La paranoia
provocada por la plandemia ha
evidenciado la verdadera cara de la sociedad occidental del siglo veintiuno:
una sociedad en ruinas, desde todo punto de vista. Una sociedad decadente,
intelectualmente nula, con una voluntad doblegada.
Así, hemos explicado desde estas páginas cómo es posible engañar a las personas de forma tan sencilla y tan generalizada: desde hace décadas, la sociedad occidental es una sociedad masificada. A la par –y este es el motivo de estas líneas- esta crisis ha evidenciado su hipocresía y la debilidad de sus fundamentos filosóficos.
Nos referimos,
concretamente, a los proyectos discriminatorios que se pretenden instalar en el
Uruguay: el “derecho de admisión” presentado por
el diputado masón Felipe Schipani, y el “pase verde” que analizan distintos
operadores gubernamentales, comerciales y turísticos, para prohibir la entrada
a bares, restoranes, hoteles, clubes, etc., a quienes no se hayan inoculado la
sustancia de dudosa composición. En ese sentido, queda claro que se DISCRIMINA
a las personas no inoculadas, por una supuesta razón de interés general. Ahora
bien: lo que en puridad se está haciendo es:
A) Discriminar a las
personas que no se arriesgan a inocularse una sustancia experimental, de dudosa
eficacia y seguridad, como lo admiten los
propios organismos oficiales.
B) Discriminar a
las personas que no creen un relato oficial pandémico lleno de contradicciones
y de lagunas, que tiene más aspecto a movimiento geopolítico que a pandemia
virológica. Es decir: se está condenando a las personas que PIENSAN por sí
mismas, que no son MASA.
C) Finalmente, se
está discriminando a las personas que, de ser cierto que esto es un movimiento
geopolítico, se oponen a la instauración del Nuevo Orden Mundial.
Una discriminación,
pues, profundamente arbitraria e injusta. Ahora bien: esta decadente sociedad,
que no duda en realizar esta discriminación injusta, se rasga las vestiduras y
saca patente de “tolerante” y de “democrática” cuando se realizan otro tipo de
discriminaciones, estas sí del todo justas, como lo son aquellas realizadas al
amparo de la ley divina y natural. No tolera esta decadente sociedad, por
ejemplo, la distinción entre la religión verdadera y las religiones falsas, la
distinción entre un hombre y una mujer, la distinción entre un hombre casto y
un degenerado. Lo cual revela de consuno –como decíamos-, por un lado, su
hipocresía, puesto que admite la discriminación siempre y cuando sea acorde con
sus lineamientos políticos; y, por otro, su debilidad filosófica, ya que
discrimina injustamente, cuando no debe hacerlo, y no lo hace cuando sí debería
hacerlo en virtud de la ley divina y natural.
Hipocresía y debilidad filosófica –por no decir estupidez- revela la discriminación entre personas inoculadas y no inoculadas. Y esto está ocurriendo no sólo en el Uruguay, sino en el mundo. Lamentamos que por este camino se siga profundizando la debacle que sufrimos mucho tiempo ha.
Puede que estén detectando, aislando y marcando a aquellos que piensan y luchan contra ese NOM, y luego lancen una operación en contra de ellos...
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