUAN MANUEL PALACIO
AZUL Y BLANCO 27/09/72
Excelente.
ResponderBorrar"¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" Isaías 5:20
"Si alguien pregunta si la nieve es blanca no merece respuesta sino un castigo por haber perdido el sentido de lo obvio" Aristoteles (Nunca encontré esa cita pero se la escuche a varios eruditos)
No olvidar que "Satanas" significa "engañador".
"Diabolo": aquellos que divide, miente, engaña. en contraposición con "simbolo": aquello que une —como el de la Fe—.
Inviertiendo el fonema "Satanás" da por resultado "sanatas" que por lo menos aquí en la argentina significa "verso"; "Chamuyo", ardid verbal engañoso.
Platón se explaya muy bien sobre este tema en el Cratilo.
Y por último las palabras son la BASE del pensamiento, quien no sabe hablar bien menos pensar rectamente.
Saludos desde Argentina.
Estimado: Muchísimas gracias por su caridad y por su comentario lleno de sabiduría, que, por supuesto, ratificamos. En Cristo y en María Santísima.
Borrarhttp://elpatriciadodelriodelaplata.blogspot.com/
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